¿Quién no extraña la duración de batería de casi una semana de nuestro celular de 2003 en comparación a la carga de nuestro smartphone actual que apenas dura un día?
El pequeño dispositivo que tenemos en la mano es el mejor ejemplo de cómo el desarrollo tecnológico requiere grandes consumos de energía. Nuestro viejo celular no hacía ni el 10% de lo que hace nuestro teléfono en 2024 y el “precio” lo paga la batería.
El consumo eléctrico de la tecnología se incrementa cada año y la expansión de la inteligencia artificial representa un paso en esa evolución, aunque esta vez el panorama parece más preocupante.
Alex de Vries, fundador de la plataforma DigiEconomist, comentó a la Revista Joule: “Teniendo en cuenta la creciente demanda de servicios de IA, es muy probable que el consumo de energía relacionado con la IA aumente significativamente en los próximos años”.
¿Cuánta energía requiere la IA?
El planeta consume 85 billones de kilovatios hora por año y los expertos se preguntan qué impacto tiene el uso de la inteligencia artificial.
Aunque no hay datos certeros, la Agencia Internacional de Energía (IEA) en su último reporte estima que el consumo eléctrico de los centros de datos de la IA podría duplicarse para el 2026.
Para graficar mejor el panorama, la IEA calcula que los servidores de las empresas de IA consumían un estimado mundial de 460 teravatios hora (TWh) en 2022, equivalente al 2,2% del total de electricidad en uso, y que pasarán a usar más de 1.000 TWh en 2026. Esa inmensa cantidad de energía equivale al uso anual de Japón.
Otra estimación establece que Google, donde se procesan unas 9.000 millones de búsquedas al día, elevaría su consumo hasta los 29,2 TWh al año si suma la inteligencia artificial generativa a su motor de búsqueda, algo similar al consumo anual de electricidad de Irlanda.
Otra investigación, esta vez de The New Yorker, calcula que solo ChatGPT, la IA generativa de OpenAI, consume más de medio millón de kilovatios hora para responder a unos 200 millones de peticiones diarias. Esa cantidad de energía es la misma que consumen 17.000 hogares estadounidenses.
Pero no solo la IA requiere mucha energía sino también otros desarrollos como los autos eléctricos y las criptomonedas. Se cree que estas últimas podrían alcanzar un consumo 160 TWh para 2026 ya que se espera un crecimiento de 40% en su utilización y aunque es mucha energía, está muy por debajo del que requiere la IA.
Entre la solución y el pesimismo
Los mayores consumidores energéticos son los más preocupados en encontrar una solución, no tanto por el impacto ambiental que generan sino por los costos que representa.
El tiempo apremia, según la IEA. En 2023 el consumo global de energía creció 2.2% y ese porcentaje se dividió entre combustibles fósiles y energías renovables, aunque estos últimos son la porción más chica dentro de la generación eléctrica.
El más pesimista es Elon Musk, uno de los empresarios que más ha contribuido al incremento del consumo eléctrico. Según expresó, nos dirigimos a una “sequía de energía” y asegura que la IA se quedará sin transformadores en 2025.
“La computación de la inteligencia artificial en la nube parece estar aumentando en un factor de 10 cada seis meses. Esto no puede continuar a un ritmo tan alto para siempre. Nunca he visto algo parecido”, afirmó Musk.
Aquí es donde la energía nuclear aparece en escena. La secretaria de Energía de Estados Unidos, Jennifer Granholm, ha afirmado que esa generación energética podría enfrentar la alta demanda que implica la inteligencia artificial.
Sam Altman, CEO y fundador de OpenAI, coincide y anunció recientemente que ha invertido en emprendimientos de energía nuclear para alimentar sus modelos de IA.
Camino sin retorno
Todos coinciden en que el consumo eléctrico subirá y el costo energético crecerá.
Alex de Vries, de DigiEconomist, prevé que la producción de servidores de IA se expandirá y pronto.
Las estimaciones apuntan que para 2027 el consumo mundial de electricidad vinculado a la IA podría aumentar entre 85 y 134 TWh anuales, una cantidad equivalente al consumo energético de Argentina.
“El crecimiento potencial pone de manifiesto que debemos tener muy en cuenta para qué utilizamos la IA. Hace un uso intensivo de la energía, así que no queremos ponerla en todo tipo de cosas en las que realmente no la necesitamos”, afirma de Vries.
Impacto en el hogar
Nuestra casa es blanco de nuevas tecnologías y de esfuerzos por imponer la eficiencia energética a pesar de que creció significativamente nuestra electrodependencia, especialmente en nuevas construcciones sin acceso a gas natural.
Aunque muchos electrodomésticos tradicionales se hicieron más eficientes a la hora del consumo energético -heladeras, televisores o lavarropas- también reemplazamos los que no usaban enchufe por otros que requieren electricidad como pavas, hornos, termotanques o freidoras.
Aunque en una escala muy inferior, nuestro hogar sigue el ritmo del desarrollo tecnológico y ve cómo se dispara el consumo eléctrico.
Todo esto tiene un impacto en nuestra factura y el uso de la IA podría escalarlo aún más si las grandes empresas generadoras de energía deben hacer un esfuerzo extra para satisfacer la demanda.