Cristina propone como novedad el olvido

Cristina Kirchner continúa ocupada en el diseño de una estrategia que le garantice herramientas de impunidad La vicepresidenta impulsó un cambio de marca política para ocultar el fracaso del actual gobierno. El Frente de Todos, propone Cristina Kirchner, es el olvido que seremos.

Cristina propone como novedad  el olvido
Jorge Capitanich y Cristina Fernández de Kirchner

Habrá que darles la razón a los que dijeron hace cuatro años que con el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner la economía argentina imitaría el desastre de Nicolás Maduro en Venezuela. La inflación de mayo en Argentina fue de 7,8%; superó al 7,6% informado por el gobierno venezolano para el mismo período. El chavismo residual no debe amilanarse con esa competencia. Todavía lidera el ranking mundial de inflación, aunque Argentina ya alcanzó el podio y va tercera detrás de El Líbano. Lo consiguió con un registro anual de 114,2% y pese a que en mayo el índice cayó seis décimas en relación al 8,6% de abril.

En cualquier país apenas serio, los responsables de esa catástrofe económica que castiga sin piedad a los sectores sociales más vulnerables ya habrían renunciado a cualquier aspiración de continuidad política, tras ofrecer las disculpas del caso por su ineptitud. No es el caso de Argentina, donde la vicepresidenta de la Nación y el presidente que puso siguen entretenidos en disputas para quedarse con retazos del poder y el ministro de Economía está convencido de que las seis décimas hacia abajo pueden ser en verdad un escalón al cielo de una candidatura presidencial.

Cristina Kirchner continúa ocupada en el diseño de una estrategia que le garantice herramientas de impunidad. Ya no conserva el poder de antes para ordenar una oferta electoral competitiva, sobre todo porque la realidad marcha por otro camino. La vicepresidenta impulsó un cambio de marca política para ocultar el fracaso del actual gobierno. El Frente de Todos, propone Cristina Kirchner, es el olvido que seremos.

El filósofo Francis Bacon solía complementar la frase salomónica -que no hay nada nuevo bajo el sol- con otra, más sugerente: toda novedad es antes un olvido. En las redes sociales el humor contra la vice fue más imprudente: tomando una foto reciente del actor Esteban Lamothe junto al ministro Eduardo de Pedro, se invitaba a discernir cuál de los dos era la Unión por la Patria, la novedad y cuál el Frente de Todos, el olvido.

Pero el discurso protagónico que Cristina imaginaba para explicar desde Santa Cruz una coalición renovada quedó ensordecido por las noticias que llegaron desde Chaco. El país no atendió su exposición habitual, entre el lunfardo y el magisterio, porque el femicidio que se le imputa a dirigentes sociales aliados del gobernador Jorge Capitanich sacudió a la opinión pública nacional con sus detalles macabros.

Hasta la desaparición de Cecilia Strzyzowski, el oficialismo afirmaba, como lo dijo la ministra Ayelén Mazzina que “menstruar también es un acto político”. Esa intensidad declarativa contrasta con el silencio de todo el kirchnerismo y los gobernadores peronistas frente a un caso en el que la víctima fue una mujer y se investiga como victimarios a los responsables de la principal organización paraestatal de Chaco, financiada con recursos públicos y todavía protegida por Capitanich, que irá hoy a elecciones primarias para presentarse para un cuarto mandato como gobernador.

Capitanich intentó desligarse del caso con el peor de los recursos: sugerir que la víctima no es Cecilia Strzyzowski, sino el gobierno de Jorge Capitanich. Se trata del mismo recurso utilizado en su momento por caciques feudales como Ramón Saadi, en Catamarca, o Carlos Juárez, en Santiago del Estero. Casos en los que más tarde que pronto el peronismo se vio obligado al remedio de la intervención federal.

Es improbable que Alberto Fernández pueda resolver algo así. Desde su renuncia a una candidatura presidencial que nunca alcanzaría, Fernández dedica su tiempo a comentar la realidad como si le fuese ajena y a devolverle reniegos a Cristina Kirchner. Entre las primeras de esas actividades, el presidente dijo que con un 100% de inflación no se puede vivir. Irrefutable. Habría que sugerirle que imagine la misma situación con 114%, que es por ahora la inflación que lleva su firma.

Para pergeñar las atenciones que le devuelve a Cristina por haberlo transformado en algo peor que Héctor Cámpora, Alberto Fernández saca lo mejor de sí. Mientras Cristina se esfuerza por diferenciarse, Alberto la abraza y declara a los cuatro vientos que a la nueva Unión por la Patria la están fundando juntos. Un acoso cancelable al estilo Pepe Le Pew.

Todo ese desorden puede que encuentre un límite cuando se inscriban las listas de las primarias presidenciales. El plazo que vence el sábado próximo definirá si esas primarias serán o no las más fragmentarias desde la invención de las Paso. Una herramienta que prometía transparentar la oferta electoral y en estos días exhibe otra falencia grave: la discusión de los pisos de integración de las listas sigue siendo ocasión de rosca y negociación opaca. Territorio de apoderados perspicaces y operadores serviciales, como le recordó Aníbal Fernández a Cristina Kirchner. En clave cifrada le rememoró a la expresidenta los “trabajos” que hizo por ella. Tampoco hace falta escarbar demasiado: en su momento, todo el operativo de demolición pública de la imagen del fiscal asesinado Alberto Nisman corrió por cuenta y orden de Aníbal Fernández, y lo hizo a la luz pública.

Juntos por el Cambio superó la noche del cierre de alianzas sin quebrarse y sin tener que recurrir a una decoración nominal como la de sus adversarios. Sus principales dirigentes se beneficiaron con el caos político dentro del gobierno, con la confirmación del ritmo desenfrenado de la inflación, la controversia pública por un nuevo crimen del peronismo feudal y la aparición de señales de deterioro en la carrera, hasta ahora ascendente, de Javier Milei.

Después de varias semanas de exhibir en público diferencias políticas y disputas personales, la principal coalición opositora pasó a un más confortable segundo plano, también a la espera del cierre de listas. Sus problemas no terminarán entonces; serán reemplazados por otros, más propios de la competencia mayor.

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