El próximo 4 de octubre se cumplirán 165 años del nacimiento de Emilio Civit, lo que nos da la excusa perfecta para dedicarle este espacio.
Rastreándolo a través de los documentos eclesiásticos, su nombre completo fue Víctor Emilio y se lo bautizó el 29 de noviembre en nuestra capital.
Hijo de don Francisco Civit y Clementina Corvalán, tuvo una infancia que estuvo marcada por la tristeza: vio morir a cuatro hermanitos y con sólo nueve años quedó huérfano de madre.
Llamativamente su padre contrajo nupcias con Teresa Corvalan, hermana mayor de su primera esposa.
Como miembro de la elite cuyana, nuestro personaje tuvo acceso a una educación privilegiada.
Asistió al Colegio Nacional Buenos Aires y se recibió de abogado en dicha ciudad.
De regreso en Mendoza destacó inmediatamente en la política, llegó a altos cargos como el de Gobernador, Diputado Nacional, Senador Nacional y primer Ministro de Obras públicas de la República, durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca.
Pero más allá de estos datos, sumamente conocidos, es maravilloso observarlo desde las memorias del francés Jules Huret, que en 1910 visitó nuestra provincia y lo entrevistó.
“Cuando se habla de Mendoza -especificó-, de su prosperidad actual y de su porvenir, un hombre vuelve sin cesar los labios, el de don Emilio Civit (…)
Durante mi estancia en Mendoza, me proporcionaba verdadera satisfacción el que me refiriesen con todos sus detalles la vida de aquel hombre enérgico, clarividente y sincero, a quién no se le ocultaban los defectos de su patria, pero que demostraba absoluta confianza en la perfectibilidad (…)
Se dice que tiene condiciones para ser presidente de la República. En todo caso, es hombre de inteligencia y energía (…)
El día que me recibió en su casa vi en las paredes de su despacho una colección de cuadros que contenían pergaminos (…)”.
Dichos documentos, señala el cronista, contenían felicitaciones de todos los rincones del país agradeciendo a Civit su accionar como Ministro de Obras Públicas, posibilitando la construcción de puentes, diques, hospitales, etc.
Sin duda una realidad, pues en la prensa nacional de entonces puede apreciarse el continuo movimiento del mendocino por cada rincón del país, buscando mejorar las condiciones de vida de los argentinos.
Según Huret, don Emilio explicó: “Si, he trabajado mucho. En un país nuevo como este, donde falta gente, cada ciudadano debería trabajar por diez”.
Con sólo observar el Parque General San Martín, fruto de sus políticas, podemos dar fe de estas palabras.
Lamentablemente es casi imposible dejar de advertir el abismo entre la generación de políticos a la que perteneció Emilio Civit y la actual, donde abunda la improvisación, el partidismo sectario y el uso incorrecto del idioma para demostrar un falso progresismo.
*La autora es Historiadora.