San Martín y Güemes cumplieron un rol protagónico en la crisis política que tumbó el gobierno de Carlos Alvear y abrió las puertas al Congreso soberano que declaró la independencia de las Provincias Unidas en 1816, en medio de un contexto internacional adverso y el reflujo de la revolución en el sub-continente.
El “suspirado día en que veamos nuestro Congreso” -como lo expresó el gobernador salteño- verifica tal pretensión que era correlativa a la adhesión al sistema de unión o unidad para gobernar la revolución junto a la convicción de erigir la monarquía incaica auspiciada por Belgrano a su regreso de Europa.
La común agenda política gravitó en un nuevo capítulo institucional en 1819 cuando San Martín y Güemes juraron la constitución centralista y aristocrática emanada del congreso que también fue jurada en Tucumán en medio de las fiestas mayas, y en Santiago de Chile por el pleno de la oficialidad y las tropas del ejército de los Andes en la que el general Las Heras pronunció una encendida proclama que erigía la constitución como “la ley que refrena al despotismo, que protege al ciudadano y consolida la libertad de la Nación”.
Se trataba de solidaridades políticas de relieve en torno al presupuesto básico del denominado “plan continental” el cual previa la asociación o alianzas de Estados independientes, el de Chile y el de las Provincias Unidas para emprender la campaña sobre Lima en su doble vertiente marítima y terrestre con el fin de dispersar o multiplicar los frentes de guerra del enemigo.
Esa razón explica la designación del general Martín Miguel de Güemes como Jefe del Ejército de Observación en vísperas de la partida de la Expedición Libertadora al Perú. Una designación que realizó el mismo San Martín después de haber reanudado el vínculo con los oficiales y jefes del ejército en Rancagua que expresaba con extrema nitidez el componente político-territorial asociado con la experiencia de las ya disueltas Provincias Unidas de Sud- América. En ese lapso, Güemes volvió a demostrar su capacidad para movilizar recursos en la jurisdicción bajo su mando, a despecho de la resistencia del gobernador tucumano Bernabé Araoz quien ya había reasumido la soberanía de su provincia en detrimento del gobierno general, y con el apoyo del gobernador cordobés, Juan B. Bustos, a quien le reclamó la organización de un congreso a realizarse en Catamarca para restablecer la unión entre las provincias disueltas del poder central. Un objetivo que colisionó con los intereses del gobernador mediterráneo, y que precipitó la fractura del capital político del memorable líder de los gauchos salto-jujeños movilizados desde 1812 para defender la patria, bienes y familias del acecho persistente de las fuerzas realistas.
Ese momento sombrío tuvo un final trágico el 17 de junio de 1821: ese día Güemes recibió un balazo en la espalda mientras conducía una partida de gauchos para expulsar la última incursión realista en territorio salteño. Los funerales en la capilla de Chamical fueron austeros; dos años después, el gobernador Gorriti, resolvió trasladar sus restos para rendirle honores en la ciudad. Solo a fines del siglo XIX, y a semejanza de otros personajes o héroes de la independencia, las elites políticas e intelectuales salteñas rescatarían su figura para amalgamar la identidad provincial e integrar la lucha librada por Güemes y sus gauchos en las narrativas fundacionales de la nación argentina.