El chavismo original y el chavismo residual

La diferencia política entre ambos chavismos, es que el que comandaba su propio creador, era un régimen “mayoritarista”, autoritario, pero no llegaba a ser dictadura precisamente por ese respaldo del grueso de la sociedad. En cambio el chavismo residual perdió el apoyo de la mayoría, convirtiéndose en una dictadura lisa y llana.

El chavismo original y el chavismo residual
El chavismo original y el chavismo residual. / Foto: EFE

Venezuela no entró a la dimensión de lo que Alejo Carpentier llamó lo “real maravilloso” y Arturo Uslar Pietri bautizó “realismo mágico”, cuando su presidente contó que Hugo Chávez se le había aparecido convertido en pajarito. Ya había entrado en esa dimensión en la que el absurdo se vuelve cotidiano, de la mano del exuberante líder caribeño que impulsó la revolución bolivariana.

Una señal del esa deriva estrafalaria se dio en julio del 2010, cuando la voz de Chávez apareció en los televisores de los venezolanos, relatando una escena cuyo protagonista central era nada menos que un cadáver devorado por el tiempo. En torno a ese cuerpo desvencijado, giraban hombres que vestían guardapolvos que hurgaban entre los huesos.

Los venezolanos contemplaban perplejos los restos de Simón Bolívar, que habían sido exhumados por orden del presidente, deseoso de encontrar en ellos la prueba que impusiera su verdad por sobre la historia oficial. Los textos dicen que el Libertador murió de tuberculosis, pero Chávez afirmaba que fue envenenado con cianuro.

Lo más importante en el relato del líder de la revolución bolivariana, era presentar a los magnicidas de 1830 como la versión decimonónica de sus propios enemigos, la anti-patria modelo siglo 21.

Hace diez años, terminaba un capítulo desopilante y comenzaba otro. A partir de entonces, el relato tornó del absurdo a la tragedia. Se cumplió una década del anuncio de una muerte que posiblemente había ocurrido semanas o meses antes.

¿Qué acabó y qué comenzó hace diez años? Acabó el chavismo original y comenzó el chavismo residual.

El chavismo original estaba liderado por su propio creador, poseedor de un carisma potente y una energía arrolladora.

Hugo Chávez arrojó al desván de la historia como trastos viejos al COPEI y Acción Democrática, las fuerzas políticas del bipartidismo cuyos últimos gobernantes fueron el democristiano Rafael Caldera y el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez.

El chavismo original mejoró el nivel de vida de las clases populares y generó reformas de avanzada, pero también inició el trayecto hacia el autoritarismo y el desastre económico. La bancarrota en la que cayó PDVSA tiene que ver, además de las inoperancias y corrupción chavistas, con haber financiado la construcción del liderazgo de Chávez a nivel regional. Los gobiernos que se alineaban con él recibieron petróleo subsidiado. También financió negocios para comprar complicidades.

El mecanismo funcionó muy bien en cuanto a la proyección regional del liderazgo de Chávez y a la compra de complicidades que aún hoy siguen en pie. Pero la economía venezolana y su gallina de los huevos de oro se hundieron de manera catastrófica.

Con Nicolás Maduro todo empeoró. La diferencia política entre el chavismo original y el chavismo residual, es que el que comandaba su propio creador, era un régimen “mayoritarista”, que es autoritario porque excluye y clausura a la oposición, pero no llega a ser dictadura precisamente por ese respaldo del grueso de la sociedad.

En cambio el chavismo residual perdió el apoyo de la mayoría, convirtiéndose en una dictadura lisa y llana.

El hombretón corpulento que irradiaba cierta mansedumbre, no tardó en mostrar su naturaleza autoritaria. En la primera elección que afrontó, además de las manganetas para invisibilizar la campaña del opositor Henrique Capriles, el escrutinio dejó sabor a fraude.

Esas trampas ejecutadas con impudicia, sumadas a que la crisis social y el empobrecimiento masivo, generaron protestas callejeras que fueron aplastadas por una represión que causó más de cuatrocientas muertes y dejó las cárceles abarrotadas de presos políticos.

Cuando la oposición ganó las elecciones legislativas por un descuido del régimen a la hora del fraude, Maduro bloqueó la Asamblea Nacional. Posteriormente, llegarían las inspecciones de la ONU dirigidas por Michelle Bachelet que dejaron a la vista las torturas a los prisioneros en la cárcel militar de Ramo Verde y en el Helicoide, cuartel general del aparato de inteligencia SEBIN, además de ejecuciones sumarias y persecuciones.

A esa altura, el poder adquisitivo había sido devorado por la hiperinflación y crecía una diáspora de dimensiones bíblicas. Pero el régimen siguió en pie. No hubo fisuras internas y, tras el fracaso de Capriles, también fracasaron Antonio Ledesma, María Corina Machado y Leopoldo López. Las expectativas despertadas por Juan Guaidó, no tardaron en desvanecerse porque también fracasaron sus embestidas contra el régimen.

Aún con la economía en ruinas, con violaciones masivas de DD.HH. y con una diáspora de dimensiones bíblicas, el régimen se sostuvo.

Fracasaron las presiones de Washington y las del Grupo de Lima, además, por cierto, de la disidencia interna, carcomida por codicias y mediocridades. Pero otra parte de la explicación de que, aún con su pavorosa medianía, el chavismo residual siga imperando, es el diseño de poder inhundible que realizó el mayor experto en materia de blindar dictaduras calamitosas: el régimen cubano.

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