Escuchamos a menudo declaraciones de funcionarios del gobierno nacional, que con algunos matices, orientan sus discursos en dos direcciones: culpar al sector empresario, a la oposición y a cualquiera que no piense como ellos, de la desastrosa situación del país, y asegurar que trabajan denodadamente para revertir los desequilibrios de todo tipo que azotan a los argentinos.
Jamás un hacerse cargo. Nunca, afrontar la verdad y reconocer que si realmente había un plan de gobierno y no una sistematización de fallas groseras de gestión tal vez, y sólo tal vez, no se hubiera convertido en el peor gobierno de la historia argentina.
Los relatos populistas a los que nos tienen acostumbrados se caen a pedazos con sólo observar los datos duros, durísimos, de la realidad. Algo que en cualquier gobierno, de cualquier color político, debería ser eje rector para diseñar políticas públicas, aplicarlas estratégicamente y rediseñarlas si los resultados no son los esperados.
En Argentina, los datos de inflación y pobreza parecen no asustar al presidente Alberto Fernández. Es como si ya estuviera tan acostumbrado que lo toma como una especie de rating de TV.
Los últimos números publicados por el INDEC en abril, dan una inflación del 7,7% de variación mensual; una interanual del 104,3%, lo que se traduce en un índice de pobreza que trepó al 39,2% de la población, y dentro de éste, el de indigencia al 8,1%. En idioma coloquial, significa que más de 18,6 millones de argentinos son pobres, y que casi 4 millones viven en la indigencia.
Si a ello se suman los 167 impuestos que tiene el país, entre nacionales, provinciales y municipales, y la emisión descontrolada, se forma un combo perfecto para destruir cualquier intento de desarrollo, progreso, inversión y crecimiento genuino.
Las provincias no escapan a esa realidad macro, y tampoco pueden cambiarla porque las herramientas para hacerlo son competencias exclusivas de la Nación. Desde las provincias sólo podemos crear políticas paliativas para subsistir, implementando, como en Mendoza, instrumentos para diversificar la economía, atrayendo recursos del sector privado pero con un acompañamiento permanente del Estado.
Porque si de recursos se trata, tampoco hay que olvidar el reparto discrecional de ATN que hace el gobierno nacional. El ranking de la tabla lo lideran cinco provincias afines políticamente hablando: La Rioja, con $9.534; Catamarca, $3.689; Santa Cruz, $2.836; Formosa, $2.742, y Tierra del Fuego, con $2.738; todas provincias con un altísimo nivel de empleo público. Mendoza, como es de esperar, última con 353 pesos per cápita en todo 2022, siendo que se encuentra entre las jurisdicciones con menor cantidad de empleados públicos.
Por eso, mal que le pese a los críticos, los mendocinos tenemos que estar orgullosos de la manera de gestionar de Alfredo Cornejo y Rodolfo Suarez, porque con muy poco tienen mucho para mostrar. Tenemos un Estado austero y eficiente, con cuentas ordenadas que han permitido reducir la presión impositiva, consolidar el equilibrio fiscal y disminuir la deuda pública.
Por supuesto que no alcanza, pero es imposible proyectar un futuro sin una base sólida y equilibrada.
Así y todo se pudo invertir en salud, en educación, en seguridad y en justicia; todos servicios esenciales en los que el Gobierno debe estar presente, pero también se trabajó y se trabaja codo a codo con el sector privado con programas como Mendoza Activa, que posibilitó hasta fines del año pasado, una inversión privada de 192 mil millones de pesos y en lo que va de este 2023, más de 36 mil millones en una sola convocatoria para programas de eficiencia hídrica y energética.
Demás está mencionar lo que implica para la provincia Mendoza Activa Hidrocarburos, que en sus tres ediciones alcanzó un total de 25.800 millones de pesos en todas las cuencas y la reactivación de 314 pozos; las industrias del conocimiento y Mendoza Activa Audiovisual, que diversifican nuestra economía y seducen a inversores.
Y lo hemos logrado solos. Sin ayuda nacional. Sólo con el apoyo de los mendocinos que saben que en Mendoza tenemos una manera distinta de hacer las cosas y que el gobierno nacional, del único crecimiento que puede hablar – y no lo hace -, es de la pobreza.
El autor es Presidente de la Cámara de Diputados de Mendoza