Cuando se inició esta cuarentena muchos comenzamos, instintivamente, a intentar replicar lo que hacíamos de manera presencial en el mundo virtual. Pero no sólo llevamos la “asignatura” de lo presencial a lo virtual, sino que nos preocupamos por saber cómo estaban los alumnos, cómo vivían este tiempo y cómo podían seguir aprendiendo.
Esta pandemia parece haber apurado algunas preguntas: ¿qué escuela queremos?; ¿qué papel juegan los valores?; ¿cómo enseñamos solidaridad, valentía o benevolencia en tiempos de encuentros remotos?
Puede sonar paradójico, pero como educadores tenemos el desafío de llenar de sentido los contenidos. Es decir, así como existe un aspecto teórico, también existe uno práctico y los contenidos pueden ser vehículo de esos valores. No llegaremos a ningún lugar discutiendo si en los jóvenes pesará más su formación académica o en valores. Los valores no pueden ser un adicional que está más allá de la línea de llegada. No pueden pensarse por separados. No podemos pensar una competencia profesional por afuera de la competencia moral. Nadie puede ser un buen abogado o enfermero si no es una buena persona. La educación moral es inherente a la tarea docente. Aunque maestros y maestras no se lo propongan, están haciendo una educación moral. Se puede entender que la moral se construye en el diálogo con uno mismo y con los demás. Y la educación es eso: diálogo, palabra, “logos”, verdad.
Pero ¿cómo podemos transmitir esos valores? Por un lado, todos los maestros los transmiten a través del ejemplo, con cada acto. Sin embargo, las asignaturas también permiten trabajar los valores. Y no sólo en la clase de historia se puede hablar de conflictos, de dilemas. En matemática también se puede analizar críticamente la información, la tolerancia, la solidaridad y la cooperación entre los estudiantes.
Como educadores, se trata es de estar con el otro, y concretamente de estar al lado de su trayectoria y no sólo en el resultado. Sigamos pensando a qué escuela queremos volver. En estos tiempos que tanto se habla de evaluaciones podemos aspirar a un saber emancipador que nos acompañe en cada decisión, durante toda la vida.