Hace diez años (domingo 23 de octubre de 2011) Cristina Fernández lograba la reelección arrasando en las urnas con poco más del 54% de los votos. La diferencia con sus rivales fue notable: segundo resultó el recordado Hermes Binner con solo 16,81%.
En sólo dos años la oposición nacional había perdido el protagonismo obtenido en las legislativas de 2009; no supo construir una alternativa de poder. Hubo, además, bonanza económica que jugó a favor del Gobierno y, como señalaron en aquel momento algunos analistas, una suerte de reconstrucción del kirchnerismo a partir de la muerte de Néstor Kirchner, justo un año antes de las exitosas elecciones (falleció el 27 de octubre de 2010). Comenzaría la etapa triunfalista K del “vamos por todo”, que, entre otras ideas, pensaba en una “Cristina eterna” en el poder, reforma constitucional mediante.
En Mendoza los vientos políticos también soplaban a favor del cristinismo, que surgía como una etapa mucho más radicalizada del kirchnerismo. Gobernaba el peronista Celso Jaque y para sucederlo un acuerdo partidario puso a rodar como candidato a uno de los ministros del malargüino, Francisco “Paco” Pérez.
El radicalismo quería, esta vez sí, pelear fuerte para recuperar la conducción de la provincia y formó una fórmula capitalina con dos expertos: Roberto Iglesias y Juan Carlos Jaliff. Iglesias ya había participado cuatro años antes, pero más que nada para mantener en competencia al tradicional sello radical luego del acuerdo de transversalidad que unió por un tiempo a Cobos con los Kirchner.
En aquel 2007 el consuelo de Iglesias seguro haya sido la derrota de la fórmula local de aquel acuerdo con los K, encabezada por César Biffi, que perdió en manos de Jaque, que con el apoyo del peronismo tradicional de Mendoza pretendía demostrar que aun apoyando a nivel nacional a Cristina-Cobos se le podía ganar aquí a los candidatos de Cristina-Cobos. Y lo consiguió. Premio al convencimiento y empecinamiento de Jaque.
Por eso, cuatro años después Iglesias sí se propuso pelear con más posibilidades y expectativas, sumando el desafío de intentar ser el primer gobernador reelecto desde 1983 dentro del sistema que rige en Mendoza, que exige por lo menos un periodo fuera del poder para intentar de nuevo.
La fórmula que encabezó hizo una destacada elección si se tiene en cuenta que su mayor apuesta era el corte de boleta, porque todas las encuestas anticipaban que el vuelco ciudadano a favor de la reelección de Cristina Kirchner era notable.
Hubo una importante diferencia porcentual de votos entre Cristina Kirchner y “Paco” Pérez en Mendoza, dato demostrativo de que la idea surgida de la consultora liderada por Martha Reale fue en la dirección esperada por la estrategia radical. No le alcanzó al radicalismo para imponerse, pero la jugada se destacó al fin. Iglesias obtuvo buenos resultados en el Gran Mendoza y algunos departamentos del Este, pero números bajos en otras partes de la provincia por ese tiempo controladas por los tradicionales “caciques” del PJ.
Cornejo había dejado pasar aquella posibilidad. Tal vez por eso no resistió a los pedidos para que le cediese el terreno a la candidatura de Iglesias. Intuía que se trataba de una posibilidad, pero no de una gran oportunidad. Los números, que siempre miró con gran atención, anticipaban lo que reflejarían luego las urnas a nivel nacional, con su inevitable, o previsible, repercusión local. Para Iglesias era, sí o sí, el corte de boleta, pero Cornejo podía esperar.
Ceder la candidatura a gobernador y quedarse con la conducción formal del radicalismo resultaría, en definitiva, un gran negocio político para el actual candidato a senador nacional. Con la UCR bajo su mando, fue tejiendo la estructura que le permitiría convertir a su partido en cabeza de una alianza capaz de derrotar al justicialismo en Mendoza sin mayores sobresaltos. Comenzó por el armado de un andamiaje sólido a través del congreso partidario, punto de partida elemental para quien se considere estratega político.
En 2015 terminaría de construir Cornejo el frente con el que llegó a la Gobernación y se constituyó en el principal referente provincial. Mientras a nivel nacional se moldeaba de a poco el espacio de Cambiemos, que tuvo por finalidad dotarle al Pro de Macri el tendido cuasi parroquial del radicalismo en todo el país y el temperamento y la conducta de Carrió, aquí Cornejo demostró a los mendocinos, y a la dirigencia nacional afín, que era capaz de agrupar voluntades republicanas de izquierda a derecha para desalojar del poder al kirchnerismo.
El mayor impacto lo dio al sumar a los tradicionales conservadores locales, que ya se repartían entre el PD y el Pro. Saber asegurar la confianza del tradicionalmente mayoritario votante moderado mendocino fue su gran acierto. Claro, contó con el 16% de los que cuatro años antes apoyaron al demócrata Luis Rosales. Y tuvo, también, por qué no, votos del progresismo (Libres del Sur entre otros), de los que no comulgan con la izquierda extrema, una de las pocas expresiones que quedaron afuera del espacio comandado por la UCR cornejista.
El actual y lógico doble comando Cornejo-Suárez seguramente lleve al oficialismo provincial a un triunfo claro en las legislativas, como el que obtuvo en las recientes primarias abiertas. Después del 15 de noviembre comenzará a trazarse una nueva etapa del proyecto político y de poder en el que, a no dudarlo, la última palabra la tendrá su inspirador.