Alfredo Cornejo convirtió a Mendoza en una isla radical en 2015, cuando asumió su primera gobernación, porque supo aliarse con todos los partidos locales, menos con el peronismo, quien por su parte desde entonces no cesa de perder votos. Sin embargo, Cornejo de a poco también fue perdiendo, en su segunda gobernación, a casi todos los aliados de la primera. No obstante, aunque un tanto desgastada, en relación al resto del país Mendoza sigue siendo la gran provincia radical. Los correligionarios hegemonizan en casi todas las instituciones públicas, en la Justicia, en la Legislatura, en muchas asociaciones profesionales, en la mayoría de los municipios..... y en la Universidad, donde el radicalismo conduce el rectorado y un montón de facultades.
A la vez, Cornejo es un “opositor colaboracionista” con el gobierno de Javier Milei, quizá el que más entre los dirigentes de primera línea, mientras que el presidente nacional de la UCR, Martín Lousteau, es un “opositor obstruccionista”, casi, casi, un kirchnerista más.
Pero aún sabiendo lo que es Cornejo y lo que es Lousteau dentro del radicalismo, lo difícil es saber qué cosa es hoy el radicalismo nacional. Desde el desastre de De la Rúa no se pudieron recuperar más. En 2003 tuvieron un candidato a presidente que sacó el 2% de los votos, Leopoldo Moreau, que después se hizo kirchnerista. En 2007 se dividieron entre los radicales transversales que se hicieron kirchneristas (entre ellos estaban, en la primerísima línea, Julio Cobos y Alfredo Cornejo) y los radicales radicales, que aún habiendo resistido heroicamente la tentación kirchnerista, pusieron de candidato presidencial a un peronista, Roberto Lavagna. En 2011, con Cobos y Cornejo arrepentidos de su travesura kirchnerista y habiendo retornado cabizbajos a la casita de los viejos, el candidato presidencial fue Ricardito Alfonsín, que años después se haría tan kirchnerista como Moureau. Y ya desde 2015 ni candidato tuvieron, se aliaron electoralmente con Macri pero como socios secundarios. Y así llegaron al presente, sobreviviendo porque gobiernan varias provincias y municipios, pero pesando cada vez menos a nivel nacional. Caso contrario no podrían haber elegido a Martín Lousteau como su presidente partidario, porque elegir a ese tránsfuga (no se tome la palabra como insulto, sino en base a la definición que de ella hace el diccionario: “Persona que abandona una organización política, empresarial o de otro género, para pasarse a otra generalmente contraria”), lo hace un partido que está perdiendo casi toda su identidad histórica. Tanto se dejaron seducir casi todos por el charmé kirchnerista, que la mayoría de sus ex-candidatos presidenciales hoy son kirchneristas, y también lo es (o casi) su actual presidente partidario.
Hoy la pelea dentro de ese centenario partido en crisis se centra entre los que están más cerca de Milei y los que están más cerca del kirchnerismo. Mientras que para un radical no hay nada peor que otro radical. Cornejo y Lousteau son los arquetipos ideales de una y otra posición. Y si bien a nivel nacional son un partido en crisis, siguen siendo poderosos a nivel universitario, donde manejan muchas facultades. Por ejemplo, la UNCuyo está conducida por un radicalismo muy afín al cornejismo. Y la Universidad de Buenos Aires por un radicalismo muy afín al lousteausismo. Y hasta allí llevaron su pelea, en este debate entre la marcha y el veto.
La UBA la conduce un profesional prestigioso y respetado como el doctor Ricardo J. Gelpi, pero por debajo está el vicerrector Emiliano Yacobitti, que es quien se ocupa de todas las cuestiones político-partidarias, en alianza con Lousteau. Yacobitti es el patrón de estancias de la UBA y Lousteau es el patrón de estancias de la UCR. Son dos arribistas exitosos que exprimen ambas instituciones poniéndolas en todo lo que puedan al servicio de sus negocios políticos.
Pero esta vez, tanto Cornejo con su UNCuyo como Lousteau con su UBA debieron coincidir en ponerse ambos del lado de las universidades contra el gobierno de Milei, aunque allí también siguen diferenciándose las dos concepciones. Dejemos entonces hablar a los actores.
El rector Ricardo J. Gelpi le mandó una carta a los diputados nacionales pidiendo que rechacen el veto de Milei a la ley de financiamiento educativo y lo dijo en estos términos: “El sistema universitario público de nuestro país es único en el mundo, combina masividad, excelencia académica e ingreso irrestricto”.
