Para Patricia Bullrich, la ruptura que se dio en el PRO lo convierte en un “partido chiquito, de amigos, de perdedores”. Pero si la agrupación liderada por Mauricio Macri decidió distanciarse del gobierno y no conformar una alianza con La Libertad Avanza (LLA), es porque está viendo algo distinto.
¿Quién acierta y quién se equivoca? ¿acierta Bullrich al apostar al éxito del gobierno, o el ex presidente al estar viendo una deriva de Milei que puede conducir hacia un abismo?
Si acierta Bullrich, desaparece el PRO, pero si el que acierta es Macri, desaparece la actual ministra de Seguridad y quienes la acompañaron en su cambio de vereda.
Bullrich siente que ella está entre “los que la ven” y el ex presidente y los macristas que acordaron con él distanciarse de Milei, están entre “los que no la ven”.
Macri no hubiera tomado esta posición si calculara que el gobierno está yendo por buen camino. Si el PRO decidió no aliarse a LLA, es porque teme “quedar pegado” a una posible caída en picada en los próximos meses o el año próximo. Si la economía no despega como un misil, la popularidad de Milei caerá como una piedra. Si ocurre lo segundo, entonces el PRO podría recuperar el lugar que tuvo en la última década y media porque será una alternativa liberal centrista al agresivo extremismo de Milei.
La crisis que sacude al PRO es una señal de que crecen las dudas sobre la posibilidad de éxito del gobierno ultraconservador. Esas dudas no son sólo por los indicadores económicos, sino también por la inconducente agresividad del presidente.
Mientras dispara ráfagas de insultos a economistas y periodistas sumamente respetables, mantiene una desopilante cruzada externa contra presidentes “comunistas”.
Según Milei, el país y el resto del mundo están colmados de “comunistas”, “viejos meados”, “imbéciles”, “fracasados”, “dinosaurios” y “coimeros”.
El presidente está convencido de que lo asiste una verdad revelada a través de apóstoles como Frederich von Hayek y Murray Rothbard. Actúa como un mesías irascible, en eterna cruzada contra “el comunismo” y con la sagrada misión de esparcir en el mundo “las ideas de la libertad”.
En rigor, cada vez son más los que lo ven como un ególatra con delirios mesiánicos, que viaja para predicar a rebaños ultraderechistas y juntando lobbies que lo ayuden a conseguir un Nobel de Economía.
Un récord de viajes al exterior acompañado de un contra-récord: casi ninguno de esos viajes ha tenido carácter oficial. Al viaje oficial que debería llevarlo a Paraguay para la cumbre del Mercosur, lo cambió por un tour ideológico en Camboriú, que incluye encuentro con Jair Bolsonaro y discurso en un evento ultraconservador. En realidad, una gambeta para eludir a Lula aprovechando un centro que le tiró Bolsonaro.
Javier Milei hace de la política exterior argentina una extensión de sus filias y fobias. Empujado por una ansiedad incontenible de atacar a presidentes “comunistas”, a pocos días de ocurrir en Bolivia una asonada militar cuyas causas no están claras y hay dos hipótesis opuestas, la Oficina de la Presidencia sacó un comunicado tomando partido por una de esas interpretaciones de lo ocurrido.
Posiblemente acierte al apostar, paradójicamente igual que Evo Morales, a que el suceso no fue un verdadero intento de golpe de Estado sino una una patraña para engañar a los bolivianos haciéndoles creer que Arce encaró con coraje a los sublevados, derrotándolos.
Quizá esa versión esté más próxima a la verdad que la versión oficial. Pero de momento lo único seguro es que ninguna de las interpretaciones del suceso puede darse por verdadera ni rechazarse. Lo indudable es que pronunciarse como lo hizo Milei implica injerencia en los asuntos internos de Bolivia.
A renglón seguido, tras insultar al presidente de Brasil como en varias ocasiones anteriores, Milei decidió no asistir a la cumbre del Mercosur, sin poder alegar que la agenda local le impide alejarse del país ese día, porque irá a Camboriú, a encontrarse con Bolsonaro, en un evento ultraconservador.
Lo que tiene que ver con su trabajo de presidente es la cumbre del Mercosur y no un evento ideológico. Si priorizara su responsabilidad iría a Asunción; pero prioriza su ideología y su veleidad de líder de la extrema derecha mundial.
Quizá la gambeta que lo lleva hasta Camboriú, eludiendo al Mercosur, evidencie temor a estar cara a cara con Lula. Milei lo ataca de lejos, pero si se da una circunstancia que los pondría en una misma sala, busca la forma de evitarla.
Adicto a atacar “zurdos” desde la distancia, el presidente estará más cómodo entre ultraconservadores, donde habrá quienes acepten ayudarlo a conseguir un Nobel.
*El autor de esta nota es politólogo y periodista