Tres acontecimientos que coinciden en los tiempos actuales aunque su surgimiento no ha sido simultáneo, son serios problemas que nuestra región está sufriendo por sus efectos. Estos problemas son la crisis del multilateralismo, los flujos migratorios sin control y la pandemia del Covi-19. Ninguno de estos desafíos nuestros países pueden resolverlos por sí solos. Todos requieren de la cooperación internacional, fortaleciéndose entre sí bajo la presencia de una voz común, y también vía cooperación regional, para encontrar esas respuestas colectivas en las agendas globales (OMS, Covid 19, Cambio climático, Seguridad Sanitaria, Pacto Mundial sobre Migración, Acuerdo de Escazú, etc.).
El mundo asiste a una crisis histórica del multilateralismo, como consecuencia del retorno de Estados Unidos al aislacionismo del America first y del conflicto entre Estados Unidos y China por la competencia tecnológica y estratégica y por las esferas de influencia políticas y económicas. Históricamente los países de la región, faltos de recursos de poder y de una voz común, han dependido del multilateralismo para evitar daños económicos y alcanzar algunos beneficios en el comercio, ayuda y cooperación al desarrollo y en la negociación de algunas agendas en el marco de las negociaciones globales. En los tiempos tan difíciles de la pandemia del Covid19, la ayuda técnica y material brindada por la OMS resulta esencial. Sin embargo, Estados Unidos y China restan apoyo a la OMS para impulsar políticas sanitarias globales; no comprometieron ayuda para financiamiento ni adhirieron a la lista de 156 países que se han unido a la red Covax para el desarrollo, producción y distribución equitativa de la vacuna contra el Covid-19 cuando ésta sea aprobada y producida.
La ausencia de gobernanza regional, manifestada en el fracaso, crisis, estancamiento e irrelevancia de todos los acuerdos de integración, producto de un ciclo de cuestionamiento y crítica normativa al regionalismo, de carácter discursivo y también en las instituciones y la política, asociada a la crítica que se legitima con discursos conservadores, nacionalistas y de extrema derecha, ha conducido a una ausencia absoluta de cooperación de esfuerzos para enfrentar el Covid.19 y los flujos migratorios sin control. Es difícil establecer cuánto del tráfico migratorio ilegal es estimulado por terceros países con la autorización de ingreso en tránsito y la posterior presión para abandonar el territorio hacia un tercer país.
Las organizaciones regionales no pueden desempeñar un papel proactivo en la recuperación de la cooperación e integración regional, impulsando nuevas iniciativas porque las instancias regionales se han desmoronado. La profunda crisis por la que atraviesa el regionalismo latinoamericano y la gobernanza regional han afectado los ámbitos de la seguridad sanitaria, cuya respuesta ha sido el cierre unilateral de las fronteras, reducción de los intercambios y suspensión del transporte y tránsito de personas; situaciones que se han visto agravadas por los escenarios internos de crisis social, económica y política por las que atraviesan distintos países y por el nivel de confrontación y las malas relaciones político-diplomáticas bilaterales entre vecinos.
Los únicos intentos por impulsar una cooperación regional frente al Covid-19 se han dado en el marco de Prosur, una instancia que no reúne a todos los países de la región. En la realidad de los hechos, hasta el momento Prosur sólo ha expresado declaraciones de buenas intenciones, porque no se han implementado medidas o respuestas efectivas. Se han realizado tele-reuniones entre algunos presidentes (Argentina y Brasil no siempre participan), cancilleres y ministros de Salud. El temario ha girado en torno a la preocupación común por el Covid-19, pero aún no se ha producido ninguna decisión conjunta, efectiva y práctica, más allá de la propuesta de enfrentar compras en común de insumos y vacunas. Esto pone en evidencia el estado de indefensión en que las sociedades latinoamericanas han debido enfrentar la pandemia. Ciudadanos de un país, aislados y abandonados a su suerte en países vecinos y un país cuyo gobierno negó el ingreso a sus propios nacionales provenientes de Chile ha sido ejemplos de la mezcla de política interna con prácticas de sectarismo político.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), solicitó en mayo a la CEPAL la creación de un observatorio del Covid-19 con el objetivo de apoyar a los países de la región en el seguimiento y monitoreo de los efectos de la crisis generada por el coronavirus a mediano y largo plazo. Si bien en el organismo regional de Naciones Unidas se dan cita todos los países de América Latina y Caribe, algunos Estados extra-regionales tienen una significativa influencia al interior de la Organización y las decisiones no dependen absolutamente de la voluntad de los gobiernos de la región.
En conclusión, el Covid-19 ha puesto de relevancia la fragilidad regional ante los acontecimientos globales, tanto en el ámbito de la política mundial, en la confrontación entre las grandes potencias, como respecto de peligros globales como las pandemias. Ha quedado en evidencia, una vez más, el fracaso de la gobernanza regional latinoamericana, que se asocia a un estado de significativo fortalecimiento de las diferencias y confrontaciones entre gobiernos, con la consiguiente irrelevancia y estancamiento de los acuerdos de integración y cooperación regionales. Esta situación, agravada por las prácticas nacionalistas y de realpolitik de diversos gobiernos ha dado por resultado una ausencia absoluta de cooperación sanitaria, migratoria y económica entre los países. América Latina no ha manifestado ninguna vocación por la concertación regional. Como sucede también en el resto del mundo, los gobiernos latinoamericanos han perdido la fe en el valor de trabajar juntos.
* Profesor Titular de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires