Sé que es pronto todavía,
pero quiero hablarte, Luz.
La vida y su cara o cruz
lo permiten este día.
Tu nombre tiene guardada
en tres letras una clave,
donde la sombra no cabe
ni hay niñas abandonadas.
Aunque sea provisoria
la fuerza de estas palabras,
quiero que en ellas se abra
la ventana hacia tu historia.
Naciste, y al parecer
decirlo así es un error.
Para decirlo mejor:
te permitieron nacer.
Naciste, e igual que tantos,
no tuviste bienvenida.
Naciste, y recién nacida
debieron tapar tu llanto.
Y sin embargo esos brazos,
acaso igual vulnerables,
no quisieron ser culpables
de responder con zarpazos.
No sabemos de la suerte,
de aquella que te gestó,
pero sí que prefirió
no lanzarte hacia la muerte.
Tal vez ya más no alcanzara
a darte tras dar la vida.
Así que halló una salida
para que tu luz brillara.
Como no le daba igual,
te vistió toda de rosa,
y en el barrio Alto Mendoza
encontró al fin un umbral
tras el cual, imaginó,
viviría buena gente,
que entendiera tu presente,
sin juzgar lo que pasó.
La que luego abrió la puerta
se llamaba Soledad,
y al ver tu fragilidad,
pequeña y tan bien cubierta,
halló también los resabios
de amor de quien te dejó,
con manta, un gorro bordó,
leche materna en tus labios.
Para el buen entendedor,
no había más que explicar:
te tuvieron que dejar,
mas te ahorraron el dolor.
Al 9-11 llamaron,
te buscaron y asistieron,
por vos lloraron, rieron
y una foto se sacaron.
Estás en un hospital,
y aunque es extraño el cariño,
tu primer día del niño,
pudo escaparse del mal.
Sé que es pronto todavía,
para entender estas cosas.
Pero aquí mismo, en Mendoza,
y por esos mismos días,
otra niña como vos,
no tuvo igual destino:
el espanto más dañino
fue lo que ella recibió.
Voy a ahorrarte los detalles,
voy a evitarte el horror:
diré que hay algo peor
que terminar en la calle.
Ahora el sueño te ocupa,
el hambre y algunos llantos:
ojalá supieras cuántos
quisieran hacerte upa.
Ahora un doctor te auxilia,
alguien cambia tus pañales,
mañana seguro sales
con una nueva familia.
Te aguarda afuera la vida
en este mundo imperfecto.
Sabrás que por el afecto
un tropezón no es caída.
Cuando tengás otra edad,
incluso la chance existe,
de dar como vos tuviste
la misma oportunidad.
Por eso al pasar los años,
procurá estar siempre alerta,
por si golpea tu puerta
alguien que escapa del daño.
Sé que es pronto todavía,
mas quería hablarte, Luz.
La vida y su cara o cruz
lo permiten este día.
Tu nombre tiene guardada
en tres letras una clave,
donde la sombra no cabe
ni hay niñas abandonadas.