Durante los siglos XIX y XX, muchas mujeres tuvieron injerencia social y política a través de las sociedades de Beneficencia.
La primera de estas agrupaciones en tiempos patrios fue obra de Bernardino Rivadavia, quien extirpó a las mujeres del ámbito doméstico dándoles participación en la esfera pública, creando la Sociedad de Beneficencia porteña.
Costo mucho ponerla en marcha. Debido al enojo que el prócer había despertado tras una combatida reforma eclesiástica, muchas familias patricias le dieron la espalda. Recurrió entonces a la mítica Mariquita Sánchez -ya viuda de Thompson y casada en segundas nupcias con Washington de Mendeville-, quién aceptó encantada.
En total fueron trece mujeres las primeras valientes, entre ellas la esposa de Viamonte, una hija de Azcuénaga y Pepa Ramos Mexia, que escribió entusiasmada a Mariquita:
“Querida amiga: muy agradecida a su finesa de contarme entre ese número tan escogido de sus amigas y para tan bellos fines. (…) ¡qué éxitos los suyos! Sabe lo que se hace el señor Rivadavia poniendo en sus manos su destino con la más difícil de las tareas de escoger, convencer y allanar voluntades”.
Fue ese el comienzo. El espacio estaba abierto a mujeres de elite, pero permitió que por primera vez “el sexo bello” -como eran denominadas- se desarrollase social y políticamente de alguna manera, en una sociedad que las limitaba.
Muestra del accionar de estas sociedades fue el “Día del Kilo”, una colecta anual a beneficio de asilos, orfanatos, hospitales, etc.; que consistió en entregar un kilo de mercadería, alimentos y/o ropa. Dicho evento se realizó anualmente en todas las provincias, aunque sólo por un tiempo limitado: durante las primeras décadas del siglo XIX.
Un ejemplo de lo que solían recaudar fue publicado por el diario “La Voz” de Córdoba en junio de 1917, señalando que “comisiones de distinguidas damas” consiguieron los siguientes artículos donados:
“1 bolsa de azúcar de 70 kilos, 1 cajón de vino Tirabo, 1 pieza de franela, 1 bolsa de arroz de 10 kilos, 30 kilos de fideos, 6 cajones de galletitas, 2 kilos de lino, 2 cajas de sardinas, 34 piezas de ropa, 10 kilos de maíz molido, 3 kilos de azúcar, 3 kilos de arroz, 2 baldes, 6 trapos para pisos, 2 cepillos, 3 panes de jabón, 17 piezas de ropa para niños”.
Las formas de recolectar eran variadas, algunas mujeres salían a pedir donaciones por las calles (generalmente a la salida de misa) y otras esperaban en los locales establecidos. Dichos espacios se llenaban a último momento. Comenzaba entonces la tarea de clasificar y ordenar los objetos antes de llevarlos a destino.
En ciertas regiones utilizan la frase “el día del kilo” para hacer referencia a algo que nunca va a suceder, pero como vemos sucedió durante algunos años.
*La autora es Historiadora.