La política argentina parece estar atravesando procesos de cambio profundos, en muchas dimensiones a la vez. Estos cambios son imposibles de repasar en pocas palabras, por ello aquí sólo presento algunas claves para pensar en voz alta sobre lo que pasó el domingo y analizar qué puede pasar en lo que sigue.
Dimensionar los movimientos
Respecto al 2019, Unión por la Patria y Juntos por el Cambio perdieron, entre ambos, 7.844.488 votos. Milei ayer consiguió, casi en espejo, 7.884.336 votos. En el 2019, La Libertad Avanza no existía, la tercera fuerza fue Lavagna y la voz del liberalismo de derecha era José Luis Espert (que sólo consiguió 394.207 votos). El peronismo hizo su peor elección histórica en el 2021, generando muchos movimientos internos producto de ello, y actualmente sigue muy lejos de su desempeño del 2019, pero ha recuperado mucho camino (1.604.000 votos, exactamente). En una situación muy difícil, supo aprovechar la coyuntura para lograr el mínimo suficiente para seguir jugando. JxC, por su parte, incluso cuando salía victorioso como en el 2021, no ha parado de perder votos desde el 2019 (perdió 4 millones y medio de votos respecto al 2019 y 3 millones y medio respecto al 2021), sin embargo, no parece modificar sus estrategias y liderazgos. LLA ha tenido un crecimiento vertiginoso de la mano de la gangrena de votos de JxC y UP, precipitando con ello un escenario que pasó de una polarización entre dos coaliciones a un escenario de tercios.
Esto último no era tan claro en el 2021. LLA (entonces La Libertad Avanza / Avanza Libertad en unión entre Milei y Espert) era la cuarta fuerza, que parecía “sacar votos por derecha” a JxC, y la tercera fuerza era el Peronismo Federal (empujado fundamentalmente por Hacemos por Córdoba, el peronismo Cordobés devenido en partido provincial), que “sacaba votos por centro” (en clave federalista) al entonces Frente de Todos. Ambas fuerzas crecieron, pero LLA lo hizo mucho más (Hacemos por Nuestro País -de Schiaretti-, sólo creció 450 mil votos respecto al 2021, y con apoyos muy similares a los obtenidos por Lavagna en el 2019) hasta el punto de lograr un escenario de tercios. Explicar los pormenores de la historia del crecimiento de LLA quedará para otro momento, pero seguramente será clave para entender el “milagro” de Massa: ganar una elección siendo el ministro de una economía en estrepitoso fracaso.
Divide y vencerás
Lo explicó CFK con claridad: en una elección de tercios, lo importante es tener un piso electoral sólido para llegar al ballotage. Después de las elecciones de medio término, en el 2021, había un solo camino para ello: que se fortalezca Milei. Massa cumplió: favoreciendo de diversos modos el ascenso de Milei, y dejando que los errores de JxC en el último año (en especial del PRO, que confundió su interna con la elección general) terminaran de hacer lo suyo. El resto era sólo ordenar la estructura peronista: territorio y sindicatos. Como suele suceder, a los compañeros los unió el espanto, el amor se construye luego.
Massa logró redefinir la cúpula del peronismo. Su objetivo desde que fundó al Frente Renovador. Cumplió con su promesa de acabar con el kirchnerismo del único modo que era posible: por derivación, desplazando el peronismo hacia una nueva etapa. De las cenizas del kirchnerismo, resurgirá el fénix peronista.
Por su parte, y en un sentido profundo y poco evidente, Milei ya ganó. Logró correr todo el eje de la política argentina hacia la derecha, imponer su contenido en la agenda pública e, incluso, comenzar a reconfigurar la ideología y sentido común de buena parte del país. Se transformó en la segunda fuerza en un par de años, sin estructura política, rodeado de terraplanismo y volatilidades. Si entiende lo que sigue, junto a Massa serán los protagonistas de la Argentina en su nuevo ciclo de colapso y resurgimiento.
Un posible escenario futuro
Lo que viene es una política más territorializada, donde votar cargos municipales, provinciales y nacionales, puede implicar votar a tres fuerzas distintas. En ese esquema, tendremos una política de coaliciones con reminiscencias a la iniciada en el 2003, pero corrida a la derecha. Un escenario posible, que dejaron entrever los discursos postelectorales: Massa sale a negociar con el radicalismo, en especial con su “liga” de gobernadores e intendentes. El corazón de esa negociación es la promesa de recursos fiscales federales, en un marco de ajuste brutal, a cambio de gobernabilidad, esto es, votos en las urnas para la segunda vuelta y votos legislativos para las reformas legislativas que deben acompañar lo que viene. El marco para dar sentido a la operación será democracia vs “fascismo”.
Milei, por su parte, a la caza de halcones. Volverán sobre la mesa sus coqueteos con Macri para tratar de conquistar los votos del PRO, única posibilidad de crecimiento electoral de LLA. A la vez, esto le garantiza acceder, eventualmente, a funcionarios con los cuales conformar un potencial gobierno y una estructura política desde la cual trabajar con más organización. Ganar elecciones y gobernar pueden ser cuestiones muy diferentes. El marco para dar sentido a la operación será la “destrucción” del kirchnerismo/populismo.
La gran incógnita puede ser la participación electoral. Con la más baja en 40 años de democracia, los incentivos para participar de un ballotage de quienes no acompañaron a los dos candidatos en carrera, después de una campaña anclada en el desprecio, son muy bajos. Eso imprime mucha incertidumbre a todas las estrategias. En la historia espiralada de la Argentina, todos los movimientos son inciertos y relativos, salvo en el largo plazo donde la caída parece transparente.
Sobre el autor. Dr. Julio Leonidas Aguirre- Politólogo.