A medida que se le agotan los tiempos para intentar cualquier aventura con la manipulación de las Paso y el Gobierno queda de frente a la intemperie electoral, comienza a hacerse evidente una tendencia que atraviesa de lado a lado la gestión. Es como una orden tácita, bajada sin demasiada organicidad, pero comprendida de inmediato por todas las áreas de la administración.
Es ilustrativo el episodio admitido por las partes en el que el ministro de Economía, Sergio Massa, le indicó al empresario Antonio Aracre, que su compañía debía salir a “romper todo” en el mercado de granos pagando más caro el precio en dólares de la soja, para que el Banco Central pudiera hacerse de reservas con la segunda devaluación selectiva del peso que el Gobierno le ofreció al agro.
Poniéndose otra vez de rodillas (para decirlo en los términos de Máximo Kirchner), Massa no estaba consiguiendo dólares suficientes y el ministro se metió de lleno a forzar que la depreciación de la moneda argentina funcione. Aracre es hasta fin mes el director ejecutivo de Syngenta, compañía de capitales chinos que lidera el mercado argentino de semillas. Calificó las instrucciones del ministro como una expresión desafortunada. Pero no las consideró una intervención delictiva en el mercado. Se hubiese complicado él mismo en la zona gris de alguna complicidad.
A Massa, la segunda devaluación selectiva para el agro lo ayudó a acomodar los números para que el Fondo Monetario Internacional aprobara el desembolso de 6.000 millones de dólares en diciembre. La urgencia de romper todo tenía un sentido inmediato. Massa no ha conseguido ningún alivio en la presión inflacionaria, pero intenta al menos no retroceder con una nueva corrida cambiaria al marasmo del cual surgió como reemplazo de Silvina Batakis.
Romper lo que haga falta es para Massa el mantra de su supervivencia política. Todavía no resigna una candidatura presidencial para la que se propone como la versión eficiente del experimento de poder delegado que imaginó Cristina Kirchner con Alberto Fernández. Con el apoyo -obligado por las circunstancias- del peronismo territorial. Y la expectativa puesta en la división del voto opositor, entre centristas y libertarios.
Mesas de dinero
Con la misma lógica de Massa en el mercado cambiario están jugándose su propia apuesta de supervivencia los actores del no menos influyente mercado de ayuda social. En esa mesa de dinero juegan con los fondos del asistencialismo la ministra Victoria Tolosa Paz y funcionarios a su cargo que cada tanto se cruzan de la oficina a la calle para fungir en escena como gremialistas del desempleo.
Emilio Pérsico y Juan Grabois son los dos referentes más visibles de ese gerenciamiento de la pobreza. Siempre ansiosos de expansión, y apalancados en vastas partidas del presupuesto, quieren intervenir también en la próxima licitación de cargos de la burocracia política.
Tolosa Paz y sus interlocutores también están saliendo al mercado a romper todo. En las oficinas de Desarrollo Social tienen un margen cada vez más escaso para seguir ocultando las innumerables opacidades administrativas del asistencialismo. Sobre todo, después de que la Afip contribuyera a revelar desvíos injustificables: el pago a grandes contribuyentes de subsidios a la pobreza y el uso de recursos de los excluidos para la compra de dólares. Con Grabois a la cabeza, hay una resistencia activa a cualquier avance en favor de la transparencia.
Bloqueo por dos
A horas de una sentencia judicial clave, Cristina Kirchner encabeza la instrucción de romper todo, pero en defensa propia. Desde la derrota electoral del año pasado, su manejo hegemónico de las dos cámaras del Congreso quedó desvirtuado y su reacción no fue buscar un nuevo equilibrio, sino acentuar el bloqueo. El desmadre de su estrategia judicial la indujo primero a un ardid para boicotear la integración del Senado en el Consejo de la Magistratura. Como no resultó suficiente, mandó a replicar la maniobra en Diputados.
La presidenta de la Cámara baja, Cecilia Moreau, no sólo borró con el codo el decreto que había firmado para designar los diputados representantes en el Consejo de la Magistratura. Rompió algo más. La integración del Consejo está bloqueada, pero ahora Diputados carece de una presidencia con un consenso legítimo para funcionar normalmente.
La principal oposición está desafiada por esa estrategia económica, social e institucional destructiva. Si se retira callada del escenario, convalida un nuevo umbral de degradación. Si levanta la voz sin inteligencia táctica, corre el riesgo de ser arrastrada al fango por la provocación que propone el kirchnerismo.
En lo económico, la desesperación en aumento augura mayores problemas. El Gobierno cree que salir a “romper todo” lo ayuda en la coyuntura. Pero movimientos como los que justificó Aracre sólo garantizan a futuro la certeza de otra devaluación. Si hubo un “dólar soja 2.0″ ¿por qué sería inverosímil una próxima actualización del mismo software?
En los equipos económicos de la oposición, la progresiva degradación de la gestión kirchnerista está despejando un debate que trababa buena parte de la dinámica política de Juntos por el Cambio. Lo sintetizó en Córdoba el exministro macrista Hernán Lacunza. Sin tiempo, ni crédito; el debate entre gradualismo y shock como opciones de cualquier futuro gobierno ha devenido una discusión abstracta.