Pródigo en fechas que celebran su pasado y refuerzan la mitología partidaria, el peronismo conmemora hoy, 17 de noviembre, el Día de la Militancia, en recuerdo del retorno de Perón a la Argentina, ese mismo día pero de 1972, tras casi dos décadas de exilio y proscripción, de luchas, legales e ilegales, en las que se había templado la militancia peronista.
Desde su exilio en Madrid Perón había sostenido todas estas acciones, de las protestas sindicales y obreras a los atentados de la “Resistencia Peronista”, a fin de generar un clima de inestabilidad política que provocara su inevitable regreso al poder. De allí el mito del retorno, expresado en un comienzo en la fantasía del “avión negro” que lo depositaría de nuevo en la Argentina, y casi convertido en realidad cuando en diciembre de 1964 el avión que traía a Perón y comitiva fue detenido en Río de Janeiro y sus pasajeros obligados a volver a España.
En la segunda mitad de los 60 el Movimiento depositaba sus esperanzas en Perón para liderar la liberación nacional. Sobre todo el creciente sector juvenil, que empujaba al peronismo a la izquierda, con la bendición del propio líder. Quien maniobraba hábilmente entre los sectores en pugna, usando su liderazgo carismático para mantenerlos “a todos adentro”.
“Luche y vuelve”
A comienzos de los 70 las protestas contra la dictadura, ahora conducida por Lanusse, se habían hecho más violentas, con la acción de las organizaciones político militares juveniles que integraban el ala juvenil del peronismo, principalmente Montoneros, que cargaban el peso principal de la campaña, bajo el lema “luche y vuelve”, para provocar la salida electoral, en la que el peronismo debía encabezar un frente antiimperialista de liberación e instaurar el socialismo.
Perón, ya viejo, enfermo y bajo la influencia de López Rega, maniobra entre la presión sobre el gobierno a convocar elecciones libres, sin proscripciones, por un lado, y en el manejo de las tensiones internas del movimiento evitando el conflicto y la dispersión, por el otro. Se apoya en la figura clave de su delegado, el dentista Héctor Cámpora, que había llegado a ser presidente de la Cámara de Diputados durante el primer peronismo y luego había abandonado la política, ahora ungido por el líder como su persona de confianza. Para lo que poseía una cualidad particular: su extrema lealtad a Perón, que llevó a que se lo calificara de obsecuente y servil.
El gobierno de Lanusse había convocado a elecciones para marzo de 1973, sin proscripciones de partidos, pero estableciendo que sólo podrían ser candidatos los que residieran en el país al 25 de agosto de 1972. Perón volvía o se quedaba afuera de la competencia electoral. Cámpora desafía al gobierno anunciando que Perón no cumpliría los plazos, pero volvería al país antes de fin de año. Lanusse responde afirmando que a Perón “no le da el cuero” para venir.
Esa lluviosa mañana de noviembre
El retorno se hizo en un charter de Alitalia, solventado en su mayor parte por los pasajeros que debían abonar su pasaje. La comitiva de 128 personas, entre los que había artistas -Marilina Ross, Hugo del Carril-, deportistas -José Sanfilippo-, sacerdotes -el Padre Mugica- y una amplia representación de las ramas política, sindical, femenina y juvenil del movimiento, se reencontró con el líder añorado en el aeropuerto de Roma para de allí comenzar el ansiado retorno, la noche del 16 de noviembre.
El vuelo transcurrió entre la euforia y la tensa incertidumbre: ¿permitiría el gobierno a Perón descender en territorio argentino? No sólo se barajaron paradas alternativas; según versiones, varias armas lograron pasar los controles aeroportuarios, y el mismo Perón venía “calzado”, para cualquier eventualidad.
El 17 de noviembre un gigantesco dispositivo de seguridad de 35.000 soldados esperaba a Perón, junto con 1.500 periodistas y 300 invitados oficiales. Una multitud, que cifras peronistas llevaron al medio millón, fue mantenida lejos del aeropuerto por las fuerzas de seguridad. Luego del aterrizaje en la pista lluviosa de Ezeiza sólo se autorizó a Perón y su comitiva más cercana a descender y trasladarse al hotel del aeropuerto. La famosa foto, con Rucci sosteniendo el paraguas y Perón con los brazos en alto, se realizó cuando el auto que los trasladaba se detuvo a mitad de camino para que el general pudiera saludar a los invitados.
Luego de pasar la noche en el hotel, en medio de la confusión y las negociaciones - “Perón está preso en Ezeiza” declaró Cámpora- a la madrugada siguiente el general y su comitiva son autorizados a trasladarse a la residencia de Gaspar Campos, donde una guardia permanente y masiva de militantes de todos los sectores lo esperaba para acompañar su estadía. Ésta se extiende hasta el 14 de diciembre, cuando vuelve a Madrid, vía Asunción y Lima.
Este primer retorno de Perón le permitió volver a conectarse con sus fieles seguidores, pero no logró destrabar su situación política: el radicalismo no lo quiso acompañar en una gran alianza electoral, y tampoco se levantó su proscripción, por lo que el peronismo debió arribar a una solución de transacción que luego se revelaría fatal: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. El regreso definitivo, al país y al poder, se produciría varios meses después, en junio de 1973, en el medio de la lucha interna del peronismo. Pero esa ya es otra historia.
* El autor es licenciado en Historia.