La reunión de la CELAC que se realizó en México, tuvo por objetivo relanzar o revitalizar la entidad, que en los hechos permaneció inactiva desde que Jair Bolsonaro llegara al poder en Brasil. La política exterior brasileña pasó a tener como prioridad la alianza con los Estados Unidos de Donald Trump. Brasil es el país más importante de la región en términos de población, territorio y PBI. La Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) se constituyó hacia finales de la primera década del siglo XXI, teniendo al entonces presidente de Brasil, Lula da Silva, como principal impulsor. El objetivo era claro: crear una entidad regional que excluyera a Estados Unidos y Canadá, tratando de que políticamente pudiera ser una alternativa a la OEA y permitiera establecer relaciones internacionales en la región sin que participara Washington de ellas.
La suspensión de la participación de Brasil dio a México la posibilidad de ser el líder de la entidad. En el último tiempo, la CELAC ha realizado una cumbre de presidentes cada dos años. En la que tuvo lugar en 2019, fue elegido presidente pro-témpore el Jefe de Estado mexicano Andrés López Obrador. Al finalizar su mandato y tras sondear sin demasiado éxito su reelección, se centró en dar al final de su presidencia un carácter fundacional respecto a una nueva etapa de la entidad.
Pero la OEA es un organismo internacional, mientras que la CELAC es sólo un ámbito de concertación de políticas. No parece fácil, en consecuencia, la sustitución de una por otra. Paradójicamente, si las dos siguen coexistiendo, va a ser más fácil revitalizar la CELAC. Pero si se trata de optar por una u otra, América Latina se va a dividir. La propuesta mexicana quizás sea más declarativa que política. Se trata del país de la región con más interacción económica con Estados Unidos. La relación económica entre ambos países es muy intensa. México es el único país latinoamericano que está en la región que Estados Unidos denomina Norteamérica (Estados Unidos, Canadá y México). Washington presionaría para que México no abandone la OEA y la historia muestra que la política exterior mexicana, no ataca los intereses vitales estadounidenses. Cabe recordar que en 2020, en plena campaña electoral en los Estados Unidos, López Obrador dijo que Trump había sido el mejor Presidente para EE.UU. La propuesta de López Obrador de sustituir la OEA por la CELAC es apoyada por Cuba -el único país de la región que no está en la OEA-Venezuela, Nicaragua y Bolivia hasta ahora.
Toda la región apoya revitalizar la CELAC con la excepción de Brasil, pero de ganar Lula la presidencia de Brasil en 2022, o un candidato de centro, retornaría a la entidad. Pero la mayoría prefiere no abandonar la OEA. La CELAC surge como una iniciativa regional internacional, cuando en la región predominaban gobiernos de centroizquierda o progresistas, y perdió impulso en la segunda década del Siglo XXI, cuando se produce un giro hacia el centroderecha. En la sexta Cumbre de la CELAC que acaba de tener lugar, México mostró sus limitaciones para relanzarla. Si Lula fuera el Presidente electo en 2022 en Brasil, probablemente tendría la fuerza política que no tiene el Presidente mexicano para hacerlo. En este momento la región se encuentra bajo fuerte tensión entre los gobiernos de centroderecha y centroizquierda por un lado, y la influencia de Estados Unidos y China por el otro.
Esta Cumbre de la CELAC puso en evidencia la división política de la región y neutralizó el propósito de López Obrador de revitalizarla. Tuvo una fase formal donde hubo coincidencia al lograrse unanimidad para aprobar el documento de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) sobre el Covid, sus consecuencias para la región y propuestas para enfrentarlas. La Secretaria General de la organización es la mexicana Alicia Barcena. Entre las propuestas, la liberación de las patentes medicinales -anunciada por Biden, pero no realizada- fue un capítulo central. Pero en lo político estalló el conflicto. Se enfrentaron por un lado los presidentes de Venezuela, Cuba y Nicaragua, y por el otro los de Uruguay y Paraguay. Los tres primeros defendieron su posición de que no son regímenes antidemocráticos. Los dos últimos, en cambio, ratificaron que sus gobiernos no los reconocen como regímenes democráticos, posición que comparten con Estados Unidos y la Unión Europea. El enfrentamiento fue duro y el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, llegó a recitar la letra de una canción de la oposición cubana.
Pero también fracasó el acuerdo al que se había llegado para que el sucesor de López Obrador sea el presidente argentino Alberto Fernández. El presidente mexicano había pensado en una reelección, pero después optó por su colega argentino, cuya candidatura logró consenso tras varios meses de trabajo diplomático. La crisis política argentina, desatada por la derrota del oficialismo en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) impidió al Presidente argentino participar de la Cumbre y su canciller, Felipe Solá, fue reemplazado mientras estaba en viaje hacia México, y por esto se negó a participar de la Cumbre. La sucesión de López Obrador quedó así sin resolución.