Mandy es una joven profesional de Oregon, que siempre se sintió cautivada por un tapiz que tenía su abuela. Era una imagen típicamente latinoamericana, que con vívidos y coloridos retazos de tela cosidos entre sí, representaba una escena cotidiana de la vida en la montaña.
Hoy, esta obra de arte se encuentra en la casa de su tía, y siempre que Mandy está de visita comentan sobre su belleza y recuerdan con cariño los momentos compartidos con su abuela ya fallecida. Decidida a conocer más sobre esa curiosa forma de arte, Mandy hizo diferentes búsquedas en Internet, pero no pudo encontrar nada. Entonces, le pidió a su tía que le enviara una foto del tapiz y utilizó la aplicación de reconocimiento de imagen Google Lens. Recién allí, la historia se le reveló completa.
Los resultados de la búsqueda hecha con Google Lens le mostraron rápidamente que se trataba de una “arpillera”, una particular forma de arte mediante la cual las mujeres chilenas solían representar, en los años 70 y los 80, la opresión y las injusticias provocadas por la dictadura de Augusto Pinochet.
La práctica se expandió luego a otros países de la región, donde adoptó otras formas, temas y motivos, y así Mandy pudo dar con una familia peruana que, hasta el día de hoy, hace de las arpilleras su principal fuente de ingresos. Mandy tiene ahora la suya colgada en la pared de su casa. Es una obra muy potente desde lo emocional, porque la conecta con una larga línea de mujeres dentro de su propia familia y con aquellas mujeres de la región andina.
Tecnologías con rostro de mujer
En tiempos en los que se debate apasionada y saludablemente qué rumbo debe tomar la inteligencia artificial, es importante destacar “pequeñas” grandes historias como la de Mandy y su familia. Lo cierto es que todos los días millones de personas en todo el mundo usan cotidianamente -sin ser necesariamente conscientes de ello- la inteligencia artificial para producir contenidos y comunicarse, aprender y descubrir cosas nuevas, rescatar tradiciones y resignificar elementos de sus vidas que, de no ser por las tecnologías que tenemos hoy, seguirían desconectados, quizás para siempre.
Esto no es algo del futuro: ocurre todos los días y muy posiblemente nuevas conexiones estén generándose gracias a la tecnología y a la inteligencia artificial mientras yo escribo estas líneas y tú las lees.
Más allá del impacto que la IA tiene en el mundo de los negocios, la publicidad y el marketing, donde estamos viviendo un verdadero punto de inflexión, (se estima que la IA puede generar un valor económico potencial de entre 17 y 25 billones de dólares por año a nivel mundial, en poco tiempo más), siempre pensé que la tecnología es fundamental también para igualar oportunidades y empoderar a grupos que necesitan mejorar su representatividad social y aumentar su influencia, como sin duda ocurre con las mujeres todavía en gran parte del mundo.
Este año, para la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la ONU hace hincapié en la importancia de invertir en las mujeres para acelerar el progreso. Y allí la tecnología, tiene un rol y un potencial muy importante porque es una poderosa aliada para habilitar la inclusión y apostar por la equidad digital. Gracias a mi trabajo, conocí de primera mano increíbles historias de mujeres de nuestra región, algunas de ellas indígenas que viven alejadas de los centros urbanos, quienes capacitándose en herramientas digitales y junto a un mínimo financiamiento pudieron potenciar sus microemprendimientos y progresar.
La tecnología está cambiando nuestras vidas, y muy especialmente las de las mujeres, a quienes está ofreciéndoles nuevas oportunidades de desarrollo, expresión y conexión. De esto habla nuestro Doodle, que hoy homenajea esa sabiduría que se transmite a través de las generaciones. La historia de Mandy es apenas un ejemplo -de los muchos que se generan a diario en todo el mundo- que muestran cuánto podemos hacer las mujeres si aprovechamos nuestra inteligencia y la artificial combinadas para descubrir cosas nuevas, desarrollarnos y eventualmente cumplir con nuestros objetivos.
*La autora es vicepresidenta de Google para Hispanoamérica