“Si me vas a decir que Juntos por el Cambio se rompe, te podés ir ya mismo a la mierda”. Alfredo Cornejo cortó en seco, sin siquiera cruzar saludo, a un legislador que el domingo a la noche lo llamó para indagar cómo iban a seguir tras la debacle electoral de Patricia Bullrich.
El resultado no sorprendió al gobernador electo ni a nadie en el oficialismo. Pero es distinto el anuncio a la constatación de la tragedia. Sí tal vez esperaban un mejor desempeño de su aliada, sobre todo en Mendoza.
El sábado previo, en los diversos grupos de Whatsapp que agrupan a dirigentes radicales y de Juntos por el Cambio de todo el país, el Prode electoral coincidía en que Bullrich terminaría tercera. La esperanza es un lujo que sólo los ilusos se pueden dar.
La preocupación de Cornejo ese domingo de furia es la misma que tendrá durante mucho tiempo: cómo contener la estampida. Su receta fue la reunión y el pronunciamiento por la prescindencia de los gobernadores en funciones y electos de Juntos por el Cambio, pese al intento de último momento de Gerardo Morales de torcer la decisión.
El gobernador jujeño llegó tarde a la reunión, cuando ya había acuerdo sobre qué decir, e intentó que se modificara el documento. Fue Rogelio Frigerio, ganador en Entre Ríos, quien se encargo de frenar el intento.
El mendocino entiende que la “liga de gobernadores” de la UCR y el Pro que impulsa puede transformarse en la oposición más contundente al próximo gobierno y, a la vez, en el sostén de la alianza que parece destinada sí o sí a perder alguna de sus partes. Aún no se sabe cuál.
De lograr esa meta, implicaría un cambio en la dinámica que tuvo hasta ahora esa coalición, basada en el protagonismo de figuras surgidas del AMBA, que fracasaron claramente en todo este proceso electoral, más que en los jefes territoriales con votos.
Pero para que eso suceda, no puede haber defecciones. Cada líder tentado por el ganador del balotaje con las mieles de los recursos nacionales debilitará al grupo, que perderá poder de representación y negociación. Por ahora, todos parecen comprometidos con la unidad. Habrá que ver cuando se empiece a mover el carro cómo se acomodan los melones.
Viendo lo ocurrido después, aquel rápido pronunciamiento de Cornejo, Suárez y los intendentes en funciones y electos de Cambia Mendoza por la neutralidad, el miércoles a la mañana, tras una cena la noche anterior, pareció destinado a marcar la cancha. Principalmente a la UCR nacional, que ya tenía programado su anuncio para ese mediodía.
Los impulsores de la prescindencia no confiaban en la decisión final de Morales, siempre muy cercano a Sergio Massa, pese a que el presidente radical ya había anticipado a legisladores nacionales, incluso en reuniones vía zoom, que no apoyarían a nadie. La desconfianza fue justificada horas después, con su intervención en la cumbre de gobernadores.
La definición mendocina buscó también poner un escudo protector sobre todo a los intendentes. En esa reunión del martes a la noche, algunos confesaron que ya habían sido tentados por el massismo. De no apurarse, tal vez algunos hubiesen terminado como compañeros de aventura nuevamente de Daniel Orozco.
El lasherino, ahora oficialmente imputado por los desmanejos en la asignación de dinero a una cooperativa floja de papeles, adujo haber ido al búnker de Unión por la Patria en Buenos Aires, el domingo electoral, a intentar un contacto por “temas de gestión” con el candidato presidencial. El chiste no tiene remate.
El massista sancarlino Jorge Difonso, hasta hace ocho meses integrante de Cambia Mendoza, fue el encargado de tentar a radicales. Llamó, entre otros, al tupungatino Gustavo Soto y al godoicruceño Tadeo García Zalazar. Mario Abed, aún vicegobernador e intendente electo de Junín, fue contactado por Gabriela Lizana.
Los cantos de sirena llegaron al propio Cornejo, aunque desde otro nivel. Un mensaje como al pasar del propio Massa, el lunes, fue reforzado con llamados de otros peronistas, como el gobernador sanjuanino Sergio Uñac.
Mientras esto ocurría acá, en Buenos Aires Bullrich avanzaba en su decisión de apoyar a Javier Milei. Lo habló con su candidato a vice, Luis Petri, y acordaron que se pronunciarían en favor de su ex rival. Así se lo transmitió a Cornejo, quien le recomendó hacerlo sólo a título personal.
Pero lo hablado el lunes cambió el miércoles. Y la presidenta del Pro, a tono con la influencia de Mauricio Macri, cuando hizo el anuncio formal se arrogó la representación de los 6 millones de votantes que la eligieron.
Junto a ella apareció Petri, que la noche anterior había estado en la reunión que Macri organizó en su casa con Milei para cerrar el acuerdo.
Al ex candidato a vicepresidente intentó convencerlo de no dar ese paso Julio Cobos. Hubo un llamado que terminó con los dos sin correrse de su postura. Ambos creen equivocado al otro. Uno a cada lado de la grieta.
El argumento de Petri es que no se pueden quedar callados con el kirchnerismo y Massa enfrente. Y desafía a quienes apoyan al candidato peronista a que lo digan a viva voz.
Para el ex gobernador, en cambio, no debe rifarse la unidad. Por eso, salió a pedir que quienes ocupen cargos sostengan la abstención públicamente. Justo luego de que Hebe Casado, la vicegobernadora electa, anunciara su apoyo a Milei horas después de haber firmado la neutralidad.
A Cobos le adjudican intencionalidad en ese pedido: frenar un éxodo hacia La Libertad Avanza. Quienes lo dicen se basan en su vínculo estrecho con Morales y aquel planteo en la Convención radical de 2015 para incorporar a Massa a Cambiemos.
“Sabíamos que a la larga Patricia iba a apoyar a Milei, pero nunca imaginamos que fuera tan rápido”, admite un intendente radical, que confiesa sentirse “incómodo” con la neutralidad acordada. Por eso, en los próximos días podría salir a anunciar su voto.
El argumento que usa es simple: “Debemos darle claridad a nuestros votantes, que durante años alimentamos a base de antikirchnerismo”.
La prescindencia adoptada por la mayoría de Juntos por el Cambio es la vía más directa para solucionar conflictos hacia adentro y hacia afuera. Antes que nada, permite mantener la débil unidad, conteniendo a los que quieren salir corriendo hacia Massa y a quienes quieren gritar su apoyo a Milei.
Macri, su entorno más cercano, Bullrich y Petri ya saltaron ese “corralito”. Muchos creen que en breve podría hacerlo Morales y sus aliados, pero para el bando contrario.
Pero si la mayoría se mantiene en la neutralidad, eso les dará más poder luego como oposición, sobre todo a los gobernadores cuando deban enfrentar al Gobierno nacional. Entregarse a uno ahora, aunque gane, sería bajarse el precio después. Y si eligen al que termina perdiendo, entonces la gestión será cuesta arriba.
La imparcialidad también evita que los dirigentes se enfrenten a sus votantes. Ante el balotaje, no habrá un destino unánime. Y eso lo saben los gobernadores de Juntos por el Cambio. Hacer campaña por uno o por otro los alejaría de su electorado.
En el cornejismo creen que en Mendoza algunos militantes radicales pueden terminar inclinándose por Massa, por la amenaza democrática que le adjudican al libertario, pero a los simpatizantes que llevan ocho años apoyando al oficialismo provincial los ven votando a Milei o en blanco.
“¿Cómo explicaríamos el apoyo a alguno? Yo sigo dando explicaciones por haber apoyado a Kirchner pese a que hace 15 años que claramente estoy enfrentado al kirchnerismo”, argumentó Cornejo ante sus íntimos.
La apuesta del gobernador electo a sostener Juntos por el Cambio se basa en la creencia de que ninguna de las opciones que pueden gobernar desde el 10 de diciembre tendrá éxito económico. “Podemos tener revancha en dos y en cuatro años si acertamos en la construcción política”, se ilusiona. Si se equivocan, o sea si se dividen, volvería la relación de fuerzas de 2011, con una oficialismo empoderado y una oposición atomizada.
Ese escenario es justamente el que pretende Massa, con su declamado gobierno de unidad nacional, un remedo de la transversalidad kirchnerista. “Si nos dividimos, el peronismo se queda como mínimo ocho años más. Milei sólo va a estar cuatro”, argumentan los radicales mendocinos.
Por eso, cuando Cornejo mira el futuro, cree que el impacto en la coalición será distinto según quién gane. Si es Massa el próximo presidente, imagina una UCR en tensión con Morales en el gabinete y al resto unido. Si en cambio gana Milei, Macri tensionará Juntos por el Cambio con su apoyo al gobierno, pero en ese caso se abre a los gobernadores la posibilidad de ser los garantes de la gobernabilidad, sin comprometerse en demasía.
Cornejo tiene decidido no decir cómo votará. Respetará la neutralidad pública que impulsó y hasta podría no inclinarse por ninguno de los dos candidatos en el cuarto oscuro. Pero hay señales que pueden orientar al menos para saber a quién no votará. La primera es su férreo enfrentamiento con Morales. La segunda es que no cuestionó duramente la decisión de Bullrich como otros y habla casi a diario con Macri. La tercera tal vez esté en el título del libro que presentará el lunes sobre el reparto de fondos nacionales: Gildokracia.