El 4 de febrero, las escuelas mendocinas empezaron a organizarse para transitar el ciclo 2021 de manera “híbrida”. Las autoridades de cada institución junto a su equipo docente y no docente se pusieron manos a la obra para ordenar las piezas del rompecabezas y “armar” el año escolar.
Hace tres semanas, se encontraron con un puzzle que fueron acomodando en el marco de la tan mentada “autonomía” escolar que pregonan desde la Dirección General de Escuelas (aunque para algunas directoras es más una estrategia oficial para no atender el teléfono a situaciones concretas y no asumir las responsabilidades que les tocan).
Las primeras piezas del puzzle que se encontraron fueron: docentes y celadores aptos para la presencialidad y los que están incluidos en los grupos de riesgo que continuarán con la virtualidad; los 19 mil estudiantes de trayectorias débiles o acompañadas; los edificios -en muchos de los cuales siguen esperando las obras que quedaron pendientes de 2019-; la capacidad física de las aulas para recibir a determinada cantidad de alumnos; el fondo fijo que finalmente les ha permitido comprar algo de lo necesario para limpieza e higiene.
Otras piezas que tienen para encastrar son la de los aprendizajes que deberían sumar los estudiantes este 2021; la didáctica que tendrán los docentes para llegar a los alumnos presenciales y a los virtuales; la organización de los horarios y recreos para poder sanitizar y ventilar las aulas; la recuperación de esos alumnos que quedaron fuera del sistema en el 2020.
Cuando creían que ya tenían todas las piezas, cayó esa que permite a los trabajadores con niños en edad escolar trabajar de manera virtual esos días que sus hijos tengan modalidad virtual. Entonces, ahora aquel docente que porque podía presencial asumió una burbuja determinados días, no está seguro hasta que sus hijos no reciban el horario.
Tampoco se podrá avanzar mucho más en esta semana previa al regreso a las aulas porque en estos días se están dando 413 cargos titulares en educación primaria, especial y de jóvenes y adultos que recién se incorporarán a sus nuevas escuelas el 1 de marzo. (Si bien este concurso se hace habitualmente en estas fechas, dado lo atípico de la pandemia y la necesidad de planificación se podría haber anticipado).
Como si esto fuera poco y, mientras las escuelas están contrarreloj aceitando los detalles, deben entregar la ayuda alimentaria.
El desafío es pensar una escuela nueva, diferente a la que estábamos acostumbrados hasta 2019 y distinta a la que se improvisó en 2020. Para ello, el proyecto Educar 2050 elaboró el documento “Puntos para un regreso seguro y eficiente” que tenga a la educación como prioridad. Algunos son:
Plan integral nacional y jurisdiccional que establezca una hoja de ruta, metas, tiempos específicos, responsables, información para su monitoreo y financiación necesaria.
Gestión eficiente del riesgo debe prever informar y dar seguimiento al estado de las aulas, a la salud de los docentes, estudiantes y miembros de la comunidad educativa.
Gestión de los recursos humanos: cuidar y planificar la demanda y oferta de profesionales, lo cual a su vez necesita de una estrategia de acompañamiento de los docentes.
Gestión del impacto psicológico y emocional a través de la escucha de los docentes y estudiantes, del registro de sus intereses y sugerencias.
Gestión de los aprendizajes tiene que ver con la adaptación de los currículum.
Diálogo Gobierno/ sindicato: debe ser una negociación encarada de forma profesional.
Tecnología y comunicación: hacer realidad un plan de digitalización y elaborar un protocolo de seguimiento de los estudiantes desconectados y un plan de apoyo para docentes.
A estos se suman, financiamiento y un plan de contingencia en el que la autonomía de los establecimientos será fundamental, en el marco de coordinación y comunicación continua.