Influir. Si hay alguna palabra que determina las decisiones estratégicas de Alfredo Cornejo es esa. Por eso, el ahora precandidato a senador nacional encara una nueva campaña como figura determinante en Mendoza, pero con buena parte de su atención apuntada a lo que ocurra en la provincia de Buenos Aires, donde se define la gran apuesta del radicalismo nacional que él preside.
El cierre de listas volvió a ubicar a Cornejo en el centro del escenario, no sólo por su candidatura sino, sobre todo, por los nombres que terminaron apareciendo en las boletas provinciales. Hay cornejistas postulados en todos los distritos y en algunos casos mejor ubicados que los leales a los intendentes. “No impuse nada como quieren hacer ver, con todos hablé y acordé”, se defiende en privado.
La aparición de Martín Kerchner al tope de la lista de senadores provinciales en el tercer distrito fue una demostración. Muchos esperaban que ese lugar lo ocupara un nombre propuesto por su discípulo Tadeo García Zalazar, uno de los posibles candidatos a gobernador por el frente Cambia Mendoza en 2023.
El intendente de Godoy Cruz y presidente de la UCR provincial debió conformarse con el segundo puesto y, además, tuvo que tomar aire y contar hasta diez: siempre hubo, dentro del cornejismo, casi una rivalidad entre él y Kerchner. “Tadeo y yo somos lo mismo”, mandó a decir Cornejo para desestimar diferencias.
Peor le fue a Daniel Orozco, que ya ha manifestado sus deseos de llegar a la gobernación en 2023 y se quedó sin nada porque debió resignar espacios en favor del cornejismo.
Esos movimientos alimentaron la especulación de que el ex gobernador está preparando el terreno legislativo para volver en dos años. Pero sus planes son otros, por ahora. Aunque eso no impide que quiera influir en las decisiones que se tomen en la provincia y para eso nada mejor que un gran bloque legislativo propio.
Las amenazas
Por delante, hay un mes y medio de campaña previa a las PASO en las que Cornejo competirá con una lista “amiga”, cuyo fin es atraer votos que podrían de lo contrario terminar en algunos de los varios frentes opositores armados para la ocasión. Luego, serán dos meses más para llegar a la general y pese a todos los pronósticos favorables, siempre hay riesgos.
Paradójicamente, muchas de esas posibles contingencias han sido generadas por el propio oficialismo. La primera es por el armado mismo de la lista que Cornejo encabeza y tiene a Rodolfo Suárez como suplente. Esta inclusión tiene objeciones legales porque un artículo de la Constitución provincial prohíbe que el gobernador se postule al Senado nacional.
Pero, más allá de los argumentos jurídicos, el mayor riesgo es que puede generar desencanto social: una candidatura testimonial es un ardid electoral inexplorado en Mendoza.
La candidatura fue presentada públicamente como la mejor manera de plebiscitar una gestión a la que las encuestas le asignan una valoración alta. Pero Cornejo, que se presentó inicialmente como el autor de la idea, descree de ese impacto. Lo dice abiertamente en la entrevista publicada en esta edición (ver página 4).
Cuentan en el radicalismo que, más que Cornejo, fue Suárez el que pujó por ser incluido en la lista de senadores ante la posibilidad de que su antecesor tenga, en dos años, otro destino político. El Senado es un ambiente más amable y con mayor visibilidad que una banca de Diputados.
Los malpensados, que siempre los hay, intuyen que el Gobernador también busca ser dueño en parte del triunfo y que Cornejo no se lleve todo el mérito. Los egos son difíciles de domar, incluso entre aliados.
El segundo riesgo que va a tener que asumir Cornejo es la agenda de campaña. Acostumbrado a ponderar la reforma del Estado que él inició, ahora deberá asumir que su sucesor dejó en el olvido aquel impulso. Un poco por la pandemia, otro por decisión personal, Suárez no ha avanzado más allá de lo que heredó.
Cornejo sí podrá defender la política “aperturista” de Suárez durante la pandemia, porque de hecho fue uno de los primeros en renegar de la cuarentena dura. Pero tendrá más problemas cuando deba hablar de la gestión estrictamente sanitaria.
La “aparición” de más de 300 muertos del año pasado en julio (casi el 8% del total de fallecidos) no es el mejor modo de empezar a hacer campaña. Que el kirchnerismo lo haya hecho peor a nivel nacional no es consuelo.
El plan nacional
Los esfuerzos de Cornejo están puestos ahora en el armado de una gran alianza opositora que enfrente al kirchnerismo en 2023, preferentemente conducida por la UCR. Aunque su ambición es ser candidato a presidente, sabe que seguramente en dos años no será su momento.
Por eso, su plan es influir en las decisiones que se tomarán. Volver a ser la figura clave del gobierno de otro, como hace casi dos décadas en la gestión provincial de Julio Cobos.
Cornejo ha entendido que sólo desde la Nación se pueden lograr cambios profundos de escenario y que los gobernadores, en cambio, hoy tienen poco margen para modificar la realidad de sus territorios: las decisiones de la Casa Rosada son, para bien o para mal, las que definen el futuro.
En ese plan, Facundo Manes aparece como la gran apuesta. Si el neurólogo vence en la interna al larretista Santilli, el radicalismo intuye que la alianza Juntos tendrá más posibilidades de ganar la general de la provincia de Buenos Aires al kirchnerismo, por el efecto sorpresa que causaría.
Obviamente, ese mismo efecto transformaría a Manes automáticamente en presidenciable, dejando muy atrás a los otros radicales con pretensiones, incluido Cornejo, que están lejos de ser una novedad. Es allí donde el ex gobernador mendocino se ve trabajando como parte de un equipo.
Si Manes pierde, seguramente el porteño Rodríguez Larreta tendrá el camino a la candidatura presidencial despejado y se le hará difícil a cualquier radical darle batalla interna. Ninguno tiene los recursos, ni el equipo, ni la vidriera del dirigente del Pro.
Pero antes de construir castillos en el aire, radicales y macristas deberán barajar y dar de nuevo, porque la guerra interna desatada en los últimos días puede dejar a todos desnudos a la intemperie. Y dicen que se vuelve de todo menos del ridículo.