Que desempeño escolar y nivel socioeconómico van de la mano, nadie lo duda. Menos ahora que Argentinos por la Educación cruzó datos de las pruebas Aprender con la Encuesta Permanente de Hogares y pudo graficar la premisa claramente. Es preocupante porque 40% del estudiantado argentino que logra terminar la secundaria vive en situación de pobreza.
Hay excepciones que confirman la regla y nos sorprende cada vez que conocemos la historia de adolescentes en condición de vulnerabilidad que logran destacarse académicamente.
Un primer informe nacional difundido en mayo por la organización de la sociedad civil ya marcaba algunas diferencias: 63,7% de los alumnos que asisten a escuelas de gestión privada completan su educación en tiempo y forma, mientras que en las estatales lo hace 36,6%. Y además, destacaba que de esos estudiantes que terminan la escuela en el plazo previsto, sólo 16% tienen los saberes esperados.
Pero eso no es todo; pudimos saber algo más de esas chicas y chicos: de los 16 de cada 100 estudiantes que terminan la secundaria en tiempo y forma con los saberes esperados, 8 pertenecen al tercil socioeconómico más alto, 5 al tercil medio, y solo 3 al tercil más bajo. Las madres con educación superior también influyeron en ese desempeño.
El análisis de fines de agosto profundiza en la pobreza y advierte que cuatro de cada 10 adolescentes que termina el nivel Medio vive en esa situación. Como también publicó Los Andes, entre los estudiantes del último año de secundaria en situación de pobreza, sólo 14% tiene buen desempeño en Aprender.
Y una vez más se observó que el nivel educativo de las madres puede hacer la diferencia: entre los estudiantes con buen desempeño, 35,5% tiene madres que alcanzaron el nivel secundario completo o más, mientras que en el caso de aquellos estudiantes con bajo desempeño, ese porcentaje es de 27,2%.
Otro factor que se considera un protector es el acceso a libros que hay en la vivienda, ya que sólo en 8,3% de los hogares de los estudiantes con buen desempeño no hay libros mientras que en el caso de los estudiantes con bajo desempeño ese porcentaje aumenta a 22%.
Los obstáculos para lograr un mejor rendimiento tienen que ver con la cantidad de hijos de alumnas y alumnos y la necesidad de salir a trabajar.
Por otro lado, la percepción que las chicas y los chicos tienen sobre los aprendizajes tienen una estrecha relación con los desempeños en las pruebas Aprender. “Aquellos con buen desempeño sostienen que les es, en promedio, más fácil comprender y escribir un texto, exponer oralmente y resolver problemas. También expresan en mayor proporción disfrutar matemática y tener un mayor interés por la asignatura”, resume Argentinos por la Educación.
Asimismo, los estudiantes de buen desempeño identifican un clima positivo en mayor medida que aquellos de bajo desempeño.
¿Una luz en el horizonte?
En este contexto y para evitar que se siga profundizando la relación “mayor pobreza / menor desempeño”, aparece como una luz en el horizonte la posibilidad de incrementar las horas de clases en un centenar de escuelas mendocinas primarias, entre las políticas educativas que se toman con la meta de revertir los magros resultados que dejan las pruebas estandarizadas.
Sin embargo, también es necesario un cambio de chip en maestras, maestros, profesoras y profesores. Entre las estrategias innovadoras y las “buenas prácticas”, hay quienes tiran para atrás y retroceden siglos: se paran frente a esas caritas marcadas por la condición social en las que le tocó nacer y los miran con prejuicios.
“Qué les voy a enseñar si no entienden nada”... “Este grupo no sabe lo básico”... “Nunca van a aprender”... estas frases -y otras por el estilo- salen de boca de docentes que pretenden que todas y todos sus estudiantes repitan el mismo patrón. Y, a veces, son ellos mismos quienes no entienden cómo abordar grupos con niñas y niños que han accedido a los aprendizajes de otra manera. Otras veces, esos docentes no tienen claro cuál es el objetivo de brindar determinados contenidos en la escuela.