Dentro de 30 o 50 años, ¿cómo serán los adolescentes, los jóvenes o los adultos de los que hoy llamamos niños…? Sinceramente no lo sé, pero si esto sigue así, con tanta violencia, inseguridad, maldad, egoísmo, muertes y una educación que no educa, desde ya comenzaré a rezar por mis hijos, mis nietos y bisnietos, si los llego a tener y conocer.
Soy un periodista ya jubilado. Comencé a trabajar en la profesión de casualidad. En 1962 yo integraba el consejo directivo de la Federación de Básquetbol de Mendoza en representación de la Asociación Benjamín Matienzo y en febrero de ese año se disputó el Campeonato Argentino de mayores, en la ciudad de Posadas, Misiones, donde concurrí en calidad de delegado al Congreso de ese torneo. La delegación mendocina la presidía el doctor Pedro Sin, abogado.
Esa casualidad surgió antes de ir a Misiones. En una fiesta familiar se encontraba el contador de una empresa periodística que, al enterarse de mi viaje, me dijo: “Huguito, desde Posadas nos pasás el teléfono de tu hotel y un periodista del diario te llamará todas las noches para que informes sobre las actuaciones del seleccionado de Mendoza”.
La idea me gustó, por entonces tenía unos 25 años. Así comenzó mi carrera periodística, que terminó como acreditado en Casa de Gobierno por Los Andes y haciendo viajes como enviado especial por Europa, Canadá, Estados Unidos, México y otros países sudamericanos.
Indudablemente eran otras épocas. El que quería trabajar conseguía trabajo. Se podía ir al cine, a cenar o a bailar sin ningún problema. Tanto es así que una noche, luego de cenar con unos amigos en un restaurante que estaba en calle Godoy Cruz y avenida San Martín de la ciudad, vimos con sorpresa entrar al lugar al presidente de Argentina, doctor Arturo Illia, solamente acompañado por otro hombre y sin ningún tipo de custodia. Corría 1963 y ése era un funcionario honesto, respetado y querido por correligionarios y extraños. Nos pusimos de pie y lo saludamos.
Han pasado muchos años de ese hecho y, lamentablemente, somos varios los que hemos cometido errores en la vida para llegar a este 2021 y estar como estamos. Algunos reconocen sus errores y otros no. Creo que a pocos les importa y que cada vez son más los que “luchan” para lograr un cargo importante y asegurarse una jubilación VIP.
A veces sospecho que existe un grupo de hombres súper-poderosos –económicamente hablando- que están construyendo un lugar de ensueño, seguro y con naves espaciales para el caso de una posible catástrofe mundial o una pandemia de un virus letal, que les permita seguir con vida junto a sus seres queridos y a sus “socios”. Hay una película que trata este tema (”2012″, con John Cusack).
También he llegado a dudar y sospechar sobre el “nacimiento” de algunas epidemias o enfermedades mortales que suelen surgir inesperadamente y que dejan el tendal de muertos y, lo que es peor, que nadie conoce un antídoto eficaz que termine con esa matanza, al igual que algunos enfrentamientos religiosos, políticos o por simples intereses económicos que también están disminuyendo la población mundial. Tal vez esos súper-poderosos quizá han proyectado esa eliminación de seres humanos ante la problemática que presentaría la posible escasez de agua potable y de determinados alimentos naturales, y la amenaza de un desastre climatológico.
Y no solamente pienso en esas tenebrosas posibilidades, sino también en que esa sociedad de algunos poderosos haya planificado que es conveniente tener pueblos ignorantes para entonces poder disponer de los seres humanos sin mayores problemas, por lo que esa posibilidad justificaría la educación que no educa.
Dentro de 50 años probablemente haya alguna avenida con el nombre de un político de la actualidad, o de un ex presidente de un club famoso, o de una mujer que creó leyes en el Congreso de la Nación.
Y nuestros nietos o bisnietos dirán: ¿y estos, quiénes son…? Lo que sí ellos verán en vivo y en directo será la consecuencia de la educación que no educó a través de los años. ¿Qué hicieron nuestros abuelos…? Si es que llegan a tener conciencia de nuestra existencia y modos de vida.
Eso siempre y cuando no reaccionemos y modifiquemos lo que no se enseña hoy en los establecimientos educacionales, además de modificar lo que se presenta en ciertos canales de televisión, en esas novelas que exhiben maldad, egoísmo y a veces hasta cómo hay que robar, asesinar y secuestrar, o los “buenos” ejemplos de funcionarios corruptos.
En definitiva, dentro de 50 años usted y yo seremos el pasado, como lo serán los hombres y mujeres de los gobiernos nacional y provincial, como también Messi, Maradona, Kirchner, Macri, Cobos, Nazarena Vélez, Carrió, Moria Casan, etc, mientras que nuestros nietos o bisnietos tendrán que luchar o tal vez gozar con el futuro malo o bueno, respectivamente, que le estamos construyendo, especialmente en lo que concierne a la educación y buenas costumbres.
Entonces, decidamos: ¿Qué le dejamos a nuestros descendientes?
El científico Facundo Manes, en su libro “Usar el cerebro”, dice: “Y la clave, en todos los casos, es saber mirar más allá, como el ajedrecista que piensa en la próxima jugada pero en función de las futuras. En la neurología conocemos una patología de pacientes frontales que tienen miopía del futuro: sólo piensan en lo inmediato y se les hace imposible pensar a largo plazo. Esta condición permitiría graficar cierto movimiento contrario al de la práctica científica, que se exige imaginar, proyectar y trabajar sobre el largo plazo, carácter necesario para el desarrollo personal y social sostenido. El desarrollo científico es un trabajo de equipo y no de arrebatos personales y personalistas, con colectivos conformados por disímiles ideas y saberes que se confrontan para llegar a una conclusión aceptada y aceptable”.
*El autor es periodista jubilado