¿Qué le pasa a Alfredo Cornejo? El interrogante se expande entre sus rivales. El ex gobernador que quiere volver ha tenido, desde que retornó de su viaje a Estados Unidos, hace cuatro semanas, un muy bajo perfil que lo ha mostrado alejado de los conflictos, de las declaraciones polémicas y de los roces que hasta antes de esa pausa había tenido. A esos mismos rivales les gustaría que fuera aquel de hace un mes, metido en el barro de la campaña y más expuesto a errores.
Un repaso de su agenda muestra al postulante del oficialismo en actividad pero no hiperactivo, con palabras medidas y propuestas lo suficientemente vagas para no quedar comprometido luego. La comparación con muchos de sus competidores, que prometen lo imposible o buscan instalarse en la agenda mediática a diario, remarca el contraste.
Ese bajísimo perfil del radical, a una semana de las primarias, obviamente es planeado. Después de mucho insistir, sus asesores lograron sacarlo del golpe a golpe con la oposición en el que había entrado. El que va primero no debe arriesgar, es una de las máximas a cumplir en las campañas políticas. Aunque todos los demás apunten a él con críticas. Aunque esas críticas vengan de ex aliados, como Omar de Marchi y Daniel Orozco, e incluso de su rival interno, Luis Petri.
“Está tratando de no hacer olas”, explican a su lado usando una metáfora acuática. “Lo muestran conciliador para contrarrestar la imagen de autoritario que la oposición le achaca”, aporta un analista con acceso a las encuestas y los focus group tan requeridos en estos días. Un Cornejo sonriente desde las fotos en la vía púbica y los medios digitales parece asentir ante esa opinión.
El oficialismo encaró la corta campaña previa a las primarias como un trámite a cumplir. El candidato es ampliamente conocido y el triunfo parece asegurado. Han guardado para los tres meses antes de la general toda su artillería. Habrá que esperar hasta entonces para ver cuáles son las propuestas concretas. Si las hay. En 2015, Cornejo llegó a la gobernación prometiendo sólo orden y austeridad.
En aquel momento bastaba. La gestión del peronista Paco Pérez lo avalaba. Esta vez, se espera más. El gran riesgo, como ya se ha dicho en este espacio, es que el candidato se repita y vuelva sobre sus obsesiones.
Tadeo García Zalazar, jefe de campaña y destinado a ser una figura influyente en el próximo gobierno si gana el oficialismo, lo deja en claro en la entrevista que dio a Agenda Los Andes: el tiempo de las propuestas llegará tras las primarias y el desarrollo será el eje sobre el que girarán.
Incluso, el Gobierno ha concentrado entre junio y setiembre las inauguraciones de obras. Hay barrios, algunas escuelas y mejoras en hospitales en el listado. Nada grande. Ya se sabe que la gestión de Rodolfo Suárez dejará como legado potenciales proyectos mineros y petroleros que pueden mejorar la economía provincial en el futuro, pero nada concreto aún.
El rol del propio Suárez en la campaña se ajusta al mismo libreto. Un reclamo reciclado a la Nación por el reparto de fondos y el anuncio de un planteo judicial por el nuevo cepo al dólar para pagar deudas provinciales fueron sus aportes en la semana que pasó. Antes de eso, sólo algunas declaraciones contra la oposición. En los próximos meses, sí saldrá a jugar.
Mañana, el Gobernador hará un raid mediático para pedir el voto por su candidato. Coincidirá con la visita a Mendoza de Patricia Bullrich, la precandidata presidencial del Pro a la que apoya el radicalismo local. El viaje, alientan algunos, es un posibilidad para que Suárez gane posiciones como posible compañero de fórmula.
Pero esa chance parece haberse enfriado en los últimos días porque él no ha avanzado en estrechar el vínculo y tampoco ha mostrado internamente interés. “Nunca toma riesgos”, resume alguien que lo conoce bien. Una definición de hace unos días de Bullrich no lo favorece: “Mi vice será un halcón”, anticipó. Claramente Suárez no encaja con esa descripción. Siempre se sintió más cerca del estilo de Horacio Rodríguez Larreta.
