El mundo aún estaba estupefacto por lo que Joe Biden había dicho de Vladimir Putin, cuando llegó la respuesta del presidente ruso y aumentó la estupefacción.
En un hecho sin precedentes, el jefe de la Casa Blanca calificó de “asesino” al amo del Kremlin y la respuesta de éste fue: “el que lo dice, lo es”.
Con perplejidad, muchos descubrieron que esa frase no existía sólo en su niñez. También un líder ruso puede usar hoy la fórmula infantil que refracta descalificaciones. Putin la usó como respuesta al ataque verbal que recibió.
Resulta insólita la réplica, pero más insólito es que Biden, quien siempre se caracterizó por la moderación, haya tenido un gesto tan estridente y temerario.
Para encontrar una ataque verbal equiparable, hay que remontarse a 1983, cuando Ronald Reagan llamó “evil empire” (imperio del mal) a la Unión Soviética.
No fue un exabrupto. Anthony Dolan redactaba sus discursos y usó ese proyectil retórico para impactar en el liderazgo soviético, porque había desplegado misiles estratégicos SS-20 en Europa Oriental y derribado un avión surcoreano de pasajeros en el oriente de la URSS.
Pero Reagan llamó “imperio del mal” al Estado soviético, no a su líder, que en ese momento era Yuri Andropov.
Biden fue más lejos, al referirse al presidente de Rusia. ¿Qué acción de Putin fue el equivalente a los SS-20 y al derribo del avión surcoreano? Entre otras, el “ataque” ruso a Estados Unidos con un arma devastadora: el misil Trump.
No es la única. También están los envenenamientos, acribillamientos y encarcelamientos de críticos y disidentes, además del ataque cibernético a Solarwinds, la empresa de software que atiende a varias agencias del estado norteamericano; el encarcelamiento de Alexei Navalny luego de atentar contra su vida en Siberia, y el ofrecimiento de dinero a mercenarios para que maten soldados norteamericanos en Afganistán.
Biden también tiene urgencias políticas internas, como desplazar de los titulares la crisis migratoria que crece en la frontera con México, entre cuyas causas está la expectativa generada por su arribo a la Casa Blanca.
Más allá de las motivaciones del momento, la agresividad en el terreno internacional parece un rasgo de este presidente demócrata. En los mismos días en que llamó “asesino” al líder ruso, su secretario de Estado, Anthony Blinken, acusó de “genocida” al gobierno chino por la situación de los uigures, la etnia musulmana que habita la región de Xinjiang. Y se lo dijo en la cara, sacudiendo la reunión bilateral realizada en Alaska.
Pero con Putin, la cuestión es personal. Biden parece estar viendo su mano en la crisis migratoria. Los trolls rusos que libraron batallas en la web disparando fakes news y propaganda que restaran votos a Biden y sumaran votos a Trump, también podrían estar creando falsa información para alentar olas migratorias desde Centroamérica.
El manejo estratégico de las redes sociales que hace Moscú podría estar organizando caravanas de migrantes, mientras Putin presiona a López Obrador para que relaje las medidas militares que les cortan el paso en México. ¿Por qué no actuaría de ese modo, si se ha probado su injerencia en los procesos electorales norteamericanos?
En este terreno, la gota que colmó el vaso es el informe de inteligencia que reveló injerencia rusa en la elección de noviembre pasado, procurando ayudar a Trump a ser reelecto.
Los aparatos de inteligencia habían descubierto que Rusia aportó al triunfo de Trump sobre Hillary Clinton. Aquella injerencia fue corroborada por la investigación del fiscal especial Robert Müeller.
Con semejante antecedente, Putin repitió la acción, seguramente porque convirtiendo a Trump en presidente de Estados Unidos obtuvo resultados geopolíticos formidables, a pesar de que la injerencia había sido descubierta.
Aún estando bajo sospecha de haber sido ayudado por Putin, el magnate neoyorquino actuó de manera funcional al Kremlin en cuestiones claves. Por ejemplo, paralizar políticamente a la OTAN, promover liderazgos euro-escépticos para debilitar la UE y poner al borde del colapso la relación de Washington y sus socios europeos.
Esas parálisis en el eje atlántico le facilitaron a Rusia la anexión de Crimea y la guerra en el Este de Ucrania. Gracias a Trump, Rusia también logró el rol protagónico en el conflicto sirio.
Además, el millonario conservador dañó la institucionalidad norteamericana, otro objetivo estratégico del Kremlin. Y si aún habiendo sido descubierta la injerencia en la elección anterior, interfirió para que Trump fuera reelecto, es por la certeza de que seguiría siendo funcional a Moscú.
Biden usó un proyectil verbal destructivo al calificar de “asesino” al presidente ruso, entre otras cosas, por estar convencido de que Putin usó contra Estados Unidos un arma más destructiva aún: el misil Trump.
*El escritor de la nota es politólogo.