Muchos viejos izquierdistas habrán mirado perplejos y desencantados la extraña escena. Con la edad tallada en la cara y una capa de tintura tapando “las nieves del tiempo”, un prócer viviente de la izquierda española actuaba como ariete de ultraconservadores que embisten contra un gobierno socialista.
Por cierto, la gestión de Pedro Sánchez tiene aspectos muy cuestionables. Pero para la España del “gallo rojo”, Ramón Tamames junto a Santiago Abascal fueron la Biblia y el calefón.
¿Por qué el viejo economista que participó en el Pacto de la Moncloa y que, en el parlamento, protagonizó debates de alto vuelo con personajes como Felipe González, Leopoldo Calvo Sotelo y Adolfo Suárez, ahora entraba a ese recinto como caballo de Troya de una derecha recalcitrante?
Vox promovió un voto de censura para derribar el gobierno que encabeza el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), pero a través de una moción firmada por el autor, entre tantos libros, del manual de economía que, en las últimas décadas del siglo 20, estudiantes y profesores de universidades españolas y latinoamericanas llamaban “el Tamames” por ser uno de los textos académicos más consultados.
De haber prosperado esa moción de censura, el intelectual que fue un notable dirigente del Partido Comunista (PCE) hubiera ocupado el lugar de Pedro Sánchez y quizá, en esa instancia, se habría sacado de encima el rebrote de franquismo que representa Vox. Pero era evidente que la embestida contra el gobierno del PSOE y Unidas Podemos (UP) fracasaría. Sin los votos de la centroderecha, resultaba imposible lograr el apoyo necesario. Además, la abstención del Partido Popular (PP) y el rechazo de los liberales dejaron la iniciativa exclusivamente en la derecha extrema, lo que volvió más extraña y patética la actuación de Tamames.
Quizá buscaba una última centralidad en el escenario político, pero acabó protagonizando un retrato de la decadencia política en España.
No fue el mejor camino para volver al hemiciclo de Las Cortes. Al filo de los noventa años, el economista que había ocupado escaños en el parlamento como diputado del PCE, volvió a entrar al recinto donde protagonizó históricos debates, pero está vez como ariete de la ultraderecha.
Los que vivieron la transición se habrán preguntado por qué el académico de izquierdas al que la dictadura franquista encerró en una celda de Carabanchel, aceptó volver como instrumento de un partido ultraconservador que reivindica aquel régimen.
Habiendo estado junto a Tierno Galván, el primer marxista que ocupó la alcaldía de Madrid, Tamames abandonó el PCE por discrepancias con Santiago Carrillo, el histórico líder de los comunistas españoles. Pero continuó en el izquierdismo, donde fundó la Federación Progresista y, desde esa plataforma, impulsó la creación de la coalición Izquierda Unida (IU).
No llegaron al poder, pero fueron fuerzas protagónicas de aquella España que construía la democracia que ahora parece haber entrado en una pendiente de decadencia y autodestrucción.
A muchos entristeció ver este Tamames tardío sentado en el hemiciclo junto a Santiago Abascal, entregando su trayectoria a la beligerancia de un partido ultraconservador.
Por cierto, el voto de censura que impulsó Vox con la firma de Tamames, tiene aspectos por los que el gobierno de Sánchez debería responder. En lugar de hacer lo que hizo Angela Merkel en Alemania (fortalecer el centro para cerrar el paso a la izquierda y la derecha contrarias a la democracia liberal) lo que hizo el líder del PSOE fue aliarse con la izquierda anti-sistema y marchar anudando acuerdos con Bildu, que es una parte oscura del nacionalismo vasco por sus raíces en Herri Batasuna, el brazo político del terrorismo etarra, y con el controversial separatismo catalán que representa Esquerra Republicana.
Hasta ahora, Sánchez ha podido mantener esa explosiva mezcolanza bajo control, librándose incluso de quien representaba el ala más ideológicamente autoritaria de Unidas Podemos: Pablo Iglesias. Pero su experimento político es peligroso.
La ambición de poder llevó a Sánchez a tejer esos pactos con posiciones ideológicas que cuestionan el sistema liberal-demócrata y la propia existencia de España en el territorio que abarca desde hace largos siglos.
La centroderecha no aportó voluntad de unir el centro, porque Mariano Rajoy priorizó su desprecio al PSOE por sobre la necesidad de conjurar el crecimiento de la izquierda marxista y de la ultraderecha franquista.
El PP pos-Rajoy, con Pablo Casado primero y ahora con Alberto Núñez Feijóo, mantuvo la inercia confrontacionista, pero no logró evitar que a su derecha siguiera creciendo Vox.
La versión actual de lo que fue el Pacto de la Moncloa debiera apuntar al renacer del centro, pero ni el PSOE ni el PP parecen interesarse en eso.
Tampoco pensó en esos términos el profesor Tamames, quien por razones enigmáticas abandonó su respetable estante en la historia para chapotear en el barro de la política actual.
* El autor es politólogo y periodista.