Se acaba hoy una campaña electoral anémica, que apenas dejará como marca distintiva el temor de muchos candidatos a padecer en las urnas el desencanto y el enojo de la sociedad por el estado de las cosas en la vida real.
Ante la apatía social, que genera suspenso en todos los cuarteles respecto de los montos de voto en blanco o nulo que podrían registrarse el domingo, los principales frentes electorales entendieron en primer lugar que Mendoza debía ser, más que nunca, una isla.
Los candidatos locales hicieron un culto de la moderación y se mordieron la lengua casi todo el tiempo, en contraste con desbordes de diverso calibre que se vieron en otras capitales. El peronismo mendocino, por ejemplo, no se dejó tentar con la exaltación del “goce” del kirchnerismo bonaerense, más allá de que Anabel Fernández Sagasti arrancó festejando en sus primeros spots que “la vida es un carnaval”.
El impacto de aquel inicio demasiado exultante debió ser malo, ya que la principal candidata del Frente de Todos mutó. Tratando de esquivar la onda expansiva y negativa del “Olivosgate”, Anabel suspendió las sonrisas en el spot siguiente y reconoció que “las cosas no salieron como lo esperábamos” por factores como “la pandemia, el trabajo, los precios”.
Punto y aparte. Para qué profundizar tanto. En el medio, los mensajes también mostraron una candidata optimista y “gestora de los acuerdos”, que desde el cargo que ocupa hoy produce bonanza, sin mirar el color político de nadie. Otra conversión de Anabel en plena campaña, impulsada por la necesidad de despegarse de uno de los extremos de la grieta. El que más rechaza Mendoza.
Eso fue todo, señores, por este lado.
Desde la otra vereda, no hubo mucho más. Menos incluso. El minimalista mensaje de Cambia Mendoza no se corrió un milímetro del que había anunciado Alfredo Cornejo en la entrevista que dio a Los Andes a días de la proclamación de los candidatos: “Hay que destacar el orgullo mendocino”.
Los efectos negativos del cumpleaños de Olivos sobre el rival no hicieron más que ratificar que convenía seguir jugando al contraste con el kirchnerismo y el trazo grueso, con la mano en el corazón de todos los candidatos oficialistas y sin dar propuesta alguna.
Casi a modo de cierre, salió Cornejo en persona para marcar otra vez la línea de la grieta y, con la evidente intención de quitarle el aura dadivosa a Fernández Sagasti, el ex gobernador pidió que en esta elección se evite dejar a la provincia en manos de “los fanáticos de La Cámpora”.
Rodolfo Suárez optó por ser un silencioso símbolo del mensaje oficialista. Hubo cierta contradicción entre la búsqueda de protagonismo que representó su candidatura a senador nacional y el segundo plano que terminó ocupando, por decisión propia o ajena, en el desarrollo de casi toda la campaña para las PASO.
Repliegues y mutaciones. Apuestas conservadoras y conductas defensivas. Mucho de lo que mostraron los candidatos reflejó la intención de evitar el cachetazo social en las urnas, ya sea en forma de votos en contra o de votos para ninguno.
Y el peor saldo fue la nulidad de propuestas ante este primer acto electoral de 2021, actitud que refuerza lo que muchos desencantados piensan: para qué votar, si no va a cambiar nada.