En 1890 el escritor Oscar Wilde publicó El retrato de Dorian Gray, la historia de un hombre obsesionado con el poder, la belleza y la juventud.
Dorian ha sido retratado por el pintor Basil Hallway y al ver la pintura dice: “¡Qué triste resulta! (...) Me haré viejo, horrible, espantoso. Pero este cuadro siempre será joven. Nunca dejará atrás este día de junio… ¡Si fuese al revés! ¡Si yo me conservase siempre joven y el retrato envejeciera! Daría…, ¡daría cualquier cosa por eso! ¡Daría el alma!”.
Su deseo se hace realidad y la imagen envejece mientras Dorian sigue joven y bello pero con trágicas consecuencias. Aunque han pasado 130 años, esta novela fantástica parece más vigente que nunca y su reflexión filosófica nos cuestiona en épocas de filtros de belleza, deepfakes, hologramas y realidad aumentada.
Pandemia de filtros
La cuarenta estricta durante gran parte del 2020 no sólo nos confinó al trabajo o estudio desde el hogar sino también a la sociabilización virtual. Fue un periodo donde explotaron las selfies desde casa y la demanda de filtros para retocar esas fotos se multiplicaron.
Incluso las propias apps de videollamadas fueron sumando opciones para verse mejor en una comunicación. Tanto Zoom como Google Meet ofrecían fondos más cool para no mostrar el hogar y opciones para suavizar la piel y no verse tan demacrado en una llamada.
Lo mismo pasó en TikTok e Instagram para subir videos cortos donde hay filtros tan sofisticados como específicos que permiten quitar ojeras, agrandar labios o eliminar imperfecciones cutáneas.
Todos sabemos que no nos vemos así en la realidad pero ¿y si pudiéramos pasar esa belleza virtual a la realidad? Más de uno lo pensó y envalentonados por el resultado que arrojó un filtro se fueron a un consultorio médico. “Durante la pandemia aumentaron mucho las consultas para hacerse una cirugía estética, sobre todo de nariz. Hay filtros de Instagram que te angostan la nariz o te dan una punta más delicada y el paciente pide eso. Vienen con la foto sacada con el filtro y quieren imitar ese rostro”, explicó Marcelo Bernstein, especialista consultor en cirugía plástica e integrante del Comité de Prensa de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica Estética y Reparadora (SACPER) en una nota de La Nación publicada a principios de noviembre llamada “Por qué la pandemia disparó las cirugías estéticas en la Argentina”.
Combatir para creer
Los más jóvenes son los más sensibles al impacto de una imagen irreal, no porque no sepan que es falsa sino porque creen que verse de cierta forma es la norma que deben seguir.
Hace poco estalló una polémica en Estados Unidos con la empresa Lifetouch que se dedica a hacer fotos de niños y adolescentes en las escuelas. Ofrecía a los padres retocar las imágenes por un pago extra pero el proceso terminaba eliminando pecas, dientes chuecos y hasta el audífono de un niño sordo. Esa alteración encendió las alarmas y la ira de la madre del chico: “Le está enviando el mensaje de que parte de lo que es, su pérdida de audición, es algo de lo que debe avergonzarse”.
Otra mostró el antes y después de un chico en su cuenta de Twitter y dijo: “Los niños no necesitan retoques. Nadie lo necesita, en realidad. Enseñémosles que amamos sus dientes, sus cicatrices y sus marcas...”
La lucha contra las imágenes irreales se está transformando en una batalla y un negocio al mismo tiempo.
Microsoft comenzó a invertir en una compañía llamada Truepic que se dedica a verificar si el video o la foto que vemos es real o falsa. La empresa rastrea los metadatos de una imagen y utiliza criptografía para proteger la foto original de alteraciones digitales. Su misión es que los usuarios sepan que lo que ven puede no ser real y ofrecen herramientas para descubrirlo.
Los retoques hacen que no podamos confiar en lo que vemos pero es más preocupante que pensemos que son necesarios para armar la percepción que se tenga de nosotros mismos.
Realidad alterada
El problema de vivir rodeado de imágenes irreales tiene un impacto en la salud mental y no es solo una percepción. Hace un par de meses se filtró un informe interno de Facebook que señalaba que “un 32% de chicas que dicen que cuando se sienten mal con su cuerpo, Instagram las hace sentir peor”. El estudio llamado ‘Los archivos de Facebook’ revela que la empresa de Mark Zuckerberg, que es dueña de Instagram y WhatsApp, sabía del impacto negativo de las conductas que se promueven en la app. El informe, publicado por el Wall Street Journal. señala que no se hizo nada para luchar contra el problema de salud mental, el aumento de la ansiedad y la sensación de sentirse menos valioso que provocan las publicaciones en adolescentes y jóvenes.
El reporte afirma que Facebook conocía el problema desde 2019 pero en forma pública siempre se lo minimizó. Según el informe interno, se concluyó que “las comparaciones en Instagram pueden cambiar la forma en que las jóvenes se ven a sí mismas”.
Ese estudio es del 2020 pero ya en 2019 había otro que señalaba algunas conclusiones preocupantes como “empeoramos los problemas de imagen corporal en una de cada tres chicas adolescentes” y “los adolescentes culpan a Instagram de los aumentos en la tasa de ansiedad y depresión”.
Más perturbador aún es que el informe indicaba que entre los adolescentes encuestados surgieron declaraciones que revelaban problemas mentales. Los pensamientos suicidas debido al efecto de Instagram fueron algunos de ellos y lo manifestaron 13% de los usuarios británicos y 6% de los estadounidenses.
¿Cómo respondió la empresa tras la filtración? Instagram emitió un comunicado en el que apoyan las conclusiones de los informes y asumen el “compromiso de comprender los problemas complejos y difíciles”.
“En Instagram, analizamos los beneficios y los riesgos de lo que hacemos. Estamos orgullosos de que nuestra aplicación pueda dar voz a aquellos que han sido marginados, que pueda ayudar a amigos y familiares a mantenerse conectados desde todos los rincones del mundo, que pueda impulsar el cambio social; pero también sabemos que puede ser un lugar en el que las personas tengan experiencias negativas”, señalaron.
Una de las acciones para hacer cambios es ir ocultando progresivamente el número de ‘Me Gusta’ en las publicaciones. Consideran que es una forma de reducir la presión y la ansiedad. Prometen más modificaciones pero no se sabe cuales serán ni cuándo llegarán.
El país que prohibió los filtros
Noruega se transformó en el primer país en poner un límite a los filtros por ley. Concretamente prohíben a marcas y a influencers utilizar alteraciones que distorsionen una imagen o un producto. ¿La razón? Buscan luchas contra la publicidad engañosa y a desterrar estereotipos de belleza perjudiciales. La ley se aprobó el 1 de julio, con 72 votos a favor y 15 en contra y establece que los que utilicen retoques en sus imágenes deben señalarlo con una etiqueta.
Los que publiquen imágenes sin las reglas que establece la normativa no sólo deberán eliminar las imágenes sino que también recibirán una multa.
La ley noruega abarca a todas las redes sociales pero apunta especialmente a una: Instagram. La app de fotos y videos es calificada por muchos como la más dañina para la salud mental porque es la que más exhibe imágenes alteradas que promueven estilos de vida y cuerpos irreales.
Aunque Noruega es el primero en establecer una ley general, no es la primera vez que un país toma acciones. Francia obliga al mundo de la moda a indicar en las publicaciones cuando hace retoques con Photoshop y aclarar que el producto puede ser distinto en la realidad.