Como en un capítulo de Misión Imposible

El estallido simultáneo de beepers y handies tuvo por objetivo enviar un mensaje aterrador a cada miembros de Hezbola: en cualquier momento, en cualquier circunstancia y en cualquier lugar, Israel puede acabar contigo.

Como en un capítulo de Misión Imposible

El Mossad y el Shin Bet tienen prestigio por los niveles de excelencia de sus operaciones más audaces. Ese talento que coloca a los aparatos de inteligencia externa e interna de Israel entre los más notables y eficaces del mundo, existió desde que fueron creados. Probablemente, en la raíz más profunda de esas capacidades está el Dam Yehudi Nakam, que en idish significa “la sangre judía será vengada”. El ruso ashkenazí Ava Kovner creó en 1945 esa organización clandestina que realizó operaciones sorprendentes para eliminar jerarcas nazis. Una de las más increíbles consistió en hacer llegar pan envenenado exclusivamente a las celdas de los militares alemanes que habían participado del exterminio de judíos y esperaban en la prisión de Núremberg, donde había muchos miles de presos comunes, el momento de ser juzgados por sus crímenes.

La lista de las proezas de los agentes israelíes es larguísima, pero no siempre lograron los resultados esperados.

El Shin Bet, o Shabak, fue muy cuestionado por no haber impedido que el joven fundamentalista hebreo Yigal Amir pudiese acercarse a Yitzhak Rabin y disparar las balas que mataron al primer ministro.

Por eso su director se esforzó por lograr que Shimon Peres, el sucesor de Rabin, aprobara el sorprendente ataque que eliminó a Yahya Ayyash, miembro de Hamas al que llamaban “el ingeniero” porque fabricaba las bombas con que los terroristas suicidas mataban civiles israelíes. Hasta el día de hoy, es difícil entender como hizo el Shin Bet para hacer llegar al “ingeniero” el teléfono celular que estalló al atender una llamada.

Pero aquel atentado no aquietó a Hamas. Al contrario, vengó la muerte de Ayyash con una ola de atentados que mató a más de sesenta civiles en Israel.

Tampoco dejó de atacar a Israel a través de sus proxies la República Islámica de Irán por no haber podido impedirle que mate a los principales científicos de su proyecto nuclear. Cuatro fueron asesinados al comenzar la década pasada, mientras que al quinto lo eliminó en el 2020.

Mohsen Fakhrizade conducía con su esposa en el asiento del acompañante y los guardaespaldas en otros autos, rumbo al bucólico paraje cercano a Teherán donde tenía una casa de descanso. Pero no llegó porque desde una camioneta estacionada en la banquina, una poderosa ametralladora disparó largas ráfagas de munición calibre 7,62 y mató al científico, a su esposa y a los guardaespaldas.

El régimen de los ayatolas quedó estupefacto al comprobar que quien accionó el gatillo no estaba en la camioneta de la ametralladora, sino a 1.600 kilómetros de distancia. El arma era robótica y fue accionada vía satélite.

No fue ni la primera ni la última de las operaciones israelíes que parecen escenas de Misión Imposible. Por eso Hassan Nasralla supo que Israel era la causa de las detonaciones masivas y simultáneas de beepers y, al día siguiente, de handies, que causaron decenas de muertes y centenares de heridos en el Líbano y también Siria. Tanta astucia, creatividad, capacidad tecnológica y sofisticación son la firma de autor del Mossad y de aparatos de inteligencia de las FDI, como el Grupo Aman.

El estallido simultáneo de beepers y handies tuvo por objetivo enviar un mensaje aterrador a cada miembros de Hezbola: en cualquier momento, en cualquier circunstancia y en cualquier lugar, Israel puede acabar contigo. El alcance del mensaje va más allá, porque los dispositivos que estallaron también mataron e hirieron a cientos de civiles que estaban cerca de los portadores de los aparatos: el mensaje a los libaneses en general y a la comunidad chiita del Líbano en particular, dice que, incluso atacando con precisión milimétrica a cada integrante de Hezbolá, los civiles pueden sufrir el golpe que les enseñe el peligro de convivir con esa organización.

En definitiva, el mismo mensaje que enviaban a los israelíes y demás judíos del mundo las organizaciones terroristas ligadas a la OLP y el mismísimo Hezbolá con cada atentado contra civiles judíos perpetrados en Europa, Latinoamérica y otros rincones del planeta: no habrá lugar en el mundo donde los judíos puedan estar seguros, mientras exista Israel.

Es difícil imaginar que el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, opte por negociar un cese del fuego con quien le asestó un golpe tan demoledor. Tampoco se lo permitiría el régimen de los ayatolas iraníes, que es su jefe.

También falta ver qué efecto tendrá este ataque que parece sacado de un capítulo de Misión Imposible, en la relación de la Casa Blanca con el gobierno extremista de Israel. La administración Biden sospecha, y con mucha lógica, que el objetivo de Netanyahu con estas acciones no es acabar con sus enemigos, sino prolongar el conflicto, porque es lo que lo mantiene en el poder y a salvo de los jueces que buscan juzgarlo por corrupción.

* El autor es politólogo y periodista.

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