Si un extranjero está aprendiendo nuestra bella lengua, se encuentra con la grave dificultad de interpretar adecuadamente frases y locuciones coloquiales, cuyo valor significativo no proviene de la suma de los elementos que las componen, sino de las connotaciones que encierran.
Hoy vamos a comprobarlo con locuciones varias formadas con “diente”: una persona realiza una acción con disgusto, con repugnancia y, entonces, se dice que obra “a regañadientes”. Hay quienes sienten dentera por lo agrio; se dice, en ese caso, que “se le alargan los dientes”; pero esta locución puede también usarse coloquialmente con el valor figurado de “desear algo con vehemencia”: “Se le alargan los dientes por ejercer allí el poder”.
Lo contrario puede marcarse con la frase coloquial “crujirle/rechinarle a alguien los dientes” que señalará que una persona padece con mucha desesperación una pena: “Al ver cómo sufrían sus padres por esta peste, le crujían los dientes”.
A veces, nos preparamos ansiosos para comer, sobre todo si la comida se encuentra pronta; entonces, decimos “aguzar los dientes”: “El aroma de un manjar exquisito nos hace aguzar los dientes”. Afortunadamente, aquí no estamos en guerra, pero la inseguridad reinante lleva, en situaciones conflictivas, a “armarse hasta los dientes”, esto es, a ir bien aprovisionado de armas.
En situaciones de miedo o de intenso frío, se suele “dar diente con diente”, mientras que, en ocasiones en que se obra con falta de sinceridad, ya en ofertas, ya en cumplimiento, se dice que la persona actuó “de dientes afuera”. Sabemos que un perro enojado gruñe y muestra los dientes; pero eso se hace extensivo a los humanos pues “enseñar los dientes a otra persona” significa “amenazarlo o, por lo menos, resistirlo”.
Hay dos locuciones relacionadas con el hambre y el deseo de comer: “Estar a diente” se dice de quien, a pesar de sus ganas, no ha comido: “Con lástima veíamos a los huérfanos que estaban a diente, a pesar de ser ya pasado el mediodía”. También, si se tiene mucha hambre, puede decirse “estar diente, como haca de atabalero/ de bulero / de cominero”. Esta expresión, de uso en España, nos resulta desconocida en Mendoza. Todos hemos escuchado a alguien hablar “entre dientes”: con ello se da a entender que las palabras se articulan de un modo apenas perceptible o inteligible. En el ámbito de la comida, decir que “no hay para untar un diente” es sinónimo de que hay poca comida, de igual modo que “no llegar a un diente”. Y si una persona es muy comedora, se dice que “tiene buen diente”. Muy ilustrativa resulta la locución “sudarle a alguien los dientes” que señala que una tarea le cuesta mucho: “Me sudan los dientes con la ejecución del proyecto”.
Y ya que estamos con los dientes, veamos qué puede formarse con el vocablo “boca”: si se trata de una persona muy maldiciente, se la llama “boca de escorpión”; si alguien observa demasía en el pedir, se lo llama “boca de fraile”; y si habla con excesiva blandura y no se le entiende, se lo llama “boca de gachas”, frase que también se aplica a quien, por producir mucha saliva, salpica con ella.
Existe una locución que significa “de improviso, sin preparación alguna; se trata de “a boca de jarro” o “a bocajarro”: “Me sorprendió con la dura verdad, a boca de jarro”. En otros contextos, esta locución equivale a “desde muy cerca, a quemarropa”: “Se trató de un tiro a boca de jarro”. También es muy usada la expresión “a pedir de boca”, que significa “tal como se deseaba, con toda propiedad”: “Todo se resolvió a pedir de boca”. La tendencia humana a la maledicencia o, por lo menos, a la propalación de noticias, queda patente en tres locuciones: “Andar de boca en boca”, “Andar en boca de alguien” y “Andar en boca de todos”: “Ya la triste nueva anda en boca de todos”; “Es desagradable que, por su conducta, ande en boca de los opositores”.
En relación también con la tendencia a no ser discretos, se da “buscar a alguien la boca”, cuando se le da motivo para decir lo que debería mantener callado: “Por favor, no me haga hablar, no me busque la boca”. Asimismo, “calentársele a alguien la boca” se aplica cuando una persona se explaya excesivamente sobre un punto; también, si por estar enardecido, estalla en palabras desagradables”: “La discusión se tornó áspera y a ambos contrincantes se les calentó la boca”. Lo contrario es “callar/cerrar la boca” que puede indicar la orden de hacer silencio o la intención de no revelar algo secreto: “Estoy cansada de oírte, ¿podrías ya callarte la boca?” y “Tenía miedo al castigo y prefirió cerrar la boca”.
Horrible es un lugar al que se llama “boca de lobo” dado que es un sitio muy oscuro . Si alguien se ha quedado “con la boca abierta” significa que se ha quedado admirado por alguna causa: “Estamos con la boca abierta por tantas novedades”.
La falta de sinceridad está presente en “halagar con la boca y morder con la cola”, o sea, se muestra como amigo y procede como enemigo. Hay una diferencia entre estas locuciones tan parecidas, “Irse alguien de boca” e “Írsele la boca a alguien”; en el primer caso, se indica un actuar irreflexivo; en el segundo, que se habla de modo imprudente. El silencio y la discreción aparecen en “no decir esta boca es mía”, que indica que no se pronuncia palabra. “¡La boca se te haga a un lado/se te haga chicharrón!” es un conjuro si alguien ha mencionado posibles males. Y no es aconsejable “meterse en la boca del lobo” ya que supone exponerse, sin necesidad, a un peligro cierto.
Y seleccionamos a modo de cierre, la locución mexicana “saberle a alguien la boca a medalla”, con dos valores: que se estuvo mucho tiempo sin hablar o que se tiene resaca por haber bebido en exceso.
* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.