El mayor temor en el comando de campaña oficialista es a cómo puedan manifestar los mendocinos el enojo que detectan las encuestas por la situación socioeconómica. Ese enojo que hace subir a Javier Milei como un estandarte de la bronca cuando se pregunta sobre los presidenciables.
Pero ayer respiraron con alivio, tras lo que consideraban una prueba difícil: una recorrida por el Mercado Central. Un territorio con un público diverso y lejos de los actos cuidados con la militancia. “No hubo ni un insulto”, remarcaron. El énfasis en ese detalle devela que contemplaban la posibilidad de una reacción negativa.
La confianza oficialista radica en las encuestas que le auguran alrededor del 40% de los votos a Cambia Mendoza. Un número similar al de 2019, aunque con un techo para la general más bajo que entonces.
La duda se mantiene en el segundo puesto. Tal vez más guiado por sus deseos que por los números, hoy el oficialismo cree que el peronismo (con sus cuatro precandidatos) puede posicionarse allí, relegando a La Unión Mendocina al tercer escalón.
Los de De Marchi, por supuesto, dicen estar segundos cómodos y a no más de 10 o 12 puntos de Cornejo. Esta brecha, creen, los hace competitivos para la general. “Nos van a quedar tres meses y medio después para acercarnos”, se ilusionan. El peronismo ni siquiera admite tener encuestas, como resignado a ese tercer puesto que le endilgan.
De Marchi también se ha cuidado de repartir promesas. La tranquilidad que da no tener que resolver en una interna la postulación, como sí ocurre en el peronismo, le ha permitido establecer una estrategia de campaña en etapas.
En una coalición tan diversa, que reúne a macristas, radicales, demócratas, peronistas y kirchneristas, todo lo que digan puede ser usado en su contra. Por eso son pocos los que hablan. Para no mostrar las contradicciones e incoherencias que hay.
Hasta las PASO, La Unión Mendocina estará en el proceso de “homegeneización de la heterogeneidad”. El domingo próximo esperan que termine esa etapa con la definición de los candidatos a intendente en los once departamentos. Recién entonces podrá ajustarse su discurso público.
Más que derrotar a ese frente, tal vez porque lo da por hecho, hay en Cornejo un deseo profundo desde que se confirmó la fórmula De Marchi-Orozco y es quitarles a sus ex aliados los territorios, esos en los que se hicieron fuertes y sobre los que construyeron su poder. Sería una forma de recuperarlos para Cambia Mendoza luego del cisma.
Las Heras es, en el actual escenario, el que parece más posible. En las PASO o en las generales. Las encuestas que circulan muestran arriba a la suma de los dos candidatos radicales (Lopresti y Tello) por sobre los dos de La Unión Mendocina (Bustos y Martínez Palau).
“La imagen de la gestión municipal viene cayendo sin pausa”, corrobora un encuestador que trabajó en Las Heras, quizás anticipando el final.
Hasta en el frente opositor se muestran dubitativos. Dicen que “Daniel va a ganar”, pero sin mucho énfasis. El golpe para Orozco y su pretensión de continuar controlando el municipio más allá de 2023 sería letal. Por eso ha concentrado en Las Heras (y con Bustos) sus esfuerzos de campaña. Además, el frente así lo necesita: el resultado allí es clave para poder ser competitivos en la provincia.
En Luján el panorama es distinto. Más difícil. En Cambia Mendoza admiten estar abajo, aunque con la sumatoria del cornejista Natalio Mema y Matías Bertona, de Petri, dicen acercarse mucho a Esteban Allasino, el elegido por Sebastián Bragagnolo para sucederlo en la intendencia.
“Mema no se está diferenciando, alaba la gestión actual y se muestra demasiado conciliador. Así no va a crecer”, advierte un observador.
En el municipio no disimulan su confianza. Aseguran que su candidato Allasino está 20 puntos arriba y gana cómodo, arrastrado por De Marchi.
Bragagnolo se juega y mucho en esta contienda: su sorpresiva decisión de no ir por la reelección generó un flanco débil donde no lo había. De perder, todas las miradas apuntarán a él. Por eso, se ha cargado la campaña al hombro. Al fin de cuentas, Luján es para De Marchi lo que la Ciudad de Buenos Aires es para Mauricio Macri. Perder allí significaría perder todo.