En mi habitual visita a las páginas del Refranero multilingüe, del Centro Virtual Cervantes, me encontré con la paremia que da el título a la columna de hoy: ‘De aquellos polvos vienen estos lodos’. Como en el habla de Mendoza no se escucha su uso, busco la explicación que se incluye en la respectiva ficha: “La mayor parte de los males que se padecen son la consecuencia de descuidos, errores o desórdenes previos e, incluso, de hechos aparentemente poco importantes”. Si bien no es muy conocida por el hablante común, sí aparece frecuentemente en textos literarios y periodísticos. Alude, evidentemente, a que, si hay un estado catastrófico, se ha llegado a él, como consecuencia de la existencia de males previos análogos.
Ello es posible merced a la plurivalencia de sentidos que se engendran en el uso del vocablo ‘polvo’; evidentemente, a diario utilizamos el término con dos valores:
“Parte más menuda y deshecha de la tierra muy seca, que con cualquier movimiento se levanta en el aire” y “Conjunto de partículas sólidas que flotan en el aire y se posan sobre los objetos”.: “Todas las mañanas, comienzo la jornada sacando el polvo acumulado sobre el piso y los muebles”. Pero el polvo no solamente proviene de la tierra, sino que, nos dice el diccionario, puede ser el residuo que queda de cosas sólidas, que se han molido hasta quedar reducidas a partes muy menudas: “Estaba todo el camino cubierto de polvo de ladrillo”.
Para la mujer, ‘polvo’ es aquel “producto cosmético de diferentes colores que se utiliza para el maquillaje”: “No había en el anaquel el polvo de tono bronceado que buscaba para mi arreglo personal”.
Si vamos a las locuciones, encontramos varias interesantes: ‘Escribir en el polvo’, equivalente a ‘escribir en la arena’, connota la poca firmeza o duración en lo que se resuelve o determina: “Ha escrito en el polvo cada uno de los consejos que le di”. Por su parte, ‘estar hecho polvo’ señala que alguien se halla sumamente abatido por las adversidades, las preocupaciones o la falta de salud: “Después de tantos hechos infortunados, Manuel estaba hecho polvo”. Se vincula a esta locución la que dice ‘hacer (a alguien) polvo’; con ella, se da a entender que, en una contienda, se aniquila a una persona; también, que se la deja abatida, extenuada: “Ese día, nuestra discusión fue áspera y la hice polvo”. Asimismo, puede significar coloquialmente que se le causa un gran contratiempo o trastorno: “El descalabro financiero ha hecho polvo a más de uno”.
Análogo sentido posee la locución ‘hacer morder (a alguien) el polvo’ pues significa que se lo vence, se lo mata o derriba: “Con esos argumentos tan contundentes, hizo morder el polvo a su adversario”. Absolutamente lo contrario se señala con la locución ‘levantar del polvo (a alguien)’, ya que con ella se busca indicar que a esa persona se la eleva de la infelicidad y abatimiento, a la dignidad y al empleo: “Fue un excelente amigo que le ayudó a Pedro a levantarse del polvo”.
¿Cómo se puede indicar que una persona está libre de toda acusación? Se lo hace, en nuestro país, en Perú y Cuba, con la locución ‘libre de polvo y paja’: “Que sea valiente el que esté libre de polvo y paja y se anime a proponer soluciones”. En cambio, la locución ‘limpio de polvo y paja’ sirve para hablar de algo que es dado o recibido sin trabajo o gravamen: “Después de tantos descuentos, es ínfimo lo que recibo limpio de polvo y paja”. Si se dice de un producto, la misma expresión significa que este se recibe habiéndosele descontado las expensas: “Esa artesanía no es tan cara si la comprás limpia de polvo y paja”.
Una locución no usada en Mendoza es ‘no verse de polvo’, que indica las muchas palabras ásperas o injuriosas con que se ha maltratado u ofendido a alguien. Si una persona es muy sagaz, muy viva, se dice de ella que ‘saca polvo debajo del agua’, expresión que nos pone en alerta acerca de su inteligencia y capacidad para hacer algo imposible como sería poder extraer polvo de algo cubierto de agua. Y, cuando se dice que de alguien que ‘se sacude el polvo de los pies/los zapatos’ se quiere señalar que se aparta de un lugar digno de castigo y aborrecimiento: “Finalmente, por consejo de sus padres, sacudió el polvo de los zapatos y se fue”.
Cerramos las reflexiones en torno a ‘polvo’ con una paremia que, aunque en desuso, constituye un consejo práctico a la hora de obrar: “El que no quiera polvo, que no vaya a la era”. Para entender su valor, hay que recordar que la era es el sitio donde se trilla el grano y que, en la operación de trilla, al quebrantarse la mies para separar el grano de su envoltura, siempre se produce polvo. Análogamente, al abordar una tarea, hay que estar dispuesto a ejecutarla eficientemente, pero también a hacer frente a los inconvenientes que ella trae aparejados.
Y la frase bíblica “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” nos enfrenta a la realidad: la vida humana es caduca y frágil y la muerte es un destino que resulta inevitable.
Nos quedamos, además, con los dos últimos tercetos del famoso soneto de Quevedo, que habla del amor constante más allá de la muerte:
”Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado”.
*La autora es profesora consulta de la UNCuyo