Seguramente, al leer el título de hoy, muchos están imaginando cómo es la expresión completa: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Antes de referirnos a su significado específico, hemos de ver la riqueza que encierra en sí el vocablo ‘río’.
El valor más conocido es “Corriente natural de agua que desemboca en un lago, en el mar o en otra corriente”: Ese río desagua en el Atlántico.
De esta primera acepción surge aquella metáfora que aparece en las Coplas de Jorge Manrique: “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir”.
También el pensamiento de Heráclito “Ningún hombre pisa dos veces el mismo río, porque no es el mismo río y él no es el mismo hombre”.
Y los versos de Borges, “Mirar el río hecho de tiempo y agua / y recordar que el tiempo es otro río, /saber que nos perdemos como el río / y que los rostros pasan como el agua”.
El común denominador es la idea de ese eterno fluir de las aguas, sin vuelta atrás.
Además de estos primeros valores, el vocablo ‘río’ puede aludir a la gran abundancia de un líquido o de elementos que fluyen y se mueven: Gastaron ríos de tinta en producir ese material. Dicen que en esa guerra corrieron ríos de sangre. Análogamente, se denomina ‘río’ a una gran afluencia de personas: Había ríos de jubilados hoy ante los bancos.
Lo que nos interesa es la combinación de este vocablo con otros, que nos proporcionan locuciones como “apear el río”, hoy desusada y que significa “vadearlo a pie”; y si queremos indicar que alguien se va a rejuvenecer, usaremos otra locución: “se baña en el río Jordán”.
En cambio, cuando hay una situación desesperada y se propone, para salir de ella, una solución extrema, se utiliza la locución “de perdidos, al río”, no muy conocida por los mendocinos.
Y, al mirar el título de la columna de hoy, encontramos ‘a río revuelto’, que el diccionario académico define como “en la confusión, turbación y desorden”; semejante es “pescar alguien en río revuelto”, locución verbal que conlleva la idea de aprovecharse de alguna confusión o desorden en beneficio propio. Como es dable observar, estas dos locuciones constituyen la base de la paremia que titula el artículo de hoy. De ella nos dice el Refranero multilingüe del Centro Virtual Cervantes: “Del mismo modo que aparece más pesca cuando las aguas de un río se revuelven, en las situaciones confusas o cuando se producen cambios o desavenencias, hay quienes sacan beneficio pues se aprovechan de tales circunstancias”. Paremia de origen español, es muy usada aún en la actualidad y su existencia puede rastrearse, desde hace varios siglos, en obras literarias como La Celestina o La pícara Justina.
En el mismo refranero, encontramos otras paremias como Cuando el río suena, agua lleva. Es muy clara la explicación: de cualquier indicio, se puede llegar a inferir una conclusión. Son variantes: Cuando el río suena, piedras trae y, casi igual, Si el río suena es porque piedras trae.
Pondera la humildad de los grandes el refrán Donde va más hondo el río, hace menos ruido. Se exalta la discreción de los verdaderos sabios que, aunque muy inteligentes, rehúyen la ostentación.
También nos da el Instituto Cervantes el refrán En el río que no hay peces, por demás es echar redes. La idea clave es la inutilidad pues resulta en vano pretender algo cuando es imposible, sin condiciones favorables.
Y si hemos hablado de ‘río’, quizás resulte pertinente aludir a la presencia de ‘agua’ en el ideario común y en el refranero. De las locuciones; tomamos ‘agua de borrajas’, expresión que señala que una cosa, en principio de aparente importancia, en realidad carece de ella; se la compara, entonces, a la infusión preparada con las flores de esta planta.
Para decir que un asunto ha perdido el interés y que es ya cosa del pasado, se usa la expresión ‘agua pasada’: Me olvidé de esa ofensa pues ya es agua pasada. Otra locución coloquial es ‘ahogarse en un vaso de agua’, que resta valor a una preocupación y la considera algo liviano: Te estás ahogando en un vaso de agua ya que esto es algo fácil de resolver.
Un asunto patente y evidente será ‘claro como el agua’; si una persona hace algo en vano, se dirá que ‘echa agua en el mar’ y, en cambio, si la situación es difícil y no se sabe si ser cuidadoso o no, se dirá que está ‘entre dos aguas’. Cuando esa indecisión se le atribuye a alguien, carente de energía o de personalidad, se dirá que es ‘agua tibia’. Y si el problema se agudiza y se torna de difícil resolución, se dirá que ‘entra agua al bote’.
Desagradable resulta afirmar de una persona que ‘lleva agua para su molino’: ella dirige en su provecho todo aquello de lo que puede disponer. La expresión completa es ilustrativa: Cada uno quiere llevar agua a su molino y dejar seco el de su vecino.
Para terminar, dos paremias no comunes en nuestro medio, muy elocuentes: No firmes carta que no leas ni bebas agua que no veas, consejo que recomienda ser prudentes en todo momento, sobre todo, a la hora de firmar algún documento no demasiado claro o de tomar participación en algún asunto cuya transparencia no resulte evidente.
Cierro con una paremia, a modo de reflexión, en esta difícil situación que nos toca atravesar: Después de los años mil, vuelven las aguas a su carril. El mensaje es claro: después de un tiempo, aparentemente interminable, las situaciones tornan a su cauce y lo malo parece disminuir.
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.