Me afilié al Partido Demócrata de Mendoza en 1983, unos meses antes de la apertura democrática. Pero yo me sentía afiliado al partido conservador que tan alto puso a Mendoza durante el siglo XX, diría que desde siempre. “Los gansos hicieron esta provincia”, solía escuchar en la mesa de mi casa, y bastaba con ver los caminos y la infraestructura para el desarrollo que habían dejado y que hasta hoy perdura. Ser ganso significaba -entre otros adjetivos menos virtuosos- estar entre gente que creía en el orden, en el progreso, en la cultura, en la libertad y en las mejores tradiciones.
Pero algo pasó con el partido centenario que fue desapareciendo poco a poco. Seguramente ese algo podría ser objeto de un análisis mucho más grande y minucioso que el que puede hacerse desde una columna gráfica. Una de mis hijas se afilió al PD de Mendoza, hace 12 años (hoy esa hija tiene 29) y lo hizo como un gesto de cariño y pertenencia hacia mí y sus antepasados, alguno de ellos fundador del viejo partido. Se afilió con la esperanza de que alguna vez fuera convocada por lo menos por la Juventud organizada, pero ya el PD ni siquiera contaba con esa organización. Allí me di cuenta de que el ya pequeño partido, disminuido a su mínima expresión, con una hermosa sede en calle Sarmiento de nuestra ciudad, se había convertido en un oscuro salón en el que solo se tejían candidaturas entre cuatro o cinco dirigentes, dueños de apellidos provenientes de las viejas generaciones compuestas por hombres y mujeres que tanto brillo le habían dado allende los tiempos a la provincia y por supuesto, al propio partido Demócrata.
El concepto de “casta” me lleva a pensar en la estratificación social imperante en lo que fue la antigua -y moderna- cultura de la India. Marx habla de clases sociales para expresar en términos modernos la denominación de casta social. La palabra tiene su origen en el gótico Kastan, que significa linaje. Pero cuidado, que también se le llama “casto” o “casta” al hombre o a la mujer que se abstiene de practicar sexo.
Milei puso de moda la palabra casta con cierto éxito y lo hizo para referirse a los políticos que durante los últimos cuarenta años viven de la política ocupando diversos cargos.
En las últimas PASO, el voto disruptivo y quejoso a favor de Milei se impuso en Mendoza de manera clara, siendo una de las plazas electorales en la que más votos obtuvo el precandidato de LLA. Los casi invisibles candidatos nacionales que el Partido Demócrata exhibía, -luego de haber adherido en el último minuto de juego a la lista de Milei- de golpe se vieron favorecidos por el voto masivo que obtenía el precandidato a presidente de la ultraderecha liberal. Los dirigentes del legendario PD, exhibían una felicidad desproporcionada, con gestos descompuestos y espasmos nerviosos en razón de que se encontraban con una victoria que, ni lerdos ni perezosos, atribuyeron a las cualidades propias de sus candidatos y por supuesto, a las siglas del mismo PD. ¡Nada más lejos de la realidad! Imagino que, en un examen de conciencia severo y sincero, coincidirán los candidatos, los dirigentes del PD, y en general los votantes de Milei, que los votos obtenidos en las PASO no le pertenecen en absoluto a la agrupación conservadora provincial.
Por otra parte, desde la mirada que podría hacer Milei -y sus votantes de Mendoza- conviene que revise los postulados del propio espacio extremoliberal, como para que haya un poco más de coherencia. Conviene que vean y entiendan que, si están en contra de lo que ellos llaman “la casta” con una significación totalmente despectiva, no vengan después a votar a quienes pertenecen precisamente a una casta en decadencia como la que muestra el Partido Demócrata. Esos candidatos, provenientes de un linaje indiscutible, con apellidos que se repiten hasta el infinito, y que seguramente al nacer, sus parteros u obstetras le expresaron a sus madres: “señora, usted ha tenido un hermoso diputado (o una hermosa diputada si es mujer)”. ¿Señor Milei Ud. quería una casta más rancia que la que lleva en sus listas en Mendoza? No busque más, ya la encontró en los candidatos que le aportó el partido Demócrata de Mendoza.
Nunca quise desafiliarme al PD por una cuestión de honor: no me borraré en las malas. Por ello, esperaré a que resurja victorioso con su nuevo ropaje guarango, vulgar, grosero, para solicitar mi desafiliación formal.
Milei ha demostrado, al convocar en sus huestes a sindicalistas como a Barrionuevo, a los candidatos que Massa e Insaurralde le aportan a sus listas en la provincia de Buenos Aires, y al invitar a los actuales demócratas de Mendoza, que su crítica a la “casta” ha sido solamente un recurso electoralista que tiene tan solo las ventajas de una mentira de patas cortas. Los argentinos tenemos que darnos cuenta del fraude intelectual y moral que es Milei.
Con estos argumentos, ya no sé si decir que Milei y sus advenedizos políticos son la nueva o antigua “casta”, o si son “castos” y “castas” en el sentido de que les falta sexo, o si lo único que quieren y buscan es romper todo con una motosierra para que nadie tenga ya nada y para que el país vuele por los aires y se vaya definitivamente a la reboleada bosta.