A 7 días de las PASO, ya analizamos previamente en esta columna la personalidad de cada uno de los contrincantes más importantes de esta elección. El domingo que viene quizá no se sabrá aún quien de ellos será el nuevo presidente, pero sí se sabrá que táctica electoral coincide más con las preferencias de millones de ciudadanos sometidos a una crisis de gran magnitud que impide leer con alguna claridad las tendencias sociales que avanzan en las profundidades de la républica. República que no está perdida pero que está como perdida, como si no supiera a donde ir. Y a lo cual por ahora ningún candidato aporta mayor claridad. Tal vez si en las PASO se definen liderazgos más o menos nítidos, eso se empiece a ver.
Lo bueno es que esta vez las PASO serán PASO de verdad porque, como corresponde a su espíritu verdadero, no serán tanto -como fueron casi todas las anteriores- anticipos de la primera vuelta enfrentando a los partidos entre sí, sino internas donde se dirimirá quien manda en cada partido.
En estas PASO, se enfrentarán Sergio Massa contra Cristina Kirchner en el oficialismo. Horacio Rodríguez Larreta versus Patricia Bullrich en la principal oposición. Y Javier Milei versus el abstencionismo a ver quién representa mejor a la antipolítica o a la frustración contra todos los políticos.
Ideas, lo que se dice ideas, muchas no se debaten en estas PASO, ni siquiera programas. Tal vez los candidatos, tan o más despistados como el resto de los argentinos, estén esperando al domingo a ver dónde están parados los electores y luego, a partir de ello, iniciar la campaña por la primera vuelta diciéndoles lo que ellos quieren escuchar, porque no parece ser tanto lo que tienen para proponer.
Para llegar a estas PASO, el peronismo, boquiabierto y exhausto, con un gobierno reconocido por ellos mismos como de pésimo a peor, no perdió, sin embargo, un ápice de su voluntad e instinto de poder. Massa queriendo reconstruir el poder perdido haciendo que el oficialismo retenga la presidencia. Y Cristina, descreída de eso, preparándose para liderar la oposición a partir de diciembre.
Massa se ha convertido en una especie de hombre tridimensional, como lo demostró en su visita esta semana a Mendoza. En cada acto se viste con un traje diferente: a veces anuncia medidas y responde críticas como ministro de Economía de este gobierno, otras se presenta como candidato y hace promesas como si no tuviera nada que ver con el gobierno actual. A veces hasta se disfraza de Néstor Kirchner cuando éste era presidente y ofrece regalos de todo tipo a los mendocinos, aunque éstos no los recibamos nunca.
O sea, el hombre es a la vez ministro, candidato y presidente de hecho y para que todas esas funciones le sirvan para ganar intenta trasmitir un mensaje subliminal a la población: que si desaparecen de la escena política Cristina Kirchner y Alberto Fernández, él podrá hacer todo lo que hoy no puede hacer porque se lo impiden la inutilidad del presidente de forma y la intromisión permanente de la vicepresidenta. Él hoy es tres en uno para que mañana no haya más tres y quede solo uno. Y allí entonces todo será posible.
Para sumar busca convertir a Grabois en su colectora por izquierda y a Milei en su colectora por derecha sacándole votos a Juntos por el Cambio.
Cristina deja hacer pero no cree en lo que cree Massa y además no quiere que ocurra. Para ella hoy en la Argentina corren tiempos de derecha y entonces de lo que se trata es de parapetarse y reconstruir el poder que dilapidó Alberto desde un poderoso bunker, un fabuloso símil al fuerte de El Álamo llamado Buenos Aires. Ella, en un juego delicado, apoya a Massa para que su candidatura -más tirada a la derecha de época- le ayude a mantener en sus manos la gran provincia, pero sin qué él gane. Y allí es donde, claro, se enfrenta a todo o nada con Massa disputando ambos el liderazgo del peronismo del futuro.
Así como Massa promete un peronismo sin Cristina (pero que le permita a todos los dirigentes peronistas y a todos sus actores económicos socios, mantener sus actuales privilegios), Cristina promete una resistencia a la derecha que los suyos ya vienen imponiendo a través de dos estrategias: el golpismo anticipado y los gobiernos paralelos.
El golpismo anticipado son las advertencias que todo el oficialismo viene haciendo acerca de que de ganar Juntos por el Cambio, si se atreve a cambiar una coma del statu quo reinante, ellos le harán la vida imposible, no los dejarán gobernar. Y lo dicen con toda esa explicitud.
Los gobiernos paralelos son una copia del chavismo, ese que creaba en las intendencias donde gobernaban los opositores, una especie de superintendencias propias para ignorar a las votadas por el pueblo. Eso fue lo que quisieron hacer con Milagro Sala, un gobierno paralelo en Jujuy. Eso era el clan de Emerenciano Sena en Chaco. Eso es el intento de Alberto Rodríguez Saá de dejar a todos sus funcionarios en cargos permanentes. Y eso quieren hacer de Buenos Aires, un gran obstructor de toda política pública nacional que no le venga bien a Cristina. Instalar gobiernos paralelos en todos lados para preparar futuros golpismos. Hasta ahora no les está resultando, pero lo seguirán intentando hasta el final.
Más claras son las cosas en la principal oposición porque el domingo uno solo de ambos contrincantes sobrevivirá a la disputa presidencial y allí se verá cómo desean encarar el cambio la mayoría de sus electores.
Patricia Bullrich quiere hacer de Juntos por el Cambio una especie de Partido Popular español que ella presidiría con el estilo de Cayetana Álvarez de Toledo o Isabel Díaz Ayuso y basándose más en las cosas qué quiere hacer que en con quien hacerlas.
Mientras que Horacio Rodríguez Larreta quiere crear un gran frente antikirchnerista sumando todo lo que sea posible sumar. Sin ese frente él considera muy difícil hacer nada, incluso aunque pensara hacer lo mismo que Patricia. Se ha cansado de dar mensajes en ese sentido y son bien disruptivos para Macri, Patricia y el ala más liberal de Juntos por el Cambio. Así, apoya mucho más a un candidato radical para ganar la Capital que al candidato del Pro. Y de hecho apoyó más al peronismo de Schiaretti en Córdoba que a los suyos propios. Al revés de Patricia, se preocupa más de con quien hacer las cosas que qué cosas hacer. Una de esas dos concepciones se impondrá sobre la otra el domingo. Y habrá que ver si quien pierda aceptará el liderazgo ganador porque son diferencias gruesas, pero no necesariamente incompatibles.
Queda Javier Milei, ese extraño personaje que primero representó una versión política de la antipolítica (contradicción en sus términos que lo llevaría a gravísimas dificultades de gobernabilidad en caso de ganar) pero ahora se encontró con un enemigo inesperado: el desinterés creciente de la gente por la política, vacío que él no alcanza a llenar y que parece crecer más que él. Y un amigo inesperado: Sergio Massa. Lo cual él dice que son habladurías. Vaya uno a saber.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar