Cinco escenarios para una elección crucial

Es curioso que en los dos debates presidenciales el diseño de política exterior haya sido prácticamente ignorado por los candidatos y soslayado por la ciudadanía. El desorden global es un condicionante ineludible para cualquier rumbo que se proponga el país, mal que pese a la costumbre inveterada del electorado argentino de mirarse arrobado el ombligo.

Cinco escenarios para una  elección crucial
Patricia Bullrich propone a Horacio Rodríguez Larreta como su jefe de gabinete en caso de llegar a ser presidenta de la Nación.

En siete días, el país enfrentará una decisión crucial. La elección de un nuevo Presidente y un nuevo Congreso marcará el rumbo de la Argentina en un momento particularmente complejo de la escena global. En los tiempos no tan lejanos de la pandemia se decía, con algún dejo de candidez, que al mundo le esperaba una nueva normalidad. La realidad es que los conflictos apenas pausados entonces reaparecieron con virulencia. Al enfrentamiento solapado por el liderazgo del comercio global se le sumaron luego guerras en el sentido más riguroso de la palabra. Primero fue la invasión de Rusia a Ucrania, ahora la agresión terrorista de Hamas sobre Israel, con niveles de salvajismo y desprecio por la condición humana que no se registraban desde los tiempos del Isis o Al Qaeda.

El primer y fundamental escenario que debería contemplar la elección argentina es esa convulsión global. El mundo es un polvorín y el país está quebrado. Es curioso que en los dos debates presidenciales el diseño de política exterior haya sido prácticamente ignorado por los candidatos y soslayado por la ciudadanía. El desorden global es un condicionante ineludible para cualquier rumbo que se proponga el país, mal que pese a la costumbre inveterada del electorado argentino de mirarse arrobado el ombligo. A mayor descalabro de la escena mundial, más estrecho es el margen de error que tiene la Argentina para decidir su futuro.

La crisis económica es la que fue marcando el ritmo de la campaña que concluye. Dos indicadores clave impactaron a pocos días de la emisión del voto: el dólar paralelo rompiendo la barrera de los mil pesos y el índice de inflación cómodamente establecido en el piso de los dos dígitos mensuales y con envión hacia arriba. Son números que hablan por sí solos con más elocuencia que cualquier relato. Subsumen a la población en una angustia profunda y un temor justificado por lo que resta venir. La hiperinflación ya no es una amenaza en los discursos técnicos de los economistas, sino una presunción de lo inmediato en el ciudadano de a pie.

El Gobierno nacional es el responsable directo de esa situación angustiante. Sus tres principales referentes deambularon pasmados y sin respuesta. Cristina Kirchner asomó apenas para recordar en redes un discurso suyo de cuando el dólar costaba cuatro pesos y monedas. Alberto Fernández se despertó sólo para demandar a Javier Milei por sus dichos sobre la devaluación del peso. Al atacarlo, le ofreció al libertario una invalorable ayuda de campaña. Sergio Massa percibió que la situación le estaba provocando un drenaje de votos. Como a Cristina en territorio bonaerense con Insaurralde, a Massa el dólar a $1000 le estaba abriendo el piso bajo los pies. En una elección donde la clave es el piso.

¿Adónde van esos votos? Se puede conjeturar que, según la emoción dominante, van a Milei o Patricia Bullrich. Milei con sus declaraciones incendiarias buscó pescar en la ira de los votantes, aún a riesgo de generar mayor incertidumbre. Bullrich apuntó a enviar señales de certidumbre allí donde el fuego inflacionario de Massa y la nafta que agrega Milei provocan temor. El anuncio de que Horacio Rodríguez Larreta sería su futuro jefe de Gabinete fue clave en ese sentido. No sólo en la contención de los votos que su contendiente interno consiguió en las Paso, sino en la señal de una propuesta de cambio profunda, pero predecible.

Cuatro más

Con estos posicionamientos antes de la semana de cierre de campaña, cuatro escenarios de política interna deberían sumarse al señalado del contexto global.

El primero de ellos es que la bronca por la situación económica capitalizada por Milei lo empuje hasta lograr un triunfo en primera vuelta. El triple empate de las Paso no inducía a pensar en ese escenario. Pero la nueva corrida cambiaria que Massa no pudo evitar lo convierte en una posibilidad, si la emoción prevalente es sólo el voto castigo. En ese caso, el país que amanecerá al día siguiente será una gran incógnita, dada la precariedad técnica de la propuesta de Milei, la fragilidad de su soporte político, y los meses que se abrirán como espacio de transición.

Un segundo escenario es que la caída de votos de Massa abra la puerta a un balotaje entre Milei y Bullrich. Dado el fracaso económico y político del Gobierno, la competencia entre dos versiones distintas de la voluntad de cambio sería un panorama más lógico que una apuesta, aunque sea residual, por la continuidad de la actual gestión. El país del día después estaría marcado por el colapso electoral del oficialismo y la incógnita por su reacción ante una derrota histórica.

El tercer escenario -un enfrentamiento directo entre Milei y Massa- dejará para el lunes siguiente dos preguntas sin respuesta. En lo económico, si Massa consigue pasar a segunda vuelta, lo más probable es que el descalabro económico se profundice. El kirchnerismo quemará cuanto quede en la pradera con tal de garantizarse cuatro años más de gestión. La segunda incógnita será la diáspora de Juntos por el Cambio y la reconfiguración del sistema de coaliciones vigente. Un dato que impactaría en la gobernabilidad parlamentaria y de los gobiernos provinciales.

Un cuarto escenario sería una confrontación entre Bullrich y Massa. Ningún encuestador lo prevé, pero precisamente por eso conviene considerarlo. Nadie predijo con precisión el surgimiento del fenómeno Milei. ¿Por qué descartar entonces su estancamiento o eventual caída? Si por azar ocurriera, de pronto el sistema político se habría reubicado en la polarización que tuvo en la última década. No parece lo más probable, desde una mirada somera del panorama electoral.

En ese caso, tan rigurosamente hipotético, la incógnita sería el destino de los votos de Milei en un balotaje ajeno. El riesgo económico con Massa en carrera sería igual de elevado. Pero el pacto que durante meses mantuvo con la estructura dirigencial del libertario quedaría con las costuras al viento.

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