Llega el mes de diciembre y no es casual encontrarnos con demoras en el tránsito, el clima laboral comienza a subir la temperatura, sentimos que llegamos tarde a todos lados y pareciera que la paciencia que nos queda es directamente proporcional a los días que quedan en el calendario.
Los cierres suelen sensibilizarnos, el cansancio, los balances, las despedidas, las exigencias de culminar etapas, que tal vez no estamos listos para cerrar, definir situaciones suele incomodarnos en esta época del año, claro, esto dependerá del bagaje emocional con el que cada uno cuente, pero también es una realidad que estamos todos inmersos dentro de esta ola, ya que es como que “se respira en el aire” y es éste el termómetro social que percibimos, cada vez que hacemos la fila en el supermercado, o nos enfrentamos al tráfico en horario pico.
Hay algo clave desde el punto de vista de las neurociencias, y es que estamos ante situaciones de stress, desde aquí podemos analizar estas conductas, incluso esta ansiedad de ¨terminar con todo¨ o de sentir la urgencia de estar en todos lados.
Cuando vivimos estados de stress, nuestro cerebro está respondiendo a una amenaza real o simbólica, es decir nuestra fisiología actúa como si nos estuviese persiguiendo un león literalmente, aunque solo haya sido una discusión con nuestro jefe, los mecanismos internos que se desencadenan son los mismos, y es aquí cuando entramos en el famoso ¨modo supervivencia¨ donde el foco de nuestra existencia se basa en sensar posibles peligros, y atraviesa nuestro cuerpo físico, mental y emocional, ya que estamos preparados para luchar/huir/ congelarnos o en casos extremos, disociarnos.
Estas respuestas están grabadas en nuestro cerebro desde nuestros ancestros, quienes literalmente debían escapar del león para que la especie subsista. Hoy en día, este cerebro evolucionó, aunque esta partecita más antigua nos acompaña y se activa casi de modo inconsciente, cada vez que percibimos posibles peligros.
Nuestro sistema nervioso central tiene dos ramas, el SN simpático, encargado de activar este modo supervivencia, de ponernos en alerta, y el SN Parasimpático, quien nos devuelve a la calma y a la conexión, ambas ramas actúan en equipo a lo largo del día y son necesarias ya que, sin alertas, no podríamos por ejemplo levantarnos en la mañana o estudiar para un examen, pero sin calma no podríamos dormir en la noche, es decir que ambas fluctúan a los largos del día.
Ambos sistemas trabajan desde lo hormonal, comandando funciones viscerales y musculoesqueléticas, pensemos que si estoy preparado para la lucha, no es tan importante la digestión y tampoco será tan fácil dormir, ya que ¨debo¨ estar alerta ante posibles peligros, también cambia drásticamente el lente con el que vemos el mundo, ya que todo y¨ todos¨ pasan a ser evaluados como posibles peligros, he aquí las actitudes defensivas de las personas, o incluso el nivel de agresión, es como la energía de la lucha contenida, esperando salir a la cancha.
¿Cuándo se genera el desajuste? Cuando quedamos atrapados en el modo ¨supervivencia¨ gran parte del día (sin ser consciente de ello) tomando este modo, como parte de nuestra cotidianeidad, convirtiéndose en un estado de stress crónico.
Se sabe que, para mantenernos en alerta, segregamos hormonas como el cortisol y adrenalina, bañando todo nuestro sistema, esto implica que todas las funciones que no formen parte de acciones como la lucha y la huida, quedarán en un segundo plano, y los órganos implicados serán irrigados y oxigenados en menor medida, ya que nuestro cerebro al leer peligro, entiende que primero hay que ponernos a salvo, luego digerir o dormir.
¿Cómo lo logro? Hoy la ciencia nos trae mucha luz en este campo, ya que el stress es la causa de infinidad de enfermedades.
Se ha demostrado que unos minutos de respiración consciente, bajan los niveles de cortisol en sangre, ¿y por qué me detengo en la respiración? Se sabe que esta función tan inconsciente y a la vez tan propia de los seres humanos, es la primer señal que percibe el organismo para dar comienzo a la cascada hormonal y pasarnos al modo supervivencia, es una respiración entrecortada, a nivel del pecho, con exhalaciones cortas, pequeñas apneas, si sabemos esto, también sabemos que una respiración amplia, dosificada, consciente, llevada a la zona baja del abdomen y tomándonos el tiempo necesario para exhalar todo el aire, genera en nuestro sistema el “reseteo” que necesitamos para volver al estado de conexión y de calma.
Siempre propongo a mis alumnos, comenzar por un simple escaneo corporal al comenzar el día o en momentos claves de la rutina, una pausa a media mañana, cuando paramos en el almuerzo y antes de irnos a dormir, unos minutos para chequear mi estado general, conectar con lo que está sucediendo en el cuerpo y tomar seis/diez respiraciones conscientes.
La energía cambia y si logramos instalar el hábito, se estará modelando nuevamente el sistema nervioso, es decir, unos nuevos lentes para mirar el mundo.
* La autora es docente de nivel medio.