En nuestras comunicaciones cotidianas, usamos más de una vez las palabras con un valor significativo que no es el primero que aparece en el diccionario. Es necesario indagar en qué contexto aparece el término y ver a qué otros vocablos se asocia a fin de lograr saber con exactitud qué se quiere decir. Es lo que nos sucede con la locución que encabeza nuestra nota de hoy: “A brazo partido” tiene el significado de “a viva fuerza”, como en “Su labor es digna de alabanza pues ha luchado a brazo partido para lograr su objetivo”. Connotación también positiva posee la locución “con los brazos abiertos”, puesto que significa que se recibe o admite algo o a alguien con agrado y complacencia: “Vaya con confianza pues allí lo esperan con los brazos abiertos”.
Cuando la lucha por una meta se da en un pie de igualdad entre varios, se dice que lo hacen “brazo a brazo”, esto es, cuerpo a cuerpo y con iguales armas. Y hacer una tarea “a brazo”, nos está indicando que se realiza “de forma manual, sin máquinas”: “En ese establecimiento, los operarios trabajan a brazo, nada está mecanizado”.
Hay también locuciones en que prima lo negativo: el desaliento se expresa diciendo que a alguien “se le caen los brazos”; la inactividad y la ociosidad se evidencian en la locución “con los brazos cruzados”: “No me ayudó sino que se quedó con los brazos cruzados”. Esta locución también puede señalar la impasibilidad de una persona que no hace nada para evitar algo malo: “Vio venir semejante ataque, pero permaneció con los brazos cruzados”. Es semejante esta locución a la que dice “cruzarse de brazos”: “Advirtió mis esfuerzos, pero se cruzó de brazos”.
Existen dos acepciones para la locución verbal “arrancar alguien el brazo a algo”: la primera es “aceptar una proposición ventajosa”, como en “La oferta de promoción lo tentó y el gerente le arrancó el brazo”; la segunda acepción es “aprovechar la oportunidad de adquirir, lograr u obtener algo”: “No dejó pasar semejante ocasión y supieron hábilmente arrancarle el brazo”.
Si una persona es obcecada y persiste en una determinada postura, se dice que “no da su brazo a torcer”.
En cambio, afirmar de alguien que “tiene brazo” es decir, coloquialmente, que posee mucha robustez y fuerza: “Lo va a conseguir porque tiene brazo”.
Cuando una persona, después de haber hecho grandes gastos, todavía posee caudal de reserva, se usa la locución verbal “quedar el brazo sano”: “Quédese tranquilo, a pesar de que ha hecho una gran inversión, todavía le queda el brazo sano”.
Algunas formas de “brazo” las usamos en forma cotidiana para señalar, por ejemplo, el “poder, valor o esfuerzo” de una persona, como en “En esta magnífica obra se ve el brazo de José”.
También “brazo” es la parte de una colectividad que se encarga de una determinada función: “En esta gestión, ellos constituyen el brazo cultural”. Se vincula a ello, la expresión “brazo derecho” porque sirve para nombrar a la persona de máxima confianza de otra, su estrecho colaborador: “Si yo no estoy, déjeselo a Ignacio, mi brazo derecho”.
Y a todos nos ha gustado comer una porción de “brazo gitano” o “brazo de gitano”, postre formado por una capa delgada de bizcocho, enrollada en forma de cilindro, con crema o dulce por encima y en su interior.
Al describir la parte física de un lugar, se puede hablar de “brazo de mar” y de “brazo de río”: en el primer caso, se alude a un canal del mar, ancho y largo, que llega tierra adentro; en el segundo, se nombra una parte del río que se separa de él y corre independiente hasta que vuelve a reunirse con el cauce principal o vuelca sus aguas en el mar.
Alguna vez, en jornadas laborales de protesta, hemos oído la expresión “huelga de brazos caídos”. Se trata de un movimiento de protesta para reivindicar derechos de los trabajadores, consistente en acudir al sitio habitual de trabajo y en permanecer inactivo.
Nos hemos referido a las locuciones formadas a partir del vocablo “brazo”, que designa una de las extremidades de nuestro cuerpo; ahora, nos detendremos en ver cuáles encontramos con “pierna”: en primer lugar, la que forma parte del título de hoy, “a pierna suelta/tendida”, que significa “sin preocupación, tranquilamente”. Generalmente, acompaña al verbo “dormir”: “Los fines de semana, me agrada dormir a pierna suelta, sin límite horario”.
Si una persona se ve frustrada en su accionar, por factores que imposibiliten su desempeño normal, se usa la locución “cortar a alguien las piernas”: “Con tantas restricciones, le cortaron las piernas a José para ejecutar su proyecto”.
Cuando permanecemos mucho rato inmóviles, sentimos que nuestras extremidades inferiores se han entumecido y, entonces, es necesario “estirar las piernas”: “Salgamos, después de tantas horas sentados, a estirar las piernas por el parque”.Otra locución verbal coloquial, hoy desusada, es “echar piernas” como equivalente a “preciarse o jactarse de galán o valiente”.
No es positivo decir de alguien que es “flojo de piernas”, pues significa que es cobarde: “Vamos, ahora no ceda ni sea flojo de piernas”.
En la Argentina y Uruguay, se habla de “hacer pierna” en el sentido de “contribuir”; es más, en los glosarios de modismos criollos, figura esta locución referida al juego, con el significado de “completar el número necesario de jugadores, generalmente de naipes, para una partida”. La locución aparece asociada al valor que “pierna” posee en esos países, para designar a la persona dispuesta a prestar compañía. Y, especialmente en nuestro país, según el diccionario académico, es cada uno de los individuos que se reúnen para jugar, particularmente a la baraja.
Concluimos con algunas paremias: “A la mala costumbre, cortarle las piernas para que no avance” alude a la necesidad de ser drástico a la hora de terminar con hábitos malos para no permitir su crecimiento; “El brazo a trabajar, la cabeza a gobernar” presenta, en su estructura dual, la oposición entre la obra, que necesita ser hecha en forma manual, y el gobierno de una entidad, cualquiera sea, que precisa de una mente que la rija.
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo