Alberto Fernández le dice a Cristina Fernández que Horacio Rodríguez Larreta es mejor que Macri._Cristina lo mira azorada y le dice retándolo, vós de política no entendés nada, para mí son lo mismo y Larreta incluso peor porque tiene mejor imagen.
Sergio Massa después de 8 horas logra un acuerdo con la principal oposición en diputados para sesionar, pero entonces se le acerca Máximo Kirchner y le ordena que no pacte nada, que se cocinen en su propia salsa.
Ante una jefa política que va corriendo el gobierno hacia un extremo, del otro lado también se van extremando las posiciones al no existir ninguna posibilidad de acuerdo.
En términos metafóricos lo que proponen los extremistas del otro lado es considerar al peronismo como un virus y combatirlo en consecuencia. Su solución a mediano plazo es la vacuna que elimine al virus, que nadie sabe si existirá, pero mientras tanto, un sector propone el aislamiento para no contagiarse del virus aunque para ello haya que encerrarse (mucho de lo cual se practicó en el gobierno de Macri ). Mientras que otros, más aperturistas, proponen mezclarse con el virus tratando de no contagiarse para no dejarle los espacios y en tanto ir adquiriendo la inmunidad para que el virus se desgaste, se canse o se confunda con todos a ver si así deja de hacernos daño. Pero de un modo u otro, en ambas versiones, el virus debe ser exterminado. Un léxico actual para decir lo mismo que el antiperonismo dijo siempre. Respuesta a cierto peronismo que cree que quien no está con él es el enemigo y que por lo tanto se lo debe curar extirpándole su identidad. “Aluvión zoológico” llamó un radical a los peronistas en los años 40. “Aluvión psiquiátrico” llama hoy Kicillof a los que marcharon el 17A. Para uno los peronistas son animales, para otros los no peronistas están locos. La política como arte de lograr el bien común suplantada por una biología política de las facciones donde las dos partes quieren exterminarse pero jamás ninguna puede derrotar a la otra. Un empate de la impotencia que paraliza al país mientras el mundo avanza y nosotros seguimos siempre iguales aunque cambien los nombres de la exclusión.
Sin embargo, no siempre fue así.
En los años 60 ocurrieron debates muy interesantes, que hoy no solemos recordar, porque hemos reconstruido una memoria obsesiva solo referida a los años 40 y 50 donde la contradicción entre peronismo y antiperonismo fue eje de la política argentina. O a los primeros años 70, donde la guerra a muerte entre peronistas fue lo central. Épocas donde la mitad estuvo contra la otra mitad son casi lo único que miramos del pasado.
En los ’60 se discutió sobre cómo integrar al peronismo, que se negaba a desaparecer de la faz del país y que por el contrario, pese o debido a la proscripción, cada vez crecía más.
El debate dentro del peronismo se daba entre integración o revolución.
Por el ala izquierda, quien fuera delegado de Perón en los primeros años del exilio, John William Cooke, decía que para evitar la integración del peronismo al sistema capitalista, se debería convertir en un partido revolucionario donde la ideología peronista se fusionara con la marxista.
Por el ala derecha estaba el sindicalista Augusto Vandor quien proponía que la CGT, fuera una corporación más del sistema capitalista como su par de EE.UU, Jimmy Hoffa, pero conservando todos los privilegios que el gobierno peronista más Frondizi y Onganía le dieron, a cambio de hacer un peronismo sin Perón. Perón lo combatió a muerte, literalmente.
En el medio se ubicó Arturo Jauretche criticando por igual a los que tienen miedo que el peronismo se integre al sistema como a los que lo querían integrar a toda costa. No se trata ni de una cosa ni de la otra, decía Jauretche, sino de que el peronismo integre a los que lo quieren integrar. De acercar, mediante el debate cultural y político, a los no peronistas hacia el peronismo, en particular a la clase media que en el 45 al 55 estuvo en contra del peronismo por los excesos autoritarios del mismo. Jauretche decía que la peronización de la clase media -en particular jóvenes e intelectuales- podría lograr conservar lo mejor de los contenidos del movimiento y superar sus graves errores de forma. Al final también fracasó porque antes de morir, en el 73 y 74, vió que los jóvenes se afiliaban en masa al peronismo pero no para asimilar las ideas peronistas, sino para meter las suyas que eran las mismas que tenían cuando estaban en contra. Jauretche murió despotricando contra aquellos que entraban al peronismo con la soberbia de querer echar a los viejos peronistas por la ventana.
Del lado no peronista también hubo búsquedas de integración. Hablamos del intento de Frondizi de firmar un pacto con Perón para gestar una política desarrollista que incluyera a civiles y militares, a liberales y estatistas, al capital nacional y al extranjero, a peronistas y antiperonistas. Ese intento de síntesis, quizá el más ambicioso de la historia argentina, fracasó cuando el peronismo (aún con otro nombre) ganó una elección y los militares ocuparon el poder.
También el intento de Illia quien para superar su limitación inicial de acceder al gobierno aceptando la proscripción del peronismo, no sólo intentó devolverle legalidad al peronismo sino que hasta fue creando las condiciones para el regreso de Perón. Y allí nomás le hicieron un golpe.
También hay lecciones a rescatar de los años 80 y 90. Alfonsin con su tercer movimiento histórico se proponía como síntesis del yrigoyenismo y del peronismo y a la vez como su superación. La renovación peronista quería quedarse con las banderas de Alfonsin para desde ellas conducir al peronismo. Aún enfrentados en definir quien mandaría, ambos -para ganarse el favor del pueblo- buscaron una síntesis virtuosa entre peronismo y no peronismo eliminando sus aristas extremas. Estaban construyendo una democracia pluralista donde cada uno competía para ser mejor que el otro, incluso adoptando parte de las ideas del otro. No salió bien porque la crisis económica arrasó con todo, pero luego Menem construyó otra síntesis un tanto más salvaje pero síntesis al fin. Puso los contenidos del “enemigo” en formas peronistas. Fue el caudillo peronista que implantó en el pais el liberalismo que ni los no peronistas ni los antiperonistas no los militares pudieron aplicar.... quizá por no ser peronistas.
En síntesis, seguimos insistiendo en volver a las épocas donde las confrontaciones impidieron cualquier síntesis, en los 40 y 50 como en los 70. Y_entonces reproducimos esos conflictos. En vez de aprender de los intentos, aún fallidos, de síntesis que hubo en los 60, en los 80 y en los 90.
Finalicemos, como conclusión de lo dicho, con un par de consejos.
Un consejo para antiperonistas: Nunca -mal que nos pese- vamos a poder dejar de ser lo que somos, aunque seamos el país que quizá más veces lo intentó.
Y un consejo para peronistas:_de lo que se trata es de rescatar lo mejor de lo que somos, en vez de lo peor, que es, esto último, lo que casi siempre solemos rescatar.
Tal vez en estas dos afirmaciones se encuentren algunas de las claves de la decadencia argentina.... y, Dios lo quiera, de su posible superación.