Esta época del año es propicia para balances y reflexiones sobre nuestras vidas y sobre nuestro país. Evaluamos como estamos en relación a décadas pasadas, cuál es nuestra situación hoy y como vemos el futuro. Para ello las encuestas son muy útiles ya que nos permiten escuchar la voz de los ciudadanos y responder a estos interrogantes.
Al analizar los datos duros en las estadísticas comprobamos que efectivamente si nos referimos a indicadores económicos y sociales hemos retrocedió en las últimas décadas. En 1974 cuando se comenzó a medir la pobreza en el país era del 4%, al inicio de la democracia cuando asumió Raúl Alfonsín en 1983 era del 16% y hoy el 44% son pobres de acuerdo a datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Analizando la tendencia a lo largo de los años observamos que persiste un 30% de pobres estructurales en los últimos 20 años. La informalidad en el empleo era de 22% en 1983 y hoy ronda el 30%. Señalo estos dos indicadores a modo de ejemplo porque considero son de sustancial importancia en la construcción de una sociedad justa e integrada.
Desde 1982 realizamos un sondeo anual de fin de año, en base a mil entrevistas con muestras probabilísticas representativas a nivel nacional de la población argentina mayor de 18 años, para indagar acerca de las expectativas en relación al año venidero en lo personal y en lo económico. Este año nos muestra a los argentinos menos optimistas y esperanzados en relación al año próximo con un 38% q prevé un año mejor (vs 47% el año pasado) un 30% que pronostica un año peor y un 19% estima que será un año parecido o igual. Existe un mayor optimismo entre los hombres (41%) que las mujeres (36%) y entre los jóvenes (47%) en relación a las mayores (28%).
Al referirnos específicamente al futuro del país en el plano económico predominan las respuestas pesimistas que señalan que será un ano de problemas económicos (47%) pero, aun así, los datos son mejores que el año pasado (57%). Piensan que será un año de mejoría el 26% (vs 22%año anterior) y señalan que será igual el 18%. Son fundamentalmente los sectores de nivel socioeconómico y educativo y los mayores de 50 años quienes están más preocupados y menos esperanzados con seis de cada diez personas en estos segmentos que señalan que habrá problemas.
Interesa el análisis histórico que nos permite detectar tendencias y realizar comparaciones de los últimos cuarenta años. Al analizar los resultados retrospectivamente se observa que, en diciembre de 1983, al asumir Raúl Alfonsín, el optimismo era ampliamente mayoritario (83%). Sin embargo, en los dos primeros años de la etapa democrática las esperanzas disminuyen, aunque sin descender debajo del 50%. La baja se produce recién en 1986, cayendo al 38% y permaneciendo en esos niveles durante 1987 y 1988, en un contexto de alta inflación. Con la llegada del nuevo gobierno de Carlos Menem en 1989, las expectativas vuelven a aumentar, alcanzando el 63%. A fines de 1991, se implementó el plan de convertibilidad y se observa un nuevo incremento del optimismo respecto del año venidero. A partir de entonces, las expectativas se reducen y durante todo el segundo gobierno de Menem se registran cifras inferiores al 40%. Con la asunción de la Alianza en diciembre de 1999, vuelven a aumentar las expectativas positivas (54%). Sin embargo, un año después, y coincidiendo con el fin del milenio, se registra la cifra más baja hasta ese momento (31%). A partir de esa fecha, el optimismo se vuelve a renovar a fines del 2002 (49%) y sube aún más en el primer año de gobierno de Néstor Kirchner (66% en 2003), quien logra mantener altos niveles de optimismo a lo largo de toda su gestión, con valores que oscilan entre el 66% y el 56%. A fines del 2007, con los resultados de las elecciones presidenciales donde fue electa Cristina Fernández de Kirchner, las expectativas para el año venidero disminuyen (49%) y en 2009 alcanzan su nivel más bajo desde 1982 (23%), en un contexto signado por el desarrollo de la crisis económica internacional. Esta tendencia se revierte en 2010 y 2011 donde la mitad de los argentinos esperan una mejoría. Pero el optimismo se frena un año después y durante los siguientes tres años (2012 a 2014) la mayor proporción de los ciudadanos no avizora cambios significativos. Al término de 2015, con la asunción de Mauricio Macri como Presidente las expectativas en relación a 2016 registraron un restablecimiento mayoritario de las esperanzas en la ciudadanía, con un 60% que declaraba una visión positiva para ese año, que tras un año de gestión bajaron al 45%, para volver a subir en 2017 y ubicarse en torno al 51%. Hacia fines de 2018, y restando casi un año para la culminación del mandato presidencial y la celebración de elecciones nacionales, el optimismo general de la ciudadanía vuelve a experimentar una sensible baja, ubicándose en un 39%. A fines de 2019 en la antesala del nuevo gobierno de Alberto Fernández las expectativas positivas suben al 48% y un guarismo similar se advierte a fines del 2020 año de pandemia. En 2021 vuelven a caer al 38% las expectativas optimistas en relación al año venidero.
La baja expectativa sobre el futuro es un aspecto muy preocupante en la sociedad argentina y una gran deuda de la democracia. Recientes estudios de UADE y Voices muestran que existe una baja confianza en la resolución de los problemas del país en la próxima década tanto a nivel laboral, económico como de seguridad y que se agrava en relación a la pobreza (dos de cada tres creen que esta empeorara en los años venideros). Este escepticismo se acentúa en los jóvenes que no ven oportunidades de desarrollo personal y de progresar. Los ciudadanos plantean demandas y esperan respuestas. Para ello se necesitara del dialogo franco entre los distintos actores sociales y del trabajo conjunto de la dirigencia. Solo así el país podrá salir adelante y regenerar las expectativas sobre el futuro.