Desde la asunción del ministro Massa se ha “viralizado” la idea de establecer un incentivo pagándoles un tipo de cambio más elevado ($200 por dólar) a los exportadores de soja, de modo que puedan apurar sus decisiones comercializar su producción y, por ende, el Banco Central hacerse de los dólares que tanto escasean por estas pampas.
Ahora bien, la pregunta que se desprende inmediatamente es: ¿Por qué para la soja solamente?
En Mendoza y San Juan, por ejemplo, exportamos productos primarios, manufacturas de origen agropecuario y manufacturas de origen industrial (incluye la minería). En términos sectoriales, los complejos exportadores más relevantes son la vitivinicultura y la minería, que en conjunto aportan al balance cambiario unos 2.000 millones de dólares por año.
Entonces, ¿Por qué no puede haber también un dólar diferencial para nuestras exportaciones?
Cualquier argentino que produce un bien exportable sabe que la inflación que han sufrido sus costos anda, como piso, en el 80% anual y subiendo. En tanto que, el tipo de cambio oficial subió alrededor del 40%. Entonces, la cuenta es muy sencilla: el dólar oficial debería valer un 40% más. El tipo de cambio debería valer $200, justamente, lo que el gobierno pretende pagarle al sector sojero. Elemental, pero invisibilizado por el Gobierno Nacional.
Ahora bien, el problema no termina en el bolsillo de los exportadores de otros complejos productivos argentinos. La falta de competitividad derivada del retraso cambiario, afecta el flujo de las exportaciones y, por tanto, provoca una acumulación de stocks en las manufacturas de origen agropecuario o una retracción en los programas de producción en productos primarios y manufacturas de origen industrial.
En el caso de los productos de base agrícola como por ejemplo el vino, el mosto concentrado, el durazno en lata o la ciruela deshidratada, entre otros; cuando se acumulan stocks comienza a producirse una baja en el precio real de la materia prima que se utiliza para su manufacturación.
Por caso, los invito a chequear los reportes de la Comisión de Precios de la Bolsa de Comercio de Mendoza, dónde se puede constatar que los precios del vino blanco y del mosto sulfitado están planchados desde abril del corriente año. Mientras que, la inflación general ocurrida entre mayo y agosto, acumula un 25%. En otras palabras, los productores y elaboradores vitivinícolas están perdiendo frente a la inflación por culpa del dólar oficial barato, que afectó los volúmenes exportados de vino en un 20% y de mosto concentrado en un 17%, en los primeros 7 meses del año.
Si se proyecta este escenario hasta la próxima cosecha, llegaríamos con 70 millones de litros de vino y casi 20.000 toneladas de jugo concentrado de uva más en stock. Eso repercutirá en la formación de precios de la uva, en detrimento de los productores viñateros. Esta misma situación se puede extrapolar para los demás sectores de base agrícola.
En el caso de los productos primarios y las manufacturas de origen industrial (incluye la minería) la revisión a la baja de los programas de producción, van a traer despidos y mayor desempleo. Que no se sorprendan los trabajadores mineros sanjuaninos si les llega un telegrama con su desafectación laboral en los próximos meses.
El dólar retrasado por capricho de CFK y sus acólitos afecta a todos los argentinos, directa o indirectamente, ya que la formación de todos los precios no regulados de la economía, están siguiendo un comportamiento más cercano al dólar “blue” (+62% en los últimos 12 meses) que al oficial. Por tanto, no sólo es un capricho, sino que tampoco está dando ningún tipo de resultados favorables para la economía no regulada.
Ojalá los funcionarios mendocinos y sanjuaninos afines al gobierno nacional pongan tanto ahínco en defender nuestra producción y a nuestros consumidores, como el ánimo que ponen para defender a CFK.
(*) El autor es director ejecutivo del Banco del Vino de Mendoza y precandidato a intendente de Jáchal.