Uno repasa las buenas costumbres que nos enseñaron nuestros mayores y debe agradecerles que nos hayan inculcado el valor por lo bueno, la forma en la que uno debe comportarse en la vida.
Es la costumbre la manera habitual de obrar una persona o animal, establecida por un largo uso o adquirida por la repetición de actos de la misma especie.
Uno actúa por costumbre en numerosos sucesos de la vida: camina por las mismas calles para ir a su trabajo, almuerza a determinada hora, se acuesta a determinada hora. Son todas acciones que nos pone en el camino la costumbre.
El animal, el perrito que tenemos en casa, sale a comer a determinada hora, deambula por el patio, y se echa a los pies del dueño tan sólo por costumbre.
Por costumbre vamos a ver a los viejos determinado día de la semana, o nos juntamos con la barra de amigos, un viernes por ejemplo, porque así lo marcan las costumbres.
Va al baño al mediodía y mejor que no se encuentre ocupado a esa hora porque puede entrar en estado de bronca.
Las costumbres nos mandan y respondemos a ellas casi sin darnos cuenta, por una cuestión natural. Muchas veces la costumbre nos lleva a repetir actos de una manera abusiva, porque así lo hemos hecho siempre.
Pero también el país tiene sus costumbres, que constituyen las llamadas “costumbres nacionales”, que todo argentino lleva a adentro, y aparecen en determinados momentos para demostrar de qué naturaleza estamos hechos.
Hay costumbres ligadas con la gastronomía que son inalterables. Por ejemplo, los ravioles de la mamá en los domingos. El asado con los amigos ya lo he mencionado y no es lo mismo pasar una semana sin ese encuentro que comienza por lo gastronómico y termina con un truco furibundo, que también es una costumbre.
Tomamos mate por costumbre, es nacional. En toda Argentina se toma mate varias veces por día, y no es lo mismo el día que falta.
En algún momento, de cualquier reunión, si hay una guitarra presente, es costumbre armar un “Cochero ‘e plaza” colectivo donde abundan las desafinaciones, pero el fin de cantar entre todos está cumplido.
Por supuesto que también están las malas costumbres, que repetimos aunque sepamos que no están bien, como hurgarse los agujeros de la nariz a cada rato, o masticar chicle mientras está teniendo una conversación de lo más seria.
Es costumbre darle a la dama, al caminar, el lado de la pared, costumbre ancestral que viene de cuando no había cloacas en las ciudades y los líquidos servidos se tiraban al medio de la calle.
También es costumbre el saludo: uno saluda porque es un gesto de buena cercanía, de buena amistad, pero también lo hace por costumbre.
En fin son numerosos los casos de costumbre que nos abarcan y hay cosas que no tienen remedio: que aumente el dólar, que aumenten los precios, que aumente la inflación también son costumbres nacionales.