Alfredo Cornejo va por la historia. En corrillos políticos circula una frase inverificable. Cuentan que, hace varios meses, en una charla con su círculo íntimo y especulando sobre la posibilidad de volver a ser candidato a gobernador y ganar, lo escucharon decir que se convertiría en “el nuevo Emilio Civit”.
Los libros de historia no mienten. Emilio Civit, quizás el político más trascendente que ha dado la provincia, logró ser elegido dos veces como gobernador de Mendoza. Primero en 1898, aunque sólo estuvo unos meses en el cargo ya que renunció para ser ministro de Obras Públicas del presidente Julio Argentino Roca, desde donde impulsó la expansión ferroviaria en la Argentina. Volvió a ser electo en 1906 y, esta vez, cumplió con su mandato, caracterizado por la conclusión del Parque General San Martín y por traer a Mendoza a referentes del urbanismo y el sanitarismo como Carlos Thays y Emilio Coni.
Un detalle, eran tiempos del Partido Autonomista Nacional (PAN) y no existía la ley Sáenz Peña, que introdujo el voto secreto y obligatorio. En esos tiempos había voto cantado, con padrones amañados, sólo votaban los hombres y, en casos, ese derecho se ejercía a punta de pistola.
Fue el primero, pero no el único. Desde la sanción de la ley Sáenz Peña, en 1912, apenas si hubo cuatro gobernadores que intentaron volver a serlo. Y uno de ellos lo logró. El primero en intentarlo fue el propio Civit quien, en 1918, fue derrotado, ahora con el “sufragio universal” reservado sólo a los hombres, por el caudillo radical José Néstor Lencinas.
Después, Ricardo Videla, gobernador electo en 1931 por el Partido Demócrata Nacional, sucesor del civitismo y origen del actual Partido Demócrata mendocino, fue quien en 1946 se enfrentó al naciente peronismo siendo derrotado por el electo Faustino Picallo y quedando tercero, detrás del radical Bautista Gargantini.
El único que en este período logró superar la “maldición de retorno” fue el demócrata Francisco Gabrielli.
Don Pancho, fue electo en 1961, durante la presidencia de Arturo Frondizi, con el peronismo proscripto y la UCR dividida en Intransigente y Del Pueblo. Ese mandato duró algunos meses ya que, en marzo de 1962, Frondizi fue derrocado por un golpe militar y Gabrielli debió dejar su cargo a manos de una sucesión de seis interventores federales que duraban unos pocos meses e, incluso, días en el sillón de la Casa de Gobierno.
Dos años después Gabrielli volvió a ser electo gobernador y hasta logró organizar las elecciones de las que surgiría su sucesor, el también demócrata Emilio Jofré, quien no llegó a asumir debido al golpe de Estado que, en junio de 1966, destituyó al presidente Arturo Illia y, por arrastre, a Gabrielli.
Don Pancho no se conformaría. Volvería a ser candidato a gobernador con el retorno de la democracia, pero terminó tercero, con apenas 13% de los votos, arrastrado por el desprestigio de que dirigentes del Partido Demócrata hubieran colaborado con la dictadura militar que se inició con el golpe del 24 de marzo de 1976. La ola alfonsinista llevó al radical Santiago Llaver, un viejo rival ideológico, al poder.
Justamente un radical, Roberto Iglesias, es el otro gobernador que intentó volver y no una sino dos veces. Elegido en 1999 como parte de la Alianza que depositó a Fernando de la Rúa en la presidencia, le tocó lidiar con las esquirlas de la explosión de la Convertibilidad y tomar decisiones que él mismo reconoce como dolorosas pero necesarias, entre ellas, bajar los sueldos de los empleados públicos.
El Mula fracasó cuando intentó volver. Primero, en 2007 cuando se opuso al acuerdo entre el gobernador Julio Cobos con el kirchnerismo y desde la UCR “pura” enfrentó a la fórmula radical K que encabezaba César Biffi en las elecciones que llevaron al peronista “puro” Celso Jaque a la gobernación. La segunda candidatura frustrada fue en 2011, cuando perdió ante el peronista Francisco Pérez.
Desde hace algunas horas, Cornejo, que tuvo aspiraciones de competir en ligas nacionales, entró en esta categoría. Seguramente se sueña mirándose en el espejo de Emilio Civit y de Don Pancho Gabrielli. Seguramente el espejo de Iglesias lo obsesiona.