Nuestra Vendimia, con la elección de las reinas incluida, es un patrimonio cultural valioso que debemos conservar, con componentes y rituales culturales identitarios únicos, que no deben perder sus aspectos simbólicos tradicionales. Vivimos tiempos en donde “todo lo sólido se desvanece en el aire”, con una permanente y avasalladora invasión de lo digital que desdibuja la experiencia de lo “real” y parafraseando a Byung-Chul Han, el filósofo contemporáneo más leído, hace desaparecer las cosas y las convierte en datos, más comunicación sin comunidad, vacía de simbolismo. Y nos vamos quedando solos y huérfanos de Memoria.
Asimismo la globalización que des-territorializa, asociada al hábito de las pantallas todo lo hace uniforme y a la vez efímero, mientras que experiencias como la fiesta de la vendimia, en el mundo físico, geolocalizado en tiempo y espacio hacen sentir la vida como algo duradero, que trasciende y nos conecta con el ayer y el mañana.
En estos tiempos, dicen los que saben, es bueno y saludable asirse de los rituales, preservarlos, valorizarlos para que no desaparezcan. En el mundo contemporáneo la fluidez y la velocidad de la comunicación son un imperativo y por ello los ritos, que requieren de tiempo, se perciben como una obsolescencia y un estorbo prescindible.
Los rituales son prácticas sociales simbólicas que tienen por objeto recrear a la comunidad, reuniéndola en la celebración de un acontecimiento. Todo rito revive la cohesión del grupo y por lo tanto también contribuye a la construcción de su identidad.
Son conocidos en el mundo los rituales que están ligados a los ciclos de la naturaleza, a las cosechas, a la reproducción cíclica de la vida. Nuestra vendimia contiene muchos ritos antiguos y otros más recientes, asociados a la identidad local y al reconocimiento de una historia compartida. La fiesta es Patrimonio Cultural, una celebración única y original que se ha ido enriqueciendo en el tiempo, que se repite año tras año y forma parte de la identidad local. Así lo perciben gran parte de los mendocinos y reconocen quienes vienen a verla, ya sea por turismo nacional o extranjero. Esto sucede con otras festividades o eventos culturales en el mundo.
Los rituales son actos humanos que hacen la vida festiva y mágica, hacen la vida duradera porque no se consumen ni gastan sino que se practican y disfrutan: la Fiesta en el Teatro Griego, con sus fuegos artificiales y la elección de la “Reina”, la “Bendición de los Frutos”, el “Carrusel y Vía Blanca”, están cargados de simbolismo y su anual repetición favorece la cohesión social. Es un rito de cierre del ciclo productivo que a la vez que celebra lo logrado da inicio a un nuevo ciclo, a una continuidad de la vida.
En general el patrimonio cultural, ya sea material o inmaterial, se vive en el presente como arcaico o residual, es decir algo que viene del pasado y es reinterpretado en el presente. No es esto perjudicial sino muy benéfico en el proceso cultural: repetir, volver a ver lo esperado, confirmar que aquello valioso sigue allí, nos brinda sensación de seguridad, continuidad y pertenencia, tres elementos que la identidad cultural requiere. Nos liga con el pasado y nos hace depositarios de algo valioso para entregar como herencia a las generaciones venideras.
En Europa hay numerosas fiestas donde cada año se repiten prácticas centenarias, que los pobladores locales y los visitantes disfrutan como si fuera la primera vez. Lo que se revive cada vez en cada una de esas fiestas tradicionales tienen un sentido simbólico pero no literal, por ejemplo las Fiestas de Moros y Cristianos, en varios pueblos de España, recrea como juego una batalla entre ambos bandos, sin cargar de ideología el acontecimiento sino solo como un simulacro que se despliega en lo social para celebrar y cohesionar la comunidad.
Así la elección de las reinas en la Fiesta de la Vendimia debemos considerarla un rito que proviene de otros tiempos, que la sociedad aun disfruta y valoriza y que es conveniente y valioso conservar Es decir, consideremos un juego dentro de la vida cultural de las comunidades el sostenimiento de prácticas que no pueden ni deben ser ideologizadas, sino que deben tomarse simplemente como tradiciones. Son expresiones lúdicas, cuyos contenidos son simbólicos, no literales, donde los argumentos y su evolución en el tiempo provienen de la historia de la región y el país. Si bien el festejo nace antes, fue en los años 50 del siglo XX que la Fiesta adquiere una importancia y alcance nacional.
El primer peronismo incorpora el tema de la belleza de la mujer trabajadora, apoyando la elección de las reinas de la producción y del trabajo, en una operación que colocaba junto a la dignificación del trabajo una idea positiva alrededor del requisito de belleza femenina. Las reinas del trabajo eran la imagen del trabajo digno, que estaba lejos del trabajo humillante del pasado. Así vemos que hay reinas del trigo, del maíz, de la vendimia y la del trabajo, en una suerte de reivindicación del papel de la mujer en la producción.
En la actualidad es posible reconocer el origen de esa tradición de unir trabajo y belleza en este pasado y proponer algunos otros atributos importantes para la elección de las reinas, pero debe hacerse de un modo democrático y consensuado. Para finalizar, es posible modificar la herencia cultural recibida, y también es legítimo que cada generación aporte lo suyo al proceso cultural, pero no debe ser a expensas de destruir lo tradicional. No debe oponerse, en forma excluyente lo nuevo a lo que ya es un valioso y único patrimonio con gran impacto como recurso turístico.
*La autora es Investigadora del Conicet.