Muchas veces nos dejamos llevar por la apariencia externa de los términos y les asignamos un valor equivocado. Suele suceder que encontramos palabras que nos hacen pensar en diminutivos, sin serlo, mientras que a otras les asignamos valor de aumentativos y no lo son.
Vamos a ver que ello sucede, por ejemplo, con sustantivos cuya terminación es en -illo o -illa, terminaciones de las que el diccionario académico dice que “tienen valor diminutivo o afectivo”. Esto se da en términos generales, pero hallamos vocablos que, aunque posean ese final, no son diminutivos o, por lo menos, no funcionan como tales.
Analicemos algunos: “sombrilla” no es una sombra pequeña; sabemos que una sombrilla es un quitasol y, si bien la terminación del vocablo encierra la idea de diminutivo (“pequeña sombra”), cuando lo usamos estamos más cerca de su etimología, “sub umbra” (bajo la sombra).
Algo similar nos ocurre con la palabra “cepillo”, que se define como “instrumento hecho de hilos gruesos usado para limpiar”. Hay en el término un diminutivo oculto tras el sufijo “-illo” ya que en la base se encuentra “cepa”, derivada del latín “cippus”. Curiosamente, ese término latino se refería al gajo de un árbol. Otro vocablo que nos hace pensar es “ardilla”, mamífero roedor cuyo nombre proviene de la forma prerromana “harda “y luego “arda”. Esa forma diminutiva se registra ya desde el siglo XV, pero el hablante no la percibe como tal y, si quiere indicar el tamaño pequeño del animal, debe decir “ardillita”. Usamos también el sustantivo “mirilla” del cual podemos averiguar que es siempre una pequeña abertura, ya en las puertas, ya en los elementos topográficos, por donde se realiza la visión de algo. Una mirilla consiste en un pequeño trozo de vidrio o plástico transparente que adopta la forma de lente, de modo que la persona que observa a través de ella consigue una amplia visibilidad. La idea de pequeñez, presente en el sufijo -illa, se adiciona al concepto de “mira”. Según puede leerse en el Diccionario de español jurídico, una “mira” es, en las armas de fuego, la pieza que se coloca convenientemente para asegurar la puntería. ¿Y por qué se habla de “gatillo”? Sabemos que, por definición, el gatillo es la pieza del disparador de un arma que se aprieta con el dedo para hacerlo funcionar. ¿Por qué tenemos en este vocablo la idea de diminutivo? El diccionario nos lo indica así, al decir “del diminutivo de gato”, pero ¿qué relación existe con este animal? Según nos dice la historia de la palabra, se debe el nombre al parecido de esta pieza o “cola del disparador” con la cola del gato. Todos conocemos el verbo “tornar”, como sinónimo de “dar vueltas, girar, enrollar, redondear, enroscar”. Se vincula a este verbo el sustantivo “tornillo”, que se define como “pieza metálica cilíndrica o cónica con resalte en hélice y cabeza apropiada para enroscarla”. Nuevamente, se aplica el diminutivo sobre “torno”, pero el hablante no lo percibe como diminutivo y, si quiere indicar tamaño pequeño, dirá “tornillito”. Cuando usamos la “manzanilla”, como hierba o como infusión, no pensamos en que se trata del diminutivo de “manzana”; nuevamente la idea de diminutivo se encuentra en el sufijo “-illa”, pero el hablante no lo siente como tal y la historia de la palabra nos dice que esta era una planta, que tenía olor a manzana. La palabra “manzana” viene del latín medieval “mattiana”. En algunos ámbitos, se prefiere usar, en lugar de “manzanilla”, “camomila”. Este término se relaciona con el vocablo griego “chamáimelon”, que se traduce como “manzana en el suelo, manzana de tierra”. Todos sabemos que una “colilla” es lo que queda del cigarrillo consumido. Precisamente, al ser la última parte del cigarrillo, tiene el valor diminutivo de “cola”, entendido este concepto como parte extrema de un cuerpo.
Y más de una vez debemos ingerir “pastillas”: he ahí otro ejemplo de diminutivo del que no tenemos total conciencia; la búsqueda etimológica nos da dos posibles orígenes. El primero nos habla del diminutivo de “pasta” (masa de harina); el segundo nos dice que se trataba del neutro plural del latín “pastillum”, voz que nombraba a pequeños pastelillos de masa de harina. Esta última interpretación permite hablar de “pastilla” tanto para la porción muy pequeña de pasta compuesta de azúcar y alguna sustancia agradable al gusto (pastilla de menta, por ejemplo), como para la porción de pasta consistente, de forma, tamaño y usos variables (pastilla de jabón) o para la pequeña porción de sustancia medicinal o narcótica (pastilla antigripal).
Nos podemos también sorprender con “patilla”: sabemos qué quiere decir el término porque podemos referirlo a la porción de pelo, más marcado en los hombres, que crece a ambos lados de la cara por delante de las orejas; pero también podemos aludir a esa parte de un objeto, generalmente articulada sobre él, que sirve para que este pueda sostenerse o para sujetarse a algo, como la patilla de los lentes. Tampoco, en este caso, se da cuenta el hablante de la existencia de un diminutivo, salvo por la terminación “-illa”, agregada a la base “pata”, que según el diccionario etimológico proviene de la onomatopeya “pat, pat”, que es el sonido que hacen dos objetos al chocar en plano. También estamos ante un diminutivo en el caso de “muletilla”. Sabemos que ella es el soporte de un discurso, cuando falta otra palabra más adecuada y que se repite frecuentemente. Se trata de un elemento auxiliar, como la palabra de la cual proviene, “muleta” (palo con un travesaño en un extremo, que se coloca debajo de la axila, para apoyarse al andar). Análogamente, la muletilla es la frase que nos apoya cuando debemos pronunciar un discurso.
Clara es también la presencia del diminutivo en “frutilla”; este sustantivo, sinónimo de fresa, se denomina así por ser una fruta pequeña. ¿Y el ajillo? A pesar de la terminación de diminutivo, este término se refiere a una especie de salsa hecha, a base de salsa y otros ingredientes. En cuanto a “bolsillo”, aunque el hablante no tenga conciencia de la presencia del diminutivo, se trata por definición de una bolsa pequeña, con una abertura fija, que se cose a una prenda de vestir o que se añade a otros objetos. Usamos “palillo” con diferentes acepciones: “mondadientes de madera”, “cada una de las baquetas con que se toca el tambor” o el “bolillo para hacer encajes y pasamanería”. Es, aunque no tengamos conciencia de ello, el diminutivo de “palo”, ya que este se define como “tronco de madera, de forma cilíndrica” y un palillo no es nada más que eso, en proporciones menores. A veces, nos quejamos del dolor de “rodillas”: esta palabra nos viene desde el latín, lengua en la que ya estaba presente el diminutivo. En efecto, nos encontramos con la voz latina “rotella”, que era el diminutivo de “rota” (rueda), por su forma redondeada. Existía también “rotula”, que hoy heredamos como “rótula”, cultismo que designa el hueso de la rodilla, por la forma de ruedecilla de este hueso. Y nos vamos con un “pañuelo” en la mano: aquí también hay un diminutivo porque el sufijo “-uelo” da idea de pequeñez y se añade a la base “paño”. Ese término proviene del latín “pannus”, que se refería a un trozo de tela tejida.
* La autora es profesora consulta de la UNCuyo.