“Otro buen servidor de la patria ha muerto esta semana: el coronel don Eugenio del Busto, venerable veterano de las campañas contra el indio”, de este modo anunciaba Caras y Caretas la muerte del único militar que estuvo en las incursiones al Desierto de Juan Manuel de Rosas y de Julio Argentino Roca.
Nuestro protagonista nació en Montevideo durante una jornada de 1811. Pronto su familia se trasladó a Luján, provincia de Buenos Aires, donde lamentablemente fue secuestrado por un grupo de aborígenes durante un malón. Tenía por entonces sólo seis años.
A los catorce, fue liberado por Federico Rauch en una de las expediciones que realizó contra los indios. Para entonces había olvidado el idioma español. Pronto se convirtió en un lenguaraz, es decir un traductor. Esta habilidad sumada a sus conocimientos como baqueano lo volvió una pieza codiciada por el incipiente ejército argentino.
De inmediato se sumó a las filas militares, al servicio del mismísimo Rauch. Desde entonces, su entendible desdén hacia los aborígenes –dado los padecimientos brutales a los que eran sometidos los cautivos- lo llevaron a buscar venganza durante muchas jornadas de su larga vida.
Así fue como en 1829 se sumó a las fuerzas de Juan Manuel de Rosas y actuó como interlocutor con los boroganos. Una serie de tribus de mapuches oriundos de Chile, que se habían establecido en nuestro territorio.
Por entonces estaban bajo el mando Mariano Rondeau, que llevaba ese nombre cristiano por ser ahijado del general Rondeau y era el más importante por su gran número de guerreros. Nos cuenta el historiador Gerardo Bartolomé que el jefe aborigen “había tenido una actitud cambiante. Si bien decía apoyar a Juan Manuel, varios de sus actos habían sido de guerra. Por tal motivo Rosas había mandado varias veces a Catriel y su gente a atacarlos, sin comprometerse él. Al mismo tiempo Juan Manuel había enviado a Del Busto a los toldos boroganos para tantear la voluntad del cacique por llegar a un acuerdo. El lenguaraz cumplió con su misión de alto riesgo sin quejarse”.
Adquiriendo así una gran confianza por parte de Rosas, en 1833 participó en la Campaña del restaurador al Desierto.
Seguía a sus órdenes cuando en 1834 capturó a un grupo de niños ranqueles, entre los que estaba Panghitruz Güer hijo del cacique Painé Güer. Se trasladó a los pequeños engrillados hasta la aldea Santos Lugares, al enterarse de que uno de esos niños era de la realeza ranquel, Rosas lo apadrinó llamándolo Mariano Rosas. Pero esa es ya otra historia.
Regresando a del Busto, es importante destacar que participó en Caseros a favor de Rosas y –tras ser derrotado- siguió siendo parte del ejército porteño dada su condición de lenguaraz.
Finalmente, acompañó a Roca en su exitosa campaña.
Fue así parte del Ejército Argentino que liberó a cientos de cautivos y evitó que otros niños sufrieran en manos de los malones el maltrato que él mismo padeció.