Don José de San Martín y los bocinazos del 17A

Si el gobierno, o una parte de la sociedad, pretenden interpretar el banderazo como un acto de irresponsabilidad sanitaria, están haciendo una lectura incorrecta del fenómeno. La gente reclamó por una reforma moral y definitiva.

Don José de San Martín y los bocinazos del 17A
Imagen ilustrativa. Foto: José Gutiérrez.

El General era respetado por sus soldados. Por esa cualidad, y por muchas otras.  ¿Se acuerdan de la anécdota del ciudadano San Martín y Toribio Reyes, el encargado de la paga de la tropa que malgastó el dinero confiado, en el juego? La orden de San Martín era ser impecables con los fondos, bajo la pena capital. Cuando el malversador tuvo que enfrentar la situación con el Jefe aludió al “ciudadano” San Martín. Éste, al comprobar el arrepentimiento del administrador y procurando darle una lección que lo transformara, lo perdonó, le repuso el dinero perdido, y le advirtió: “Pero que no se entere de esto el General San Martín que de seguro lo manda a fusilar”.

Hoy la honestidad ha caído en desuso. Parrilli defiende más a su Jefa que a su Patria. El plan de Reforma Judicial, inconstitucional por donde se lo mire, es una declaración abierta de guerra contra el principio republicano de división de poderes. Además, procura impunidad para atrás y para adelante. Es un acto de apropiación, puesto que el poder es de ellos y para ellos.

Esta runfla de indecentes es gente elegida por el pueblo argentino, en su mayoría. ¿Cómo quejarse, entonces, si así son las reglas del juego? ¿Nos representan? Sí. Lamentablemente, sí.  Los hemos elegido cuatro veces Nos robaron todo. Y los volvimos a elegir. ¡Pobre Don José! No somos dignos de su sacrificio público, ni de su talla personal.

Hay que hacer una aclaración obvia: Robar no es pensar distinto. Hablar de la Patria o de San Martín, no te convierte en un pasionario e ingenuo nacionalista. Denunciar el “Robo del Siglo”, no te transforma ni en gorila, ni en oligarca, ni en macrista. Tampoco en un neoliberal y capitalista descarnado, ni en una señora adinerada de Recoleta o de la Avenida Emilio Civit, aquí en Mendoza.

Del mismo modo, defender a los “K” y demás allegados, no te da carta de progresista, ni te hace dueño exclusivo de la sensibilidad social y popular. Si queremos reconstruir este desquiciado país, el primer paso debe ser “desideologizarnos”. Quitarnos los rótulos. Esto puede hacer resurgir el verdadero debate, que no es el que vemos en el Congreso de la Nación, en donde se pronuncian altisonantes discursos que nada influyen en el sentido de los votos, los que ya han sido comprometidos a la lealtad partidaria.

La Justicia, en la actualidad, no es completamente ajena a la presión política. La Reforma Judicial procura eliminar tal defecto y volverla invariablemente “obediente”. Igualita a su primo hermano: el Congreso.

La grieta, si nos fijamos bien, no es ideológica sino moral. El pueblo se manifestó en las calles con un banderazo al que yo llamaría “bocinazo” porque la gente no se bajaba de los autos. Fue una protesta mayoritariamente responsable. Si el gobierno, o una parte de la sociedad, pretenden interpretar el banderazo como un acto de irresponsabilidad sanitaria, están haciendo una lectura incorrecta del fenómeno. La gente reclamó por una reforma moral y definitiva.

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