En la etapa de modernización e higienización, de la ciudad de Mendoza, las autoridades gubernamentales convocaron al arquitecto Carlos Thays, un brillante paisajista y urbanista francés, para diseñar el Parque General San Martin.
Sobre una extensión de 329 hectáreas desarrolló un programa recreativo a la altura del Bois de Boulogne de París, con jardín botánico, rosedal, un teatro griego, un extenso lago, caminos y plazas.
Disponía de un equipamiento arquitectónico y escultórico importado de Francia, que fue complementando en el tiempo y de esa forma transformó la imagen aristocrática y parisina de ciudad de Mendoza.
Esta situación se replicó también en otras provincias de nuestro país y en países limítrofes.
Orígenes del Art Déco
Tras finalizar la Gran Guerra en 1918, se abre en Francia un periodo de prosperidad, optimismo y recuperación económica. En el cual la aviación y la automoción experimentarían un fuerte avance en el desarrollo definitivo del turismo y la apertura de un nuevo tipo de espacios dedicados al ocio: casinos, hoteles y balnearios.
Fue en este ambiente en el cual la Société des Artistes Décorateurs, organizó en 1925 la gran Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes, dando la entrada al estilo Art-Déco, que, por su gran eclecticismo, alimentado de diferentes fuentes estéticas, e influenciado por los hallazgos mundiales, le daría al nuevo estilo una vocación internacional. Sus motivos geométricos y la profusión decorativa, fueron creando un lenguaje despojado de reglas, que rápidamente se manifestaría en todas las áreas del arte y el diseño, la pintura, la música, la arquitectura, el diseño de interiores, la moda, la gráfica y el diseño industrial.
Mientras el Art Déco se presentaba como un estilo decorativo, la Arquitectura Moderna, por su parte, perseguía la industrialización, disociando totalmente la arquitectura de la decoración. El Art-Déco no tenía otro objetivo que la belleza en sí misma, abstracta, sin un objetivo trascendental. Ambos lenguajes, fueron adoptados por los arquitectos de entre guerras, dando como resultado lujosas obras. Realizadas unas bajo un concepto integral de la obra de arte hasta sus más mínimos detalles; otras respondían a una arquitectura estandarizada, económica y social.
También por aquel entonces en una fase tardía del Art Déco, entre 1930 y fines del ‘40, surge una estética aerodinámica: el estilo Náutico o estilo Barco. Mantuvo del Art Déco, la simetría como rasgo característico, pero modificó sus formas geométricas y rectas en curvas, despojado de adornos, creando volúmenes de marcada horizontalidad a los que se adicionaron balcones, terrazas, barandas metálicas, cubiertas, aleros, mástiles, proas y el símbolo más característico, las ventanas ojos de buey.
El estilo en Argentina y en Mendoza
Las nuevas tendencias del Art Déco y el modernismo de Europa de principio del siglo XX, llegaron también a imponerse en las afrancesadas arquitecturas de las ciudades argentinas.
El primer registro que encontramos en Buenos Aires de Art Déco, es una obra de interiorismo ubicada en el Palacio Errázuriz, diseño del arquitecto francés Rene Sergent. En el primer piso, se ubicó el gabinete privado (boudoir) de Matías Errázuriz Alvear, quien encargó su decoración al artista catalán José María Sert. Este espacio inicialmente fue denominado Salón Sert en honor a su diseñador y hoy se lo conoce como Salón Art Déco.
En Mendoza, el Art Déco ingresa de la mano de los hermanos Manuel y Arturo Civit, arquitectos de la UBA formados en Europa, quienes contribuyeron a expandir las nuevas tendencias en la provincia a través de su vasto repertorio, expresado en el Hospital Central, Casas Colectivas del Barrio Cano y edificio Playas Serranas.
El perdido esplendor de un edificio
Inaugurado en 1937, Playas Serranas fue diseñado con un fin recreativo, social y turístico. Un edificio cuya volumetría de formas aerodinámicas sobre pilotes y extremada horizontalidad se convierte en un magnífico exponente del yatch–style. Una torre de 20 metros interrumpe en su parte media, materializando el eje central de simetría del edificio, rasgo típico que pone en evidencia en su composición al estilo Art Déco.
Por su belleza y privilegiada ubicación en el Parque San Martín, se convirtió en el principal lugar de encuentro social y recreativo. Su atractivo inicial fue el de balneario municipal de Mendoza, pero su función como complemento y servicio de playa se fue perdiendo en el tiempo, al prohibirse el uso del lago como natatorio. Mantuvo hasta su cierre, solamente las actividades en la confitería, restaurante y salón de baile.
A fin de darle un nuevo uso al abandonado edificio Playas Serranas, se ubicó allí la sede de la Escuela de Cadetes de Policía, más tarde una escuela secundaria y a partir de 1989 fue convertido en el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Juan Cornelio Moyano.
Este inmueble, declarado Bien del Patrimonio Cultural de la Provincia y Monumento Histórico Nacional, al transformarse en museo, sufrió innumerables mutaciones para albergar funciones que hoy no guardan relación con el proyecto original, que lo fueron alejando del espíritu de su época y de su valor patrimonial.
Verlo desdibujado, sufriendo la pérdida del esplendor de sus interiores, con ventanas negadas, ambientes tabicados y sus hermosas terraza balcón sin uso, nos obligar a preguntar: ¿sería posible liberar a esta emblemática pieza de estilo Barco del abuso arquitectónico, la opresión de tener que dar respuesta a funciones que no le son propias? ¿Podría el Museo de Ciencias tener su propio edificio? Entiendo que Playas Serranas debería recuperar su originalidad, el espíritu y el brillo con el que fue concebido, para ocupar un merecido lugar entre sus pares en el acervo del Art Déco internacional y en la memoria colectiva de los mendocinos.
* La autora es Arquitecta. Presidenta Asociación Arte Déco Argentina.