Tuve conocimiento, al investigar los archivos del Cedei (Universidad de Montevideo), de analizar material que perteneció al historiador uruguayo Rolando Laguarda Trias. Es oportuno hacerlo por la razón más noble: el reconocimiento hacia quienes heroicamente ofrendaron su vida en la recuperación de las Islas Malvinas y adyacentes, durante el conflicto de 1982. Ellos descansan en la soberanía celestial, ésa que no tiene límites, ni usurpadores.
Días atrás una destacada revista de circulación nacional, publicó como “primer” avistamiento la del holandés Sebald de Weert en 1600, ejemplo de desinformación o falta de interés en publicar una nota con un título que carece simplemente de veracidad.
Desconoce, la publicación mencionada, el primer avistamiento con cartografía (1520) que, entre el portugués Esteban Gómez, Andrés de San Martín y el jesuita B. Calmette, sientan precedente histórico en las Islas Malvinas, y dan por tierra con el avistamiento posterior de sucesivas expediciones que, por otra parte, la siguiente es también española, ya no sólo de reconocimiento sino de temporal ocupación (1540).
Sitúo al lector en el golfo San Julián. Las naves eran cinco. Hernando de Magallanes, al mando de la Trinidad, decidido a llevar a cabo su misión. Otros capitanes se sublevan y habrá motín, asesinato y la primera misa en actual territorio argentino, el 1 de abril de 1520. Esa noche, ya madrugada del 2 de abril, los mandos sufrieron las consecuencias del hambre, la sed y la venganza (entre ellos Juan de Cartagena veedor de la escuadra; Luis de Mendoza, tesorero de la expedición y Antonio Coca, contador de la misma). Le fue perdonada la vida a Gaspar de Quesada que, días después, intentó nueva sublevación y al ser nombrado éste por el Emperador, se lo abandonó junto a su cómplice el sacerdote Sánchez Reina, una manera muy particular de sentenciarlos a muerte sin firmar la misma.
Levaron anclas y, luego de perder una nave (Santiago), ponen proa al sur, descubren el estrecho el día de “Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes”, y el capitán de la “San Antonio” decide el regreso a Sevilla. Sabiendo las consecuencias de la deserción, parten hacia el Este, en exploración ya con la idea de partir hacia Sevilla. Según historiadores italianos, Andrés de San Martín conocía de Américo Vespucio –su maestro- los datos cartográficos de archipiélago. Para otros, fue llevado por los vientos del océano. No importa el caso, pero el 28 de julio de 1520, se presentaron ante nuestras islas, los ojos inmóviles de estos hombres. El padre B. Calmette, las bautiza siguiendo con las toponimias religiosas en actual territorio argentino. Se integran más tarde a la flota, con el conocimiento del descubrimiento. El cartógrafo de las islas, entregará a Ginés de Mafra, el 1 de mayo de 1521, todos los papeles referentes al caso. Pero parte de los mismos se perdieron durante la etapa de la unificación de los reinos ibéricos. Comenzará una serie de interrogantes que se disiparon el 14 de febrero de 2019, que tendrá a quien esto firma y al señor Antonio Manrique como testigos.
Ingresa un nuevo actor a la historia y es el padre Thevet, quien será el que atesorará tan valioso material que, durante el año del conflicto de 1982, aparece en París en la Biblioteca Nacional. Es el encargado de la sección Mapoteca, Roger Hervè, quien se lo da a conocer al historiador Rolando A. Laguarda Trías, destacado intelectual, en diversas disciplinas. Luego de 462 años del descubrimiento, y con conocimiento previo, analiza la documentación y así ofrece a la nación argentina un material histórico irrefutable. En 1983, durante el curso de sus investigaciones, el historiador estudió los documentos en la Biblioteca Nacional de París, escritos por el fraile André Thevet en “Le Gran Insulaire”. Vol I y fechado en 1586 (seis años antes del primero de los supuestos antecedentes británicos de avistaje del archipiélago). El texto adjunta un mapa en la página 229 donde aparecen Les isles de Sansón ou des Geants (las islas de Sansón o de los Gigantes) en sorprendente concordancia geográfica con las islas Malvinas. Thevet menciona, en el comentario adjunto, que obtuvo las coordenadas del archipiélago de un piloto portugués miembro de la expedición de Magallanes, probablemente don Álvaro de Mezquita, testigo directo del descubrimiento, con quien se entrevistó en Lisboa. (Investigaciones paralelas han demostrado que Thevet vivió en la capital lusitana entre 1563 y 1567). Las cartas desde París hacia Montevideo, y viceversa, son piezas que nunca se han visto en nuestros libros de historia, ni investigadas, siendo las mismas inéditas.
En francés, a mano alzada, y con respuestas escritas en máquina, son de indudable valor para quienes hasta hoy no creen en la “teoría” del descubrimiento español. El tema de la cartografía fue presentado ante el Estado argentino y ante la Academia Nacional de Historia, -sobre este material hay copia en la Biblioteca del Congreso de la Nación-, bajo nomenclatura “B 7785”. Es interesante destacar que el embajador José María Ruda, en su brillante alegato, desconocía esta documentación.
*El autor de la nota es historiador.