El 7 de mayo de 1813 la Asamblea General del Gobierno Patrio, dictó el primer “Reglamento para el Fomento de la Minería”, mediante la Resolución Nº 475. En conmemoración de aquel trascendente acto político y económico, se adoptó esa fecha para festejar el “día de la minería”.
El festejo involucra a miles de hombres y mujeres, profesionales, técnicos y operarios, que día a día aportan su trabajo en esta actividad productiva para el digno sostén de sus familias y para el engrandecimiento y progreso de nuestro querido país.
Es una tarea poco visible para mucha gente porque, debido a la particular ubicación de la actividad, generalmente alejada de centros poblados y de rutas comerciales, la mayoría de los ciudadanos argentinos tiene muy pocas oportunidades de observar el trabajo de los mineros y, de hecho, son muchas las personas que no han visto una mina en toda su vida.
A esa realidad debemos agregar la falta de información al respecto en los programas educativos de escuelas y colegios de Mendoza. En efecto, la educación formal de niños y adolescentes les inculca los conocimientos elementales sobre la agricultura y la ganadería, y su relación con los ámbitos geográficos, de modo que los alumnos incorporan en su cultura las características de esas actividades y la importancia que tienen.
En cambio, la producción de rocas y minerales, metales y no metales, que se extraen de la corteza terrestre por ser las materias primas indispensables para el desarrollo científico y tecnológico, para la generación de energía, para la elaboración industrial de todo lo que tenemos y usamos en nuestra vida diaria y para la construcción de toda clase de bienes muebles e inmuebles, no forma parte de los programas educativos. Por eso, la minería y los mineros no ingresan al acervo cultural de los educandos.
Lamentablemente ese vacío en la educación formal ha sido reemplazado por una especie de educación informal paralela llamada “concientización” que se encargó de inculcar a niños y adolescentes que la minería es “un problema”, que “causa perjuicios”, y cosas peores aún.
Por eso hoy, además de compartir el festejo de los miles de trabajadores y trabajadoras que integran la gran familia minera es oportuno pedir a nuestros gobernantes y demás dirigentes políticos que impulsen los cambios necesarios en las políticas educativas para que nuestros niños y adolescentes aprendan que la minería no es “un problema” sino una “actividad productiva” apodada con justa razón como la “madre de las industrias”.
*El autor es Geólogo. Miembro de la Asociación Geológica de Mendoza.