Ya nadie duda, sobre todo en medio de esta pandemia, de estar en una era digital; pero, seguramente, a casi nadie se le ocurre relacionar el vocablo ‘digital’ con nuestro cotidiano ‘dedo’. Si rastreamos la etimología, hallamos en latín “digitus”, que traducíamos como “dedo”, pero que, además, nos deja dos herencias: ‘dígito’, sin evolución alguna, y la voz patrimonial “dedo” (porque sufrió todos los cambios desde el latín vulgar al español). Hoy, al usar el vocablo ‘dígito’ lo vinculamos a un número, dado que su valor significativo es “que puede expresarse con un solo guarismo”; el adjetivo ‘digital’ aúna los dos valores, ya que puede definirse como “perteneciente a los dedos”, pero también como “referente a los números dígitos”. En relación con la tecnología, ‘digital’ es lo que se realiza mediante el uso de computadoras, como en ‘alfabetización digital’; también tenemos ‘digitalización’ y ‘digitalizar’ para señalar la “conversión de datos a formato digital”. Y connotación muy negativa posee el verbo ‘digitar’, usado para indicar la manipulación de una situación o circunstancia, generalmente de manera oculta, en beneficio de algunos y en perjuicio de otros: Es un nombramiento totalmente digitado.
Pero vayamos a las frases que se forman con nuestro habitual ‘dedo’. En primer lugar, ‘dedo de Dios’, para nombrar la omnipotencia divina, manifestada en algún suceso extraordinario: Fue el dedo de Dios el que marcó el camino. ¡Qué desagradable es decir que alguien fue nombrado ‘a dedo’!; en efecto, significa que la designación fue hecha arbitrariamente: No hubo concurso, fue nombrada a dedo.
‘Hacer dedo’ es una frase que alude a los transeúntes que hacen señas, con la mano y el pulgar en determinado gesto, para pedir traslado gratuito a los automovilistas: Viajaron por todo el país haciendo dedo. Y no es lo mismo que ‘hacer dedos’, que indica la práctica o el ejercicio con los dedos a fin de adquirir soltura en el uso del piano u otro instrumento: Antes de cada recital, lo veías haciendo dedos.
Existen tres expresiones no comunes en Mendoza, que conocemos a través del diccionario académico: ‘Átatela al dedo’ es una expresión que se usa para indicar que no se cree en la afirmación de otro; una segunda es ‘atar alguien bien su dedo’, locución verbal coloquial desusada, que señala que una persona sabe tomar las precauciones convenientes para sus intereses o beneficio; la tercera es ‘ganar a dedos algo’, locución usada para dar a entender que cuesta mucho conseguir algo o que se tarda en adquirirlo, aunque se trabaje siempre.
La locución que dio título a esta nota dice ‘como anillo al dedo’: el significado de esta expresión, locución adverbial, toma el valor de “muy bien, en el momento oportuno, a la medida, adecuadamente”: Tu excusa me vino como anillo al dedo. ¿Por qué se usa esta forma? Claramente, alude a la exactitud con que calza un anillo en el dedo de una persona; de ese modo, con precisión, dos cosas se ajustan acabadamente.
Hay locuciones muy parecidas en que las variantes se producen entre las formas en singular o en plural; también, el cambio de significado proviene del uso de alguna preposición distinta. Es el caso de las locuciones ‘chuparse el dedo’ y ‘para chuparse los dedos’; en el primer caso, coloquialmente se utiliza para señalar a alguien ingenuo o que no tiene experiencia: El vendedor creyó que yo me chupo el dedo y que iba a creer en esa oferta ficticia. En cambio, ‘para chuparse los dedos’ también es una expresión coloquial y se aplica a una comida o a una bebida de buen sabor: Sus empanadas estaban para chuparse los dedos.
Veamos tres locuciones aparentemente asociadas por la presencia del verbo ‘poner’: ‘poner un dedo encima a alguien’ (‘poner una mano encima a alguien’) equivale a “pegarle a una persona”, aunque también puede tener el valor de tocarla: Nunca más vuelva a ponerle un dedo encima. Si el golpe dado es una bofetada, la expresión es muy clara: ‘poner (a alguien) los cinco dedos en la cara’; ‘poner el dedo en la llaga’ significa “conocer y señalar el verdadero origen de un mal, el meollo de un asunto”; ‘ponerse el dedo en la boca’ señala que se quiere silenciar a alguien, que se le advierte acerca de la conveniencia de quedarse callado.
La asociación de ‘dedo’ con la negación de una acción se da en locuciones como ‘no quitar el dedo del renglón’, usada en México y Nicaragua para señalar la insistencia en una cosa, la necesidad de recordarle a alguien que esté pendiente de algo; tenemos también ‘no mover un dedo’, locución con la cual se indica que una persona no se toma el menor trabajo ni realiza ningún esfuerzo para llevar a cabo algo; ‘no tener dos dedos de frente’ es una locución que señala el escaso entendimiento o el poco juicio de alguien.
Si algo ‘se cuenta con los dedos de la (una) mano’ significa que es muy escaso: En ese lugar, se cuentan las personas honradas con los dedos de una mano; en cambio, cuando queremos advertir acerca de la endeblez de algo, se dirá que ‘lo derriba con un dedo’: Levantó una pared medianera tan pequeña que la derribabas con un dedo.
Muchas veces hemos escuchado que se habla mal de la habilidad de una persona, pero se lo hace en sentido figurado diciendo que ‘tiene malos dedos para organista’, versión parecida a la de ‘no tiene uñas para guitarrero’, locuciones en las que se presenta lo necesario, en cada caso, para ser un buen instrumentista y, por extensión, para realizar algo con eficiencia. También encierra una connotación negativa la locución ‘ser alguien el dedo malo’, con la que se quiere señalar a cierta persona como la culpable de todo lo malo que acontece.
Finalmente, un proverbio antiguo nos dice: Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira el dedo, con lo cual indicamos la superficialidad de quien se queda en la forma externa de un asunto y no va al fondo.