Alfredo Cornejo, sentado junto a la rectora de la UNCuyo, Esther Sánchez, afirmó: “Comparto que algunas universidades fueron creadas para meter ñoquis, pero hay universidades que tienen una trayectoria y una administración sin conflictos, como la UNCuyo”.
Para rematarla con otra frase aún más ambigua: “El proyecto de ley que se veta es una indexación salarial por ley. A mi no me gustaría que se impusiera así porque complica el plan económico. No tuvo pericia el Gobierno nacional para hacer negociaciones salariales, en eso las universidades y los gremios tienen razón”.
Aunque los dos parecen del mismo lado, los diferencias son sustantivas..
Gelpi en toda su nota no hace la menor autocrítica al sistema universitario nacional y aparte lo considera “único en el mundo” (una forma más sutil de decir, el mejor del mundo) porque junto a la “excelencia académica” (virtud que nadie discute), tiene “masividad” e “ingreso irrestricto” (dos cuestiones que se puede discutir si se tratan precisamente de virtudes). Es la expresión más acabada de la universidad que al ser considerada la institución más prestigiosa por la sociedad, cree que no tiene que cambiar absolutamente nada.
Cornejo alaba a la UNCuyo (qué otra cosa podría hacer si estaba en la UNCuyo a la que dirigen los suyos, además de que nuestra universidad es bastante buena, aunque también requiere, como todas las otras, de muchas reformas), pero advierte no sólo que hay ñoquis en otras universidades, sino que algunas fueran creadas únicamente para meter ñoquis. Y aún más duro es cuando se pone totalmente en contra del principal defensor de la ley de financiamiento universitario (Lousteau) al sostener que esa ley es “una indexación salarial por ley”. Opinando con contundencia: “A mí no me gustaría que se impusiera así porque complica el plan económico”. Vale decir que mandó a sus diputados a votar una ley en la que él no cree. Claro que después le echa la culpa de todo a lo mal negociador salarial que fue el gobierno, pero claramente acompaña la filosofía de discutir los aumentos en paritarias y no con imposición de leyes opositoras. O sea que trata de quedar bien con unos y con otros. Aunque sus palabras están más cerca del pensamiento económico del gobierno que de los que impulsaron la ley.
En síntesis, para la gente de Lousteau-Yacobitti, universitariamente somos únicos en el mundo y por lo tanto no hay que cambiar nada. O sea el dogma transformado en virtud, la Universidad como Iglesia laica donde solo se trata de conservar, en vez de reformar, a pesar de ser la universidad nacida de la gran reforma del 18.
Cornejo, en cambio, cree que el financiamiento no es un tema para discutir por ley, que tal como se planteó, de haberse impuesto hubiera complicado el plan económico (que él en general defiende) y que aparte de acumular ñoquis, “el sistema universitario tiene que mejorar”. El mendocino es un radical que cree en la universidad pública (a diferencia de Milei) pero quisiera conciliar los aumentos salariales con el plan económico del gobierno (a diferencia de Lousteau).
Nada más alejado del pensamiento de Lousteau, un opositor obstruccionista, pero a la vez, como opositor colaboracionista, Cornejo no debe ignorar que todo este enorme lío lo empezó Milei con su idea de querer ajustar a las universidades manteniéndoles el presupuesto del año pasado. Todo lo demás fue consecuencia de ese delirio porque la gran mayoría de la sociedad duda de que a Milei ni siquiera le interese tener universidad pública. Y la duda es razonable.
Cornejo, junto con varios gobernadores, más allá de la mejor o peor evaluación de sus gestiones provinciales, hoy nacionalmente no sabe dónde apoyarse porque el partido ha sido tomado por el enemigo, pero aliarse con Milei es un riesgo peligrosísimo por la imprevisibilidad del personaje y en este caso particular, porque ningún radical piensa en el tema universitario como Milei.
Enorme dificultad la de ser un hombre de dos reinos. Un radical de dos reinos. Como si no se tuviera bastante con el mero hecho de ser radical hoy. Es que a los correligionarios, que supieron tener tiempos mejores, les viene de perillas la definición que hizo la vicepresidenta acerca de Milei, cuando lo consideró un jamoncito entre ella y Karina. Los radicales hoy son el jamón del sandwich entre el mileismo (al cual ya se le fueron cinco que apoyaron el veto de Milei) y el kirchnerismo (al cual no solo se fue el hijito que se la parece -solo físicamente- a su papá el gran don Raúl Alfonsín, sino hasta el propio presidente de la UCR nacional que vota todo junto con los K).
Mantener la identidad radical es la consigna de la hora, frente a tantas acechanzas. El problema es saber si la identidad radical sigue existiendo. Menudo dilema.